A causa de la pandemia de covid-19, en marzo de 2020, en México inició un periodo de aislamiento social que llevó a la suspensión de las clases presenciales para estudiantes de todos los niveles educativos.
De inmediato se dio el cierre de las aulas, en ese entonces el panorama era incierto, pues la SEP no contaba con un plan específico para darle continuidad a las actividades escolares, y no solo la Secretaría, realmente ningún individuo estaba preparado para enfrentar una crisis sanitaria. Conforme pasaban los días, la situación obligó a las autoridades educativas a buscar técnicas para darle continuidad al trabajo de estudiantes y maestros y así concluir el ciclo escolar 2019-2020.
Para el ciclo escolar 2020-2021; la situación se volvió aún más hipotética al anterior ya que la crisis sanitaria adquirió mayor impacto, trayendo como consecuencia no poder retornar a las aulas, mismo que originó la implementación de las modalidades: a distancia, en línea y virtual. Pero desafortunadamente dichas opciones trajeron consigo diversos panoramas en las diferentes escuelas del país. Las grandes desigualdades en la conectividad y en los espacios físicos para asistir a las sesiones de clase a distancia, así como la disparidad en los dispositivos digitales, su distribución en las familias, la carencia de capacitación para el uso de diferentes equipos tecnológicos y plataformas, impactaron en las posibilidades de participación de docentes, alumnos y sus familias. Cabe mencionar que los hijos de obreros, campesinos, jornaleros, etc. (Clase trabajadora) tuvo un impacto más fuerte, pues las carencias en diferentes aspectos se hicieron presentes.
Conforme pasaba el tiempo, los estudiantes, maestros y padres de familia se fueron adaptando a las condiciones que demandaba dicha situación, y, hasta ese punto el escenario para el regreso a clases se tornó altamente aleatorio, pues los casos de covid-19 y el índice de mortandad iban en aumento, y con lo único que se le hacía frente a la pandemia era netamente las medidas de prevención. Siendo hasta diciembre de 2020 cuando inicia la implementación del esquema de vacunación contra el virus SARS-CoV-2. El turno de los docentes llegó hasta abril de 2021, considerándose a éste como “un plan para el regreso a clases”. Pero dada las circunstancias fue imposible el retorno, pues la inoculación avanzaba a ritmo de tortuga y el cubrebocas no lo usaba ni el presidente y menos el responsable de combatir a la pandemia, el subsecretario de salud Hugo López Gatell.
Pese a la situación que se vivió, concluyó el ciclo escolar 2020-2021 y con ello la llegada de la tercera ola de la variante delta de la covid-19, más agresiva y contagiosa, que por uno u otro motivo ha causado más infección en jóvenes y niños (individuos en edad escolar). Y fue así como se dio el periodo vacacional y consigo nuevamente la incertidumbre sobre el regreso a clases; pero de buenas a primeras el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró el 24 de julio que las clases presenciales iniciarían a finales de agosto “llueve, truene o relampaguee”, ante tal situación emanaron dos posturas, en acuerdo y desacuerdo; pero la realidad es que no había ningún plan de trabajo estructurado para la reactivación de los centros educativos. Lo más preocupante hasta éste punto por parte de padres de familia y docentes era la propagación del virus dentro de las aulas y con ello un contagio masivo entre los estudiantes, docentes y sus familias, por lo tanto la petición en diversos medios de comunicación para considerar a los niños, niñas y adolescentes dentro del esquema de vacunación no se hizo esperar; ante tal panorama que se vivía, nuevamente el presidente con sus declaraciones absurdas dijo en una mañanera: “Tenemos que priorizar, tenemos que saber si se requieren o no se requieren, no estar sometidos, subordinados a que las farmacéuticas sean las que nos digan que falta una tercera dosis, falta una cuarta dosis, falta que se vacunen los niños”; lo que lleva a la conclusión que en las políticas públicas que la 4T ha implementado no está la protección a la niñez, al contrario, la ha dejado más vulnerable ante los embates de las enfermedades como el cáncer o la covid-19, ello sin contar que el cuadro general de vacunación para los infantes se ha desfasado por el desabasto de antígenos, cabe añadir que subyace en este argumento del presidente es que no quieren gastar en vacunar para este sector de la población, porque los recursos presupuestarios en ese entonces se aplican a otras prioridades, como la consulta popular que a decir del INE costó 568 millones de pesos; el cual también fue un rotundo fracaso y que después de dicho suceso no dio declaración alguna.
Ante todas las adversidades que se hicieron presentes para el retorno presencial a las aulas, y pese a que México se encuentra en la tercera ola de contagios por covid-19, el 30 de agosto alrededor de 30 millones de alumnos de educación básica comenzaron un nuevo ciclo escolar tras 17 meses de no asistir a clases presenciales, lo cual implicó e implica un reto de salud pública, un reto a los padres de familia, y sin duda uno sumamente relevante, el papel del docente, pues se concluyó por optar por cualquiera de las tres modalidades propuestas: presencial, en línea o híbrida; respecto a la híbrida representaba un gran desgaste físico para los docentes, pues ésta representaba un doble esfuerzo ante dos grupos con demandas diferentes; respecto a la modalidad en línea, pudo ser más viable ya que si analizamos la esencia de su origen caemos en la razón de su existencia; y respecto a la modalidad presencial, se hablará a continuación.
Actualmente el ciclo escolar 2021-2022 cumple 6 semanas, y en algunas escuelas ya se vio interrumpido, ¿La razón? contagios de Covid-19 entre alumnos o personal educativo y pese a que la Secretaría de Educación Pública (SEP) presentó un protocolo de nueve acciones para asegurar un retorno seguro a los salones de clase; no obstante, esto no ha evitado la aparición de contagios por el nuevo coronavirus. Lo peor es que el problema no acaba ahí, ya que en el regreso a clases presenciales en la mayoría se han expuesto las diferentes condiciones de las escuelas, principalmente carencia en materia de infraestructura, mobiliario, equipamiento, insumos de limpieza e incluso organización. Cabe recalcar, no todas las escuelas son iguales ni las poblaciones tienen las mismas características, y más cuando de escuelas públicas se trata, pues los salones de clases y escuelas en su generalidad no están equipadas para tener la higiene de manos, menos para estar ventiladas, añadiéndole a esto las condiciones climáticas de diferentes regiones del país, que impactan de manera indirecta ante tal situación. Además, es muy complicado que alumnos pequeños de primaria y preescolar no tengan contacto físico porque al final de cuentas son muy táctiles y están acostumbrados a estar cerca de otros niños y palpar diversos objetos que encuentran en su entorno. Por su parte, la Secretaría de Educación Pública (SEP) elaboró un protocolo para establecer filtros de salud: en casa, en la entrada de la escuela y en el salón de clases, sin embargo, esto podría no ser suficiente para garantizar que no se propaguen contagios por covid-19 en las aulas, mismo que esperemos no tenga consecuencias lamentables en un futuro no muy lejano.
Todos anhelábamos y anhelamos el regreso a las clases presenciales seguras, en todos los niveles, pero en este momento el escenario es tan complejo como confuso. Para ofrecer una propuesta educativa relevante a los desafíos que estamos viviendo es urgente repensar seriamente nuestras prioridades educativas, lo que se hace en la escuela y cómo lo hacemos. Vivimos en dos mundos paralelos -el de la apertura y el de la tercera ola de la pandemia- y esta situación va a continuar. Por ello, el desafío es diseñar escenarios y actividades de aprendizaje auténticas que reúnan lo que los alumnos aprendieron -y siguen aprendiendo- en la pandemia, los saberes que les permitirán seguir enfrentándola y anticipar lo necesario para la vida pospandemia. Esto significa transitar hacia una selección crítica de los temas para dar prioridad a aquellos procesos y contenidos que contribuyan a la formación de una ciudadanía capaz de entender las condiciones que nos llevaron a la situación actual y que pueda imaginar y crear un mundo sostenible.
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