El pueblo pobre de México lentamente va despertando del letargo, del adormecimiento producido por el dogmatismo religioso y de sometimiento, que se le inoculó en el espíritu, que a mi juicio, tuvo su feroz y sangriento origen con la llegada de los españoles al continente americano.
La cruz y la espada fue, durante muchos siglos, el inhumano símbolo de sometimiento a grado tal, que continúa en México, con algunos cambios, reproduciéndose está práctica. Cada sábado u otro día, el atrio de las iglesias se llenan de infantes para recibir el catecismo religioso. Este adoctrinamiento del miedo a recibir un castigo divino con la muerte, en el más allá, convirtió al pueblo mexicano en un ser obediente, pasivo, manipulable para soportar azotes, humillaciones y carencia de todo, por algún pecado original del pasado. Fue convencido de aceptar la pobreza misma en esta vida, si es que tiene la esperanza de una vida mejor llena de abundancia en el más allá. Adoctrinado a no cuestionar, se convirtió el pueblo así en una máquina sólo para producir mercancías o servicios, trabajando sin parar, ya que trabajamos desde el alba hasta el ocaso del día; de sol a sol durante su miserable vida por generaciones enteras y recurrentes. Pero, la gran masa de trabajadores no está sola, tienen sus redentores, como tienen ahora a los antorchistas.
La historia registra a brillantes seres humanos, geniales, diría yo, que han buscado siempre de alguna manera la emancipación y la solución a los problemas sociales que el pueblo trabajador padece; hombres y mujeres que han puesto su inteligencia, su vida y su obras, para llevar al pueblo trabajador por el camino de su superación, a la conquista de su libertad, hasta romper las cadenas que lo esclavizan y que no le permiten disfrutar de la riqueza social que se produce en el país.
Grandes humanistas, filósofos y economistas, que se han desprendido de sí mismos para empuñar la hoz y el martillo del pueblo trabajador, haciendo propia su lucha, la lucha de los desposeídos. Así es como tenemos de ejemplo por la experiencia a Carlos Marx, Federico Engels o Lenin, que forjaron las herramientas ideológicas para transformar esta sociedad de los explotadores del capitalismo, por una sociedad más humana, más justa y más equitativa para todos los trabajadores del mundo, su lema fue: “Proletarios del mundo, uníos”.
En El Capital, obra cumbre de economía, filosofía y política de Carlos Marx, expone el autor con claridad la eterna lucha de las clases sociales, es decir, por un lado, los ricos, dueños del dinero y de los medios de producción, que son una ínfima minoría que se compacta a cada día, que poseen de todo y de sobra, y por el otro, la mar de obreros y trabajadores diversos, que solo cuentan con su fuerza de trabajo para sobrevivir, siendo estos la inmensa mayoría que cada día sufren la miseria que se ensaña mucho más con ellos, sumiéndolos en la ignorancia, mutilando su humanidad. Marx explica con maestría la explotación del hombre por el hombre: homos homini lupus.
El conocimiento de la filosofía del materialismo dialéctico y de la economía política marxista, puesta en manos del proletariado para su emancipación, es su arma fundamental para la lucha ideológica, ésta es la herramienta teórica que le permitirá transformarse en un generador de cambio, en un revolucionario social, para crear una nueva sociedad más equitativa, más justa y más humana para todos.
Es así como descubrimos que, no es posible que llegue un cambio social verdadero, sin la participación activa del pueblo mismo, como pretende hacernos creer la 4T. Sin los campesinos, las amas de casa, los maestros, los estudiantes, los comerciantes ambulantes, y sin los obreros a la vanguardia, no habrá cambio. El pueblo debe organizarse y exigir la solución de sus demandas, que no son pocas. Así, y solo así, el pueblo irá tomando conciencia de su clase social, y será activo participante en la transformación de una nueva sociedad.
¿Que estamos viviendo con la 4T? Argumentan a los cuatro vientos que, “por el bien de todos primero los pobres”, y lo sigue repitiendo; sin embargo, su gobierno impulsa las mismas prácticas económicas y políticas que afectan a la sociedad más desposeída. Y los ejemplos trágicos son: los más de 200 mil muertos por coronavirus, por un pésimo manejo de la pandemia; la cancelación de programas sociales que beneficiaban a los más necesitados; y la cancelación de la partida Ramo 23, donde el Congreso de la Unión destinaba una bolsa de recursos económicos para obras sociales.
En el municipio de Tecomán, en Colima, donde presto mi humilde asesoría antorchista, muchas familias carecen de viviendas, y otras viven hacinadas en cuartitos con improvisados techos; no hay un programa de vivienda a bajo costo, y no hay un programa alimentario que ayude un poco a las familias tecomenses. No hay obras que detonen la economía local. Este próximo 6 de junio, el pueblo de Tecomán debe orientar su voto con el candidato que se comprometa a resolver sus carencias de vivienda, de salud, educación, seguridad y cultura; aquel que en concreto nos diga cómo propone resolverlos. El pueblo pobre de Tecomán debe despertar y exigir una vida mejor. Estamos a tiempo.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario