La celebración mexicana del Día de Muertos es una tradición que ha perdurado a través del tiempo, con una gran influencia de la religión católica en la actualidad, pero que, en nuestro país, desde antes de la llegada de los españoles al continente americano, ya existía. No lo hacían en estos primeros días de noviembre, distintos días del año los dedicaban con mucha devoción y fe a rendir tributo a sus difuntos. Estas festividades tenían una estrecha relación con la naturaleza; las creencias sobre la muerte era una concepción muy diferente a la que tenemos en nuestros días; para nuestros antepasados prehispánicos, la muerte era una continuidad de la vida. Las procesiones y el uso de la flor de cempasúchil, la costumbre de colocar frutas y comida, es herencia de nuestros antepasados. En estas fechas (1° y 2 de noviembre), las familias se reúnen y reflexionan sobre la ausencia física de sus seres queridos. Miles de mexicanos que en el año pasado y en este 2021 ya no están físicamente entre los suyos, ahora son parte de los homenajeados. También los que formamos parte del Movimiento Antorchista Nacional, de esta gran organización con presencia en todo el país recordamos y les rendimos un merecido homenaje a nuestros compañeros de lucha que han partido al viaje sin regreso. En nuestra patria, este año, son más las tumbas que se visitaron para llevarles ofrendas y “convivir” con ellos en el panteón.
Nadie debería tener temor a la muerte, al contrario, debemos de recibirla con agrado cuando esta llegue como consecuencia natural de una vida, cuando lleguemos a una etapa en que el organismo físico se ha agotado y su ciclo de vida biológico ha llegado a su fin. Sin embargo, vivimos en una época, que por las relaciones sociales entre los hombres y sobre todo por la deshumanización de las clases que mantienen el poder político y la dominación por los que acaparan la riqueza social, millones de hombres, mujeres y niños no tiene esperanzas de llegar a la vejez. Para estas clases gobernantes, que están al servicio del dinero no les interesa el bienestar del resto de la sociedad, en especial a la clase trabajadora. Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la república se ha registrado un incremento alarmante de decesos a causa del mal desmantelamiento del sector salud que ha imposibilitado la atención oportuna y de calidad de atención a los contagiados para salvarlos de la muerte por el contagio del coronavirus; la muerte de niños con cáncer por la falta de medicinas porque el Gobierno dejó de comprarla y no precisamente por falta de dinero. Y finalmente, para citar solo tres ejemplos, la muerte de miles de mexicanos en manos del crimen organizado, provocado por el solapamiento y complicidad del gobierno en todos los niveles hacia los grupos delictivos. Por todas esas muertes debemos de inconformarnos y protestar, porque todos son víctimas del sistema y del gobierno de la 4T.
Los datos estadísticos nos dicen que nuestro país ocupa a nivel mundial el cuarto lugar en decesos a causa del coronavirus, solo por debajo de Estados Unidos, Brasil y La India, el decimoquinto en contagios y el primer lugar en decesos de personal médico a causa de la pandemia. El 1° de noviembre, la Secretaría de Salud reportó que los casos registrados de personas contagiadas en nuestro país ha sido de 3 millones 808 mil 205. Mientras que 288 mil 664 han muerto a causa de esta enfermedad, lo que significa que el 10% de los contagiados no pudieron salvarse. Estas cifras son oficiales. No es exagerado pensar que mucha gente muere en sus casas, porque su precaria situación económica no les permite costear los gastos y mueren sin ningún auxilio médico. Según los expertos en estadística, estos aseguran que la cifra de decesos rebasa el medio millón de personas. Mientras que, por otro lado, las medidas de prevención, es decir en aplicación de la vacuna no avanzan al ritmo de las circunstancias, de 126 millones de mexicanos solo a 60 millones se le ha aplicado la dosis completa, es decir al 50% de la población, el plan de vacunación esta lento, contrario a las semanas previas a las elecciones federales del 6 de junio, las razones son claras. Se juega con la salud de los mexicanos haciendo proselitismo político. Al transformar el Seguro Popular en el Insabi, el Gobierno de la 4T desmanteló la estructura de salud que había en México, los recortes del presupuesto dificultaron la adquisición de fármacos. Según la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con Cáncer (AMANC) la cifra de decesos de niños con esta enfermedad entre enero de 2020 a junio de 2021 ha sido de 1602, relacionada con la falta de medicamentos. Pero el doctor Rogelio Pinales de la misma asociación, aclaró que esta cifra correspondía a un periodo de nueve meses, que la cantidad real es otra, los decesos infantiles, en los tres años de la 4T, oscila entre los 5 mil y 6 mil muertes, resultado de las malas decisiones del gobierno en materia de salud.
A la mitad del sexenio de López Obrador, nuestro país ha sufrido los tres años más violentos en la historia reciente, la cifra rebasa los 100 mil muertos, 97 mil 532 homicidios dolosos y 2 mil 812 feminicidios. Es una muestra de que el estado no ha sido capaz de frenar esta ola de violencia, la táctica de la guardia nacional no ha funcionado y mucho menos la recomendación de “abrazos y no balazos”
Desafortunadamente, casi todos los muertos, el 99% de los fallecidos por estas causas son de familias humildes, de trabajadores, del pueblo pobre. Los mexicanos no debemos aceptar ni estar resignados a seguir soportando esta situación. Miles de familias están de luto cuando un buen porcentaje de muertes se pudieron evitar. Es una desgracia que la sociedad haya alcanzado grandes niveles de desarrollo y que en la ciencia médica se tengan logros sorprendentes, pero que el derecho a usarlos solo sea exclusivo de una minoría que ha acaparado la riqueza que genera la clase trabajadora, mientras que ésta se muere por que su raquítico salario no le alcanza para pagar su atención médica y comprar los medicamentos. El Estado mexicano comete un crimen al dejar morir a los niños a temprana edad, abandonándolos a su suerte, marchitándose como a una planta cuando se le priva del agua. En estos días de noviembre que recordamos a nuestros muertos, que miles de familias están de luto, coloquemos las ofrendas en el altar en su memoria y llevémosles flores a sus tumbas, pero hagamos conciencia que nosotros mismos podemos cambiar la situación, que no merecemos estar viviendo en estas condiciones de miseria, de abandono e insensibilidad de este Gobierno. Los pobres debemos de organizarnos, trabajar y luchar por un mejor país.
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