En fechas recientes se ha vuelto acto común que para señalar el desacuerdo con la perspectiva bajo la que se analiza cierto fenómeno se diga que se está “politizando”. Si algún político del nivel que sea acude a alguna zona que sufre alguna desgracia, se dice que esa persona está politizando la situación; o cuando alguien manifiesta una postura sobre algunos movimientos sociales, feminismo, indigenismo, LGBTQ+, en la que se pide que las demandas pasen del plano social al plano político, se dice que se está politizando el movimiento. Esta acción: politizar, y este adjetivo: politizado, casi nunca son definidos por sus críticos, por lo que se hace difícil señalar con precisión qué tienen en mente cuando utilizan el concepto. Sin embargo, lo que queda claro es que la mayoría de las ocasiones se utiliza en un sentido negativo.
Creo que el uso de este concepto no es inocente, sino que responde a un contexto político y social en el que se pretende que las clases y sectores sociales se manifiesten contra las injusticias que más padezcan, pero que estas manifestaciones se queden únicamente en el plano más superficial de la cuestión. Claramente sería un error asegurar que el cien por ciento de quienes usan este concepto en un sentido negativo lo hacen con plena consciencia de lo mencionado, y sería igualmente pretencioso aseverar que el interés mencionado es el que subyace en todo uso del concepto. Pero es fundamental poner este tema sobre la mesa, tratar de comprender sus fundamentos y cómo afecta el mapa de la opinión pública y los movimientos sociales.
Una de las tareas más básicas para el movimiento revolucionario que Lenin presenta en el ¿Qué hacer? es precisamente la de politizar a la masa. Lenin es claro al señalar el porqué de esta tarea y qué es lo que tiene en mente cuando habla de politizar a la masa. Siguiendo al viejo Engels, quien dice que los movimientos revolucionarios no se pueden limitar a lucha en el plano económico, a la lucha dentro de la fábrica, sino que deben ampliar su lucha a otros dos frentes igualmente importantes, el político y el ideológico, Lenin apunta que el movimiento revolucionario debe influir profundamente en la masa para que sienta la necesidad de participar activamente en estos tres flancos. La limitación de la lucha a uno solo de éstos, el que sea, sería muestra de que no se ha comprendido que el capitalismo no se reduce exclusivamente a un fenómeno económico, teórico o político, sino que funciona como una totalidad que abarca los distintos ámbitos de la vida humana.
La importancia de la lucha económica está marcada porque es en las relaciones de patrón-asalariado/a en donde se manifiesta con mayor claridad la explotación que el capitalismo requiere ejercer para su continuidad. En la reducción de los salarios, de las prestaciones, las condiciones laborales para que el trabajo se ejerza con seguridad, o en la ampliación de los turnos de trabajo, hay material para que los trabajadores comprendan desde su misma experiencia que el capitalismo es un sistema injusto que no cambiará únicamente con promesas. Con lo anterior, los trabajadores han de comprender también que es indispensable que se organicen en sindicatos, por ejemplo, para hacer exigir y proteger lo que les corresponde. La lucha ideológica, por su parte, es importante porque el capitalismo no podría sustentarse sin un fundamento teórico que constantemente proporcione argumentos, ideas, discusiones, que “muestren” su necesidad y superioridad como modo de organización social. Por tanto, es indispensable también que el movimiento revolucionario combata estas concepciones que penetran diariamente en la conciencia popular.
Por último, la lucha política es crucial porque la explotación que fundamenta diariamente al capitalismo adquiere una forma institucional; es decir, se construyen instituciones legales, instituciones políticas, que cuidan el mantenimiento y continuidad del capitalismo como modo de organización económica y social. Ciertamente estas instituciones no son solo negatividad para el proletariado y las clases medias; pueden ser benéficas en la medida en que permitan un contrapeso político que exija el cumplimiento de ciertas normas legales que “igualen” el piso común. Por ejemplo, que se respeten los derechos que constitucionalmente han ganado los movimientos obreros, que se instituya una política fiscal progresiva en donde paguen más impuestos quienes más ingresos tienen, que se destine gasto público suficiente para elevar el nivel de vida de las clases trabajadoras, que haya programas respaldados por el Estado que atiendan problemas y necesidades de las mujeres, de las/os indígenas, que se instaure una política estatal para construir una economía con compromiso ecológico, etcétera. En suma, la lucha política es importante porque obliga a que el Estado no reduzca sus obligaciones para con las élites y responda y legisle también, y principalmente, para las clases trabajadoras.
La relevancia de estos puntos con el problema de la politización es lo que se tratará en la siguiente entrega
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