El pasado 13 de febrero la empresa Meta (antes conocida como Facebook) cumplió 20 años de vida, en los cuales se ha posicionado como un gigante dentro del internet, poseyendo dos de las plataformas más usadas a nivel mundial: Facebook e Instagram.
Sin embargo, estas dos décadas han sido como una montaña rusa para su creador, Mark Zuckerberg, quien ha pasado de tener el monopolio de las redes sociales a precipitarse abruptamente hacia la pérdida cada vez más constante de usuarios. Un camino que la ha solidificado como una de las herramientas de espionaje más eficientes y rentables de la historia.
Para muy pocos ya es sorpresa el funcionamiento real de las redes sociales, que se venden como una herramienta para la comunicación masiva e inmediata de manera “gratuita”. Tienen un modelo de negocios que se basa en los usuarios —no en que ellos paguen, claro está—; en conseguir la mayor cantidad de información posible de estos para venderla a empresas, marcas o políticos y ellos, a su vez, nos vendan ideas o productos.
Para muy pocos ya es sorpresa el funcionamiento real de las redes sociales, que se venden como una herramienta “gratuita”, aunque realmente se pagan con nuestros datos personales.
Las redes sociales y el usuario están en mutua dependencia; ninguna puede existir sin la otra; los usuarios damos toda nuestra información personal, preferencias, lugares que visitamos, estados de ánimo, etcétera, y a cambio recibimos información y entretenimiento basado en esa misma información, la cual nos presenta contenidos que aseguren que sigamos consumiendo las redes y retroalimentando. Un círculo vicioso que garantiza el modelo de negocios.
Esto es así porque detrás de las aparentemente inofensivas plataformas, están los intereses económicos de la clase en el poder, que es capaz de todo con tal de vender sus productos o servicios, mientras que del lado de los usuarios se encuentra la clase desposeída, la cual está a merced de estos y los demás medios masivos de comunicación. Y si se duda de esto, basta con buscar cualquier declaración de un multimillonario, los cuales advierten y prohíben a su propia familia usar estas plataformas.
¿Qué peligros se corren? Si de entrada no nos asusta estar a merced de quien tiene todos nuestros datos privados y el derecho —dado por nosotros mismos al aceptar los términos y condiciones— a hacer con ellos lo que quieran.
Se ha demostrado a través de estos años, en primer lugar, la dependencia —parecida casi a la de una droga—, que pueden llegar a causar, producto de que, al conocernos perfectamente, se nos muestran contenidos que nos hacen estar contentos e interesados por horas; sumado esto al daño psicológico que puede causar.
Depresión o ansiedad porque el mundo que vemos en redes no es el mismo que está en la realidad, porque no podemos ser la versión perfecta de nosotros mismos que mostramos a través de internet, o por el acoso digital fruto de la despersonificación de la gente.
He aquí la explicación de por qué Mark Zuckerberg es desde hace un par de años, parte de la lista de los hombres más ricos del mundo y Elon Musk, quien la encabeza, vio necesario influir en ellas con la compra de Twitter.
Ante este panorama desesperanzador ¿es necesario rendirse? Por supuesto que no
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