El expansionismo de Estados Unidos (EE. UU.) comenzó en los primeros años del siglo XIX, al quitarle más de la mitad de su territorio a México: primero se anexó Texas y Alta California, en 1836, y luego Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y Wyoming con la invasión de 1848. En la segunda mitad del siglo XX siguió ampliando sus dominios por medio de la guerra y en 1889 le declaró la guerra a España para apropiarse de Puerto Rico, Filipinas y Cuba. Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial Estados Unidos era una potencia pujante, pero todavía inferior que Inglaterra, el imperio hegemónico desde el siglo XVIII. Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ya había desbancado a Inglaterra y se impuso como el gran país hegemónico, pero solo en el mundo capitalista, pues el mundo socialista se encontraba bajo la hegemonía de la Unión Soviética. Fue con el fin de la Guerra Fría y la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) cuando finalmente EE. UU. se coronó como el gran imperio mundialmente hegemónico.
El periodo en el que el imperio estadounidense logró la hegemonía planetaria inició en 1991, cuando cayó la URSS. Mientras el capitalismo se presentó como la única forma de organización política para los pueblos del mundo, económicamente el neoliberalismo se encargó de integrar a los antiguos países del bloque socialista a la globalización capitalista. Con estas reformas políticas y económicas, Europa del Este y Rusia quedaron totalmente devastadas. Así, la década de 1990 puede entenderse como la edad dorada del imperialismo estadounidense: económica, política, militar y culturalmente, no había país que se le resistiera.
El cambio de siglo trajo consigo una nueva etapa. En América Latina, Hugo Chávez inauguró una serie de gobiernos que rechazaban el modelo económico neoliberal y la injerencia política de Estados Unidos en la región. En Rusia, Putin llegó al poder y comenzó la reconstrucción económica, política y militar del país eslavo, buscando recuperar la grandeza del pasado. En China, es la década en la que comienza a despuntar económicamente y cuando sorprende al mundo con las Olimpiadas de 2008. En esa época surge el grupo de los BRICS como un posible nuevo polo de poder que pudiera hacerle contrapeso al imperialismo estadounidense. Mientras tanto, EE. UU. se sumerge en una guerra de rapiña en Medo Oriente bajo la bandera de la lucha contra el terrorismo.
En la década de 2010 ya se empieza a ver con claridad un cambio en la tendencia expansionista de Estados Unidos. En China Xi Jinping llega al poder en 2013 y comienza una activa política exterior que logra posicionar a China como un proyecto alternativo de organización política y económica para los países pobres y de medianos ingresos. En Rusia, Putin ya ha gobernado diez años y ha logrado restaurar la respetabilidad de Rusia en el panorama internacional, modernizando su ejército y acercándose geoestratégicamente a China. Para esta década Estados Unidos ya ha identificado a China como principal amenaza a su dominación global y dirige sus baterías contra el gigante asiático; al interior, las consecuencias sociales y políticas del neoliberalismo llevan a Trump a la presidencia. Estados Unidos se muestra en crisis.
Así llegamos a la guerra de Ucrania. Todo inició como consecuencia del cerco militar que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) le impuso a Rusia en las cuatro décadas pasadas, pues, a pesar de todos los llamados y las advertencias de Putin, la OTAN se amplió progresivamente hasta llegar a las fronteras rusas. Ante esta evidente amenaza a su seguridad, Putin tomó la única vía que le quedaba para defender su territorio: el uso de la fuerza. Una intervención militar como esta, que abiertamente marca un alto a la expansión de la OTAN (léase Estados Unidos) habría sido imposible algunos años atrás. La correlación de fuerzas a nivel global ha venido cambiando en las décadas pasadas y ahora Estados Unidos ya no es la gran potencia hegemónica de los años 1990. Económicamente, se espera que el Producto Interno Bruto de China supere al de Estados Unidos en 2035. Militarmente, si bien sigue siendo el país con mayor fuerza del mundo, ya no puede avasallar impunemente a los países que luchan por defender su soberanía. Visto en perspectiva histórica, la guerra en Ucrania representa el fin de la hegemonía total de Estados Unidos y el inicio de una nueva era en la configuración geopolítica mundial.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario