Por cada año que termina se genera en el hombre la sensación de que una etapa, por mala o buena que fuese, llega a su fin. El viejo año ha muerto, el nuevo nace y las esperanzas se renuevan.
Nos han inculcado la creencia de que es un renacimiento cuando, en realidad, es sólo una continuación. Una continuación del dolor de siempre o de la alegría de siempre que, lamentablemente, está reservado para los elegidos. ¿Qué gana el hombre común al esperar que el nuevo año, sin que nada cambie, sea mejor? ¿Qué espera el trabajador, el burócrata, el estudiante, cuando pone toda su fe en que a partir del primero de enero su vida se resuelva por sí misma? Esperan todo y nada ganan.
Sin embargo, esta forma de la esperanza le es muy útil a quien lleva años reproduciéndola. Vender fantasías, crear expectativas irrealizables, hacer, en definitiva, que el hombre viva de esperanza en lugar de realidades, es la manera más sutil y más eficaz de mantener el dominio sobre las masas. Nosotros luchamos contra las falsas esperanzas porque no fortifican, porque son alimentadas con la mentira y de ella nunca puede resultar nada bueno. Si de algo puede nutrirse una esperanza fortalecedora, útil y transformadora, es de la verdad. Decir la verdad, aunque a veces sea amarga, es la única forma de crear una esperanza que no debilite al hombre sino que le permita alcanzar el sueño que, sin ella, se queda en ilusión y se repite, año con año, de una forma cada vez más triste y patética.
México ahora está roto, está desestructurado y su gente navega sin rumbo y sin soluciones a la vista. Después de cuatro años de un gobierno infame, en el que el sufrimiento y la pobreza se han multiplicado, en el que la educación ha alcanzado los niveles más bajos del último siglo, en el que la enfermedad se ha llevado a millones que encontraron las puertas de los hospitales cerradas y los estantes vacíos de medicamentos. Después de todo esto, en que lo que lo único que se ha fortalecido es la delincuencia, la violencia y la inseguridad. ¿Qué podemos esperar del año entrante? ¿Se puede sostener la esperanza cuando no hay ya un punto de apoyo que resista tanta tragedia?
Lo peor de todo es que esto no acaba con el periodo presidencial. Si algo se aseguró Morena y Andrés Manuel López Obrador, desde su arribo al poder, fue la continuidad, al menos por un sexenio más. La compra de votos y de conciencias a través de apoyos y tarjetas que solo sirven de paliativo para la miseria es la constante del gobierno en turno. Aferrarse al poder a costa de la catástrofe de un país entero es el leitmotiv del morenismo.
La realidad, para 2023, no pinta halagüeña para la sociedad mexicana. El pueblo seguirá padeciendo y su sufrimiento se multiplicará día a día. ¿Existe alguna salida, alguna alternativa que permita vislumbrar el año nuevo como un año mejor sobre todo para los más de noventa millones de mexicanos que viven en situación de pobreza? La realidad que hoy se hace irrespirable, que ahoga la virtud, el aire y la luz, no puede cambiar esperando y, lamentablemente, se espera; se espera a que, como cada año, las cosas cambien por sí mismas, que el poderoso se apiade del desamparado, que le tienda la mano y lo levante por simple caridad y simpatía. Eso es imposible y la historia es suficientemente clara al respecto.
Ningún hombre que viva en la opulencia y en el poder se desprenderá de lo robado por más inmoral que haya sido esta apropiación. Para un pueblo que se sienta a esperar a que la realidad se resuelva por sí misma y que sus problemas desaparezcan porque el año termina, el desengaño será terrible.
Existe, a pesar de todo, una alternativa. Una solución que puede comenzar a cambiar esta sociedad infecta que año con año perpetúa los males del hombre. Sin embargo, para vislumbrarla, es necesario despojarse de las falsas esperanzas y abrazar la verdad aunque queme. Nunca, en ninguna época, se han resuelto los problemas humanos esperando y, mucho menos, han llegado sin luchar.
El pueblo de México: obreros, campesinos, profesores y trabajadores en general, tienen en sus manos la guadaña que puede cortar estos males. Para ello es preciso comprender que ningún partido los salvará y no hay mesías que pueda echar sobre sus hombros esta titánica tarea. Es necesario organizar un nuevo partido, crear una estructura popular en las colonias, las fábricas y el campo que haga suyo el poder de manera práctica y real, es decir, que obligue a los depositarios nominales de este poder a hacer su trabajo.
Organizarse en torno a un ideal y a un principio esencialmente popular no es un sueño, se ha hecho antes y podrá hacerse nuevamente. Todos los hombres y mujeres de este país, aquellos que estén cansados de esperar, deben aglutinarse en torno a una bandera que unifique sus intereses y los ponga, a ellos, a los verdaderos hacedores de la patria, en el poder que por justicia les corresponde. Si de algo puede servir el fin de un año y el inicio de otro es, sin duda, para confirmar que el balance final del partido en el poder y de todos los que le han antecedido es catastrófico y está muy lejos de representar los intereses que predica.
Iniciemos el nuevo año con un renovado espíritu de lucha y de organización, avivemos el fuego de la esperanza con acción y trabajo. Es posible crear un país mejor, es posible tener una vida diferente para nosotros y las generaciones venideras, pero esta posibilidad sólo se hará realidad con trabajo, trabajo y más trabajo. Esperancémonos, es válido, con un México mejor, pero comencemos desde ya, a construir esa patria nueva que millones de mexicanos queremos para nuestros hijos. Alimentemos, pues, la voluntad, con inteligencia y realismo.
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