Amílcar Hernández Cruz nació el 10 de octubre de 1996 en San Vicente El Ocotal, municipio de Huitiupán, Chiapas. Sus padres fueron el señor Esaú Hernández Pérez y la señora Luvia Cruz Sánchez, personas de trabajo de campo, que luchaban todos los días por sacar a sus cinco hijos adelante. Miki, como de cariño lo llamábamos, fue el cuarto hijo y hermano de la familia, cursó el kínder, la primaria y la secundaria en las escuelas de su lugar natal, pero al ver que no avanzaría con su educación profesional decidió salir de casa e inscribirse en una escuela de nivel medio superior donde se sintiera identificado y donde sus padres lo apoyarían.
Así fue como en 2012 comienza sus estudios en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos de Simojovel (CECyT 10) escuela fundada por Antorchistas, ingresó como morador de la casa del estudiantes “Rosario Castellanos” y se incorporó a los talleres cultuales de este mismo hogar.
Amílcar luchó hasta el final, pero las injusticias de este sistema de salud, la falta de medicamentos, tratamientos en hospitales y negligencia, agotaron su cuerpo.
Conforme conoció y sintió el calor de lucha por el que los estudiantes de Simojovel y municipios aledaños tuvieron una mejor educación, decidió militar en la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR) logrando que se mantuvieran las becas alimentarias en la presidencia municipal de Simojovel y CDI de Chiapas, el primer equipo de sonido para el grupo de danza del albergue, mantenimiento y rehabilitación del mismo lugar, entre otras cosas.
Al culminar la preparatoria en 2014 se muda a la capital, Tuxtla Gutiérrez, en donde se integró al ballet estatal del Movimiento Antorchista en Chiapas, y en 2017 ingresó a la Universidad del Sur para comenzar la licenciatura en Ciencias de la Comunicación.
A Amílcar lo conocí en el ballet estatal del Movimiento Antorchista en Chiapas; nos preparamos durante muchas horas para participar en grandes escenarios, llevar la cultura y el arte que Antorcha nos enseñó como parte de nuestro patrimonio y que podíamos disfrutar aunque no tuviéramos dinero, pues los dos veníamos de familias pobres pero fue gracias al Movimiento Antorchista que descubrimos que podíamos tener una vida diferente y que nuestro paso por este mundo podía ser de hombres que recuerda la sociedad.
Fueron pocos escenarios que compartí junto a él, pero fueron muchos eventos en los que vi disfrutar de cada zapateado, cada cambio de vestuario, cada pista musical, pero sobre todo cada aplauso que el público les regalaba como muestra de agradecimiento porque alegraban sus corazones; en esos eventos me tocó ser su fotógrafa y perseguir la mejor toma para captar ese amor por la danza que había descubierto mi gran amigo y compañero.
Cuando cumplió 18 años llegó la decisión importante para su carrera profesional: qué estudiar. Y sin dudarlo decidió que quería ser periodista y ser en un futuro el vocero estatal de algún estado, y sí que lo logró. Pues desde ese momento forjó más su compromiso con la causa de los pobres de México y de Chiapas, y los papeles cambiaron: ahora era Amílcar con cámara y teléfono en mano.
Reíamos, llorábamos, nos enojábamos, discutíamos sobre el trabajo y al final trabajábamos en equipo para sacar las tareas de propaganda de Antorcha. Aún queda su recuerdo en la Oficina B de la casa de la 17 (como conocemos la oficina de Antorcha en Chiapas) en la computadora de escritorio negra, haciendo el trabajo de redes, área en la que se preparó muy bien y en la que vamos a echarlo de menos.
En 2021 como un profesional de la comunicación y las redes sociales, había llegado el momento de alcanzar lo que se había puesto como meta, ser vocero estatal en el estado de Tabasco porque la necesidad de nuestros hermanos tabasqueños llamaba a la puerta. Agarró sólo un par de cosas y llegando a la capital, con las herramientas que tenía al alcance, comenzó a propagar las ideas de Antorcha en aquel estado.
Nunca se imaginó ni nos imaginamos que comenzaría una lucha importante en su vida, pues es difícil aceptar cómo un joven tan lleno de alegría, tan entregado, fuerte y aguerrido debía luchar contra el maldito cáncer que acabó con su vida. Luchó hasta el final, pero las injusticias de este sistema de salud, la falta de medicamentos, tratamientos en hospitales y negligencia, agotaron su cuerpo: así fue que el 4 de marzo de 2024 nuestro querido Miki perdió la batalla.
Amílcar, hoy dejas de sufrir, dejas de sentir dolor y preocupaciones. Descansa en paz pues tu esfuerzo, trabajo, dedicación y esmero quedan guardados en cada uno de los corazones de las personas que te conocimos.
Tu partida es triste y duele, pero sé que vas a vivir en el recuerdo de los antorchistas.
Amílcar Hernández Cruz, ¡en Antorcha tu recuerdo seguirá vivo!
Fuiste un joven que dejó huella
Vuela alto Miki.
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