MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Repensando la relación filosofía-ciencia

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Hegel, uno de los más grandes pensadores que han ayudado a analizar el movimiento de lo real y sus distintas determinaciones, escribe en la Ciencia de la lógica 

El punto de vista esencial es que se trata de todo un concepto nuevo del procedimiento científico. La filosofía, si tiene que ser ciencia, no puede, como lo he recordado en otro lugar, tomar en préstamo para este fin sus métodos de otra ciencia subordinada, como sería la matemática, ni puede tampoco contentarse con las aserciones categóricas de la intuición interior, ni puede servirse del razonamiento fundado sobre reflexión exterior. Solamente la naturaleza del contenido puede ser la que se mueve en el conocimiento científico, puesto que es al mismo tiempo la propia reflexión del contenido, la que funda y crea su propia determinación. (Hegel, 1993;38). 

Lo que Marx hace es analizar el despliegue lógico del capital, llenarlo de determinaciones para elevarlo de lo abstracto a lo concreto, alcanzar la correcta representación de lo concreto en el pensamiento.

La filosofía como ciencia no puede ser absorbida por otras formas del quehacer científico, en la medida en que da cuenta de aspectos de la cosa que no pueden ser estudiados por los métodos utilizados por aquellas; además, en la medida en que pueda estudiarse por medio de la razón el proceso por medio del cual la cosa es se puede demostrar que el conocimiento de la filosofía no es sobre cosas irreales, sino de la cosa misma, que a ella corresponde y de ella da cuenta. La realidad captada en conceptos forma parte esencial de la ciencia, y en este terreno la filosofía tiene mucho que decir aún hoy día. 

Marx discutió muy poco acerca de lo que consideraba el método correcto y, por lo tanto, de las formas verdaderamente científicas para llegar al conocimiento verdadero. Sin embargo, en la llamada Introducción general a la crítica de la economía política describe brevemente lo que consideraba el “método científico correcto”: 

Lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, por lo tanto unidad de lo diverso. Aparece en el pensamiento como proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el efectivo punto de partida, y, en consecuencia, el punto de partida también de la intuición y de la representación. En el primer camino, la representación plena es volatilizada en una determinación abstracta; en el segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por el camino del pensamiento. (Marx,2017;51). 

Esto es lo que Marx intenta reconstruir en El capital, el proceso por medio del cual se puede pensar, se puede conceptualizar lo que el capital es, condición necesaria para su transformación en una sociedad mejor. Descubre relaciones que para otros economistas habían estado ocultas, conceptos centrales que cambian completamente la caracterización del capitalismo. No tenemos todavía un trabajo que refleje mejor lo que el capital es, y gran parte de lo que Marx hace es analizar el despliegue lógico del capital, llenarlo de determinaciones para elevarlo de lo abstracto a lo concreto, alcanzar la correcta representación de lo concreto en el pensamiento. ¿Hay ciencia experimental? De alguna manera Marx se ayuda de los datos para construir su caracterización del capital, pero no es ni el modelo al que se ajusta, ni el más importante.

El camino que ha seguido para demostrar la cientificidad de su análisis es el del descubrimiento de las determinaciones internas del capital, del estudio de su propia necesidad y cómo esta se va manifestando para mostrar su esencia, sus contradicciones y su unidad.
Parte de esto lo tenía claro el mismo Engels, quien en otra parte de su Anti-Dühring escribe: “La real unidad del mundo estriba en su materialidad, y ésta no queda probada por unas cuantas frases de prestidigitador, sino por un largo y laborioso desarrollo de la filosofía y de la ciencia natural.” (Engels, 1981;30-31).

El ser humano es resultado, la sociedad civil es resultado, las instituciones con las que vivimos son resultado, las ideas que nos determinan son resultado. Pero para conocer todo esto científicamente es necesario partir de nuestra realidad para analizar el proceso interno por medio del cual todo ha llegado a ser lo que es. En este sentido nuestro presente solo se conoce en la medida en que conocemos lo que nos ha determinado, lo que hace que nos manifestemos tal y como lo hacemos.

En filosofía existe una moderna forma de filosofar que siempre quiere lo actual, lo último que se ha escrito correspondiente a tal o cual tema, de acuerdo, pero esto no puede ser a costa de sepultar lo que ya ha sido pensado por otros grandes que escribieron mucho antes de nosotros. Nuestro presente y nuestro futuro están determinados por la lógica interna que se desplegó antes de nosotros, por lo que en cierta forma el futuro de la filosofía es también su pasado. La referencia al pasado no es para hablar de antigüedades, sino para vernos a nosotros mismos, a nuestro mundo, y para comprendernos un poco mejor. 

Por otro lado, el futuro de la filosofía está también a la espera de una reflexión más real acerca de la potencia interna de cada ciencia, así como de la relación correcta entre la ciencia natural y la filosofía. Sin pretender encajar en un modelo particular el pensamiento para poder designar cuál es su grado de cientificidad, muchos de esos modelos, aunque útiles para reflexionar y pensar las formas de clasificación de lo real, terminan por imponer un modelo de pensar lo científico. Pero ¿por qué ajustarnos a Kuhn y su estructura de las revoluciones científicas, caracterizado por paradigmas y periodos de acumulación de datos y revoluciones donde nuevos paradigmas se imponen? ¿O a Popper y su criterio de la falsabilidad?

El futuro de la filosofía (que puede ser trabajada desde el presente claro está) podría analizar la necesidad misma de la historia del pensamiento, no buscar el correcto esquema del pensamiento científico sino ver el largo proceso del desarrollo de la filosofía y las ciencias particulares para analizar qué es lo que hace efectivamente el pensamiento cuando piensa, cuál es la fuerza de su razón y, en este sentido, aceptar que oponer a la filosofía con otras formas de quehacer científico como si fueran opuestos irreconciliables es empezar con una dificultad que probablemente no sea necesaria. 

Herzen escribía en su libro antes citado: 

No cabe la menor duda de que la especulación y el empirismo son igualmente culpables de su mutua incomprensión, y ahora no se trata de justificar a una de las partes a cuenta de la otra, sino de explicar cómo ambas cayeron en una lucha como la del célebre apólogo de Menenio Agripa y demostrar con ello que esto es un hecho pasado, perteneciente a la tumba y a la historia, que continuar esta lucha es estúpido y nocivo para ambas partes. Tanto la filosofía como las ciencias naturales han superado su antagonismo temporal y cuentan con todos los medios para llegar a la comprensión de la fuente originaria de dicho antagonismo y de su necesidad histórica. Sólo un sentimiento de hostilidad hereditaria puede mantener esas acusaciones mutuas, mezquinas y caducas. Deben darse explicaciones cueste lo que cueste, comprender de una vez para siempre su relación y desprenderse del antagonismo; toda exclusividad es nociva, pues impide el libre desarrollo. (Herzen, 1968;39). 

Han pasado poco menos de ciento ochenta años desde que Herzen lanzara su evaluación esperanzadora sobre una época filosófica más rica y libre de misticismos. No podemos decir que no se haya hecho nada al respecto, pero sí que queda mucho por hacer. La filosofía del futuro debe reclamar su lugar en el conocimiento de lo real, su capacidad para mostrar la necesidad interna de los fenómenos, su fuerza para explicar nuestro presente, que es cuando necesitamos repensar una vez más qué somos, dónde estamos y hacia donde vamos. 
 

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