Se cumplieron exactamente tres años de que el Licenciado Andrés Manuel López Obrador asumiera la presidencia de la república. Durante este tiempo, la inmensa mayoría de los mexicanos hemos venido observando, pero sobre todo viviendo en carne propia, que la situación social no ha mejorado. Hay ahora un número mayor de pobres que se cuentan por millones, la inseguridad está sin control, la falta de medicinas sigue ocasionando protestas por parte de los familiares de los enfermos, la educación anda por los suelos, sigue faltando la inversión en el área productiva por el sector privado, recorte presupuestal a estados y municipios, el sector agropecuario abandonado a su suerte, escalada imparable de los precios de los productos de primera necesidad, pérdida del poder adquisitivo del peso frente al dólar, y la corrupción en el gobierno nadie la detiene, estos son sólo unos aspectos que están a la vista y que muy pocas personas se atreverían a negar. En este contexto nacional, el primero de diciembre; el presidente cambió la sede y el escenario de su mañanera, abandonó el salón de palacio nacional por el zócalo de la ciudad, estuvieron los mismos medios seleccionados, pero acompañados por, 250 mil ciudadanos, según los voceros oficiales, el formato fue el mismo. Como siempre, dijo más de lo que piensa hacer, muy poco de lo mal que ha hecho, pero eso sí, muy bien maquillado, culpando nuevamente a los gobiernos del periodo neoliberal.
En esta administración, la recesión económica empezó prácticamente desde la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, pues con esa acción perdió credibilidad y confianza en los inversionistas extranjeros y propició una fuga de capitales. Al no haber inversión extranjera ni nacional, se frenó la generación de empleos. Aun cuando el presidente asegure lo contrario, lo cierto es que el Instituto Mexicano del Seguro Social dice que está bajando el número de gente que se da de alta, indicador infalible de que hay mucha gente que no consigue empleo, pues este problema social de los mexicanos ya afecta a más de 44.5% de la población. A mitad del sexenio de la 4T, la pobreza lejos de atenuarse está en aumento. Inegi reportó que en el 2018 el 41.9% de la población estaba en pobreza, para el 2020 el porcentaje era de 43.9% son 55.7 millones de mexicanos en esta situación. La pobreza extrema también creció, de 8.7 millones en el 2018, para el 2020 llegó a los 10.8 millones, siendo los grupos indígenas los que atraviesan esta lamentable situación; principalmente en los estados de Chiapas, Guerrero y Oaxaca con más casos de pobreza extrema, son precisamente en estos estados donde se ha puesto en práctica, de manera más intensa, sus programas sociales de entrega monetaria directa, sobre esto el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) dice que estos programas integrales de bienestar se enfocan principalmente en las transferencias directas, pero no en asegurar un futuro libre de preocupaciones para las familias que son beneficiadas. En otras palabras, las transferencias directas es un dinero destinado al consumo, pero no están dirigidos a desarrollar las capacidades de los beneficiarios que más tarde les genere ingresos propios.
En el caso de la pandemia, de varias manera el presidente minimiza la tragedia de los mexicanos, según estudios del Instituto de Evaluación Métricas de Medicina, de la Universidad de Washington, señala que la cifra de víctimas mortales por la pandemia es tres veces más de las cifras oficiales, es decir estamos por arriba de los 600 mil muertos, el propio Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática difundió que a finales de octubre había un 45% más muertes que las reportadas por la Secretaría de Salud. La situación de la seguridad en nuestro país, desmiente lo que el presidente presumió en su festejo de tres años de gobierno, según él, vivimos en un país en pleno cambio, donde ya se erradicó la corrupción, donde la pandemia ha sido domada y se está mejorando el sistema de salud, donde los homicidios han sido contenidos y están disminuyendo. Es este último punto, en el asunto de la seguridad, el presidente vive en otro mundo, tal vez ignora que en los tres años de su gobierno se han registrado 105 mil homicidios dolosos, el 29% de cada 100 mil habitantes; hay tres veces más homicidios dolosos en este gobierno que con el de Calderón y dos veces más que con Peña Nieto y tal vez también ignora que la delincuencia lo está retando, pues en el mismo día de la fiesta en el zócalo, la delincuencia extrajo de una cárcel de Pachuca Hidalgo a nueve delincuentes del crimen organizado, algo nunca visto en nuestro país y es un reto directo al presidente.
En estos tres años pues, nada hay que festejar, el presidente no solo incurrió en una irresponsabilidad al convocar a una multitud de mexicanos en el zócalo de la ciudad de México, cuando está en puerta la cuarta ola de la pandemia, pues se ha anunciado por los organismos internacionales de salud de la peligrosidad de una nueva variante de covid. En su mañanera nocturna del primero de diciembre el presidente le mintió al pueblo de México, más que informe fue un acto de demostración de su popularidad, pues hizo mucho énfasis en el asunto de la revocación de mandato, tanta propaganda a este asunto que más bien debe entenderse como confirmación de su mandato, cosa que jurídicamente no hay razón de ser, puesto que fue electo para seis años, por lo pronto, los mexicanos tendremos que seguir aguantándolo otros tres años. pero mientras tanto pongamos los pies sobre la tierra, los mexicanos debemos desterrar a los gobernantes mediocres, que le mienten al pueblo para mantenerse en el poder, necesitamos gobernantes con una visión humanista, que conozcan los problemas reales de la sociedad, para eso también necesitamos que empecemos a organizarnos para tener al nuevo tipo de gobernante que el país necesita.
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