Resolver de fondo el problema de las inundaciones en Tabasco, lo que quiere decir que nunca más "se vaya al agua” esa región, es lo que exige un creciente movimiento social que ha dirigido su petición al presidente de la república, a la Conagua, al gobernador de Tabasco, al alcalde de Villahermosa, y a quienes mandan en el Congreso estatal, todos ellos emanados de Morena, a quienes se pide que destinen tecnología y presupuesto suficiente para financiar de inmediato un plan hídrico integral que impida que las aguas de las partes altas inunden a los tabasqueños.
Las imágenes dramáticas de desamparo y desesperación de quienes se ven, junto con los suyos, con el agua hasta el cuello, que todos pudimos ver sobre todo en las redes sociales, no dejan lugar a dudas que los tabasqueños tienen razón en su exigencia, y que resolver esa petición es una prueba de fuego para un gobierno que se dice de los pobres y marginados, y cuyo titular en el poder ejecutivo es, por añadidura, oriundo de ese estado, pero que se han visto absolutamente rebasado por los acontecimientos e incapaz de brindar apoyo rápido y eficaz a los cientos de miles de damnificados de ese estado, que ocupa el sexto lugar en pobreza de sus habitantes y el primer lugar en desempleo de todo el país, lo que da una idea del tremendo golpe adicional que han significado las inundaciones para todas esas familias de por sí golpeadas por la pobreza y la desigualdad.
La exigencia de este movimiento no se reduce simplemente a que el gobierno eleve con costaleras los bordes de algunos ríos, habilite albergues, entregue vales con cantidades casi simbólicas de dinero, o rescate a la población cuando se ve presionado por las cámaras de video, acciones que se repiten cíclicamente cada que hay inundaciones en el llamado edén tabasqueño. Ahora, la exigencia popular es un plan integral de infraestructura que construya obras para la contención y conducción del agua, rehabilite los daños en las colonias y pueb otorgue recursos para el establecimiento de zonas habitacionales seguras, las que sean técnicamente necesarias y cuesten lo que cuesten, para evitar que se pierdan vidas y patrimonios, se colapse la región y se deterioren aún más las calles, carreteras, parques, escuelas y todos los servicios elementales de los que escasamente dispone la población más pobre, que sistemáticamente es la que más resulta damnificada.
Esto es perfectamente posible. Técnicamente, el problema de las inundaciones de Tabasco tiene solución y no es de los más complejos que existan en el planeta. Desde hace sig la humanidad ha hecho grandes obras para generar crecimiento económico, salvar vidas y aumentar el bienestar de la gente. Por ejemplo, se construyó el Canal de Panamá, por el que transitan barcos entre dos océanos que no están a la misma altura uno del otro, lo que evita a las embarcaciones dar un rodeo largo y peligroso por el extremo sur del continente americano, agiliza el comercio y genera crecimiento económico; se han construido largos túneles por debajo del lecho marino, por donde transitan ferrocarriles llenos de personas y automóviles, para conectar, por ejemplo, Francia con Inglaterra, en un trayecto de 39 kilómetros por debajo del mar; o el que conecta, también bajo el mar, las islas japonesas de Hanshú y Hokkaidó, separadas 51 kilómetros una de otra; y si hablamos de grandes obras para la contención de miles de millones de litros de agua, ahí están como ejemplo los pólderes holandeses, grandes diques con un mecanismo dinámico que permite irle ganando terreno al mar; o la presa más grande del mundo, la de Las Tres Gargantas, construida por los chinos en medio del Yangtsé, uno de los ríos más largos y caudalosos del planeta, presa que ha evitado grandes inundaciones y genera cantidades enormes de energía eléctrica.
Desde hace años existen planes elaborados por expertos para evitar en definitiva que Tabasco se inunde, pero siempre se han quedado a medias o en puros planes en el escritorio. Desde esta perspectiva podemos decir que el problema tiene ya una solución técnica y una cuantificación, aunque sea aproximada, del dinero que se requiere para evitar esta tragedia humanitaria cíclica. Las inundaciones son de los muchos problemas no resueltos por los que la gente votó por el actual presidente, y éste no puede simplemente responder que la culpa es de los que estaban antes de él, sino que debe destinar recursos del presupuesto federal, lo que implica posponer o tornar más lenta la construcción de algunos de sus mega proyectos como la Refinería que se encuentra en esa misma zona inundable, o el Tren Maya, tan cuestionado por el daño ambiental que ocasionará y la escasa utilidad social que traerá para los mexicanos.
El problema está resuelto y la fuente de los recursos también tiene solución inmediata. Pero… ¿bastará la racionalidad para que actúe el gobierno de Morena? Lo más seguro es que no. Abundan lo ejemplos de irracionalidad en la conducta del actual gobierno (la más dramática y de fama mundial es que el presidente no use cubrebocas en un país con más de 113 mil muertos por Covid-19), por lo que organizarse y exigir es la única opción para los tabasqueños que sufren de las inundaciones y para todos los mexicanos que vemos con indignación cómo "se van al agua” miles de familias. Se debe acelerar la formación de ese comité ciudadano, no dejar de promover la iniciativa a través de los medios de comunicación y las redes sociales, hacer campañas de sensibilización entre los tabasqueños afectados por el problema, perseverar en la exigencia de recursos para el plan hídrico integral, que hasta ahora se forma de pura saliva de los funcionarios y no tiene asignado un solo peso del presupuesto y, en el momento oportuno, movilizarse masivamente para que se haga realidad el plan de infraestructura y nunca más se inunde Tabasco. No hay de otra.
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