Trascurrió una semana de lamentables sucesos catastróficos en todos sentidos. Iniciamos con las fuertes lluvias que afectaron al Estado de México e Hidalgo, en donde miles de familia perdieron su patrimonio y pagaron su cuota de vida con alrededor de 20 víctimas.
Las imágenes que se observaron fueron realmente impresionantes: ríos inmensos sobre avenidas que arrasaban con todo lo que se interpusiera a su paso, municipios enteros bajo el agua como Tlahuelilpan o Ecatepec, personas que con tristeza y desesperación narraban las pérdidas totales de sus patrimonios construidos con mucho esfuerzo, esposas que con enojo reclamaban la muerte de sus maridos que pudieron ser evitadas si se hubiera atendido la infraestructura de hospitales o servicios básicos.
Pero la naturaleza nos tenía preparada otra sorpresa. Como se ha hecho constante en el mes de septiembre desde 2017, volvimos a sentir un temblor de 7.1 grados con epicentro en Acapulco Guerrero, donde también provocó derrumbes en viviendas y la muerte de dos personas.
Los días consecuentes fueron de lluvias e ineficacia gubernamental. Como en los hechos anteriores con los huracanes, el actuar de todas las autoridades de los distintos niveles de gobierno fueron insuficientes y se limitaron a: después del censo comenzaremos con la recuperación y ayuda a los damnificados.
Sin embargo, cuando pensamos que lo peor había transcurrido, sucedió otro hecho lamentable: el desgajamiento del cerro Chiquihuite en Tlalnepantla, el cual provocó que 10 viviendas quedaran sepultadas, lesionados y también fallecimientos.
En todos los hechos hay comunes denominadores: las pérdidas de vida, de vivienda, los afectados los pobres y que todas ellas se pudieron haber evitado. ¿Y luego entonces? La respuesta es directa y fría: no hay un interés por los pobres de ningún tipo.
En artículos pasados hablamos de que la trillada frase de “primero los pobres” es una mentira por donde se le quiera ver, en estos casos con la desaparición del FONDEN desde el año pasado, pese a que se conocen las temporadas de lluvias y lo que se ha hecho en materia de recuperación con respecto a los sismos.
Y es que de acuerdo con la Encuesta Nacional de Vivienda la posibilidad de acceder a una vivienda propia ha caído al pasar en 2014 de 61.4 a 57.1 por ciento en 2020. Otro dato que también arroja esta encuesta es que la demanda de renta también incrementó al pasar de 15.2% a 16.4%%, así como la vivienda prestada de 12.8% a 14.2%. La OCDE asegura que en México, sólo el 11.1% de la población tiene vivienda de calidad, y sólo el 19.8% tiene acceso a los servicios básicos. Un panorama nada alentador para los meses venideros.
Aunque no podríamos esperar ya a estos tres años de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador así como de Morena, que las cosas cambiaran para ahora sí “primero ayudar a los pobres”, una vez más nos vuelve a confirmar que la 4T no es “la verdadera transformación”.
Esta semana se presentó el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio 2022 por parte del recién estrenado secretario de Hacienda Rogelio Ramírez de la O y pese a estos antecedentes citados, al menos en materia de vivienda, la gente seguirá sin un patrimonio digno y sin apoyo real.
Ante las devastaciones acontecidas desde el 2020 con los huracanes y ahora con las lluvias, la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) nuevamente tendrá menos recursos, pues se le reducirá el presupuesto en 2022. Para el año en curso tuvo más de 16 mil millones, más que en 2020 recordemos que fue año de elecciones, el próximo únicamente contará con poco 12 mil 868 millones (-25%) para atender toda la demanda de falta de viviendas. ¿A dónde se irá la mayor parte de los recursos? A las obras emblemáticas y programas del presidente.
Y aunque todavía falta conocer si el presupuesto destinado para el Programa de vivienda social el cual depende de la SEDATU, podría recibir más de los 4 mil millones aprobados para este 2021, ya podemos adelantar que no hay esperanzas de que pueda incrementarse sino todo lo contrario.
Pero con la política de oídos sordos e indiferencia en los gobernantes morenistas también adelanta que no habrá cambios. Semanas atrás se vio la respuesta de golpes y represión que dio la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum a las familias de Tláhuac que llevan meses viviendo en medio de aguas negras por ser colonias irregulares las cuales no se ha querido hacer nada para mejorar su situación. O las denuncias de damnificados en Veracruz y Puebla por el huracán Grace, que siguen sin contar con luz, mucho menos un techo dónde resguardarse. El congreso de Michoacán que se niega a revisar si quiera la ley propuesta por el gobernador saliente, para darle certeza jurídica a las colonias irregulares en aquel estado que eviten ser desalojados.
Los damnificados de las lluvias y derrumbes recientes también se unirán a esos millones de desamparados que clamar atención inmediata, pero la respuesta volverá a ser la misma. Ni los veo ni los escucho. Es por eso que necesitamos exigir un presupuesto que responda a esas necesidades, que realmente se gobierne a favor de las mayorías, esto no se logrará en lo que resta del sexenio de Andrés Manuel si se sigue creyendo en el “combate a la corrupción y en se acabó lo con los de antes”. El cambio lo tenemos que hacer nosotros preparándonos para el 2024.
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