El desempeño de la economía de México durante los primeros cinco años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido dispar. El país fue el último entre sus pares latinoamericanos en recuperarse de la recesión económica causada por la pandemia de Covid-19. Aunque se implementaron diversas políticas y programas para impulsar el crecimiento económico, los resultados han sido mixtos.
Durante su campaña presidencial, López Obrador prometió transformar la economía de nuestro país y mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Sin embargo, la realidad ha sido diferente. El crecimiento económico ha sido lento y la inversión extranjera disminuyó Muchos expertos argumentan que la falta de certidumbre y las políticas económicas poco claras ahuyentaron a los inversionistas.
Uno de los principales problemas que enfrenta la economía mexicana es la falta de diversificación. El país depende en gran medida de la exportación de petróleo y de la industria manufacturera, especialmente del sector automotriz. Esta dependencia deja a México vulnerable a las fluctuaciones del mercado internacional y limita su capacidad de crecimiento.
Además, la corrupción y la inseguridad, problemas que la 4T prometió atender desde el primer día de su gobierno, han venido acrecentando más en su sexenio, mientras que la percepción de corrupción sigue siendo alta y la violencia persiste en algunas regiones del país. Estos factores afectaron la confianza de los inversionistas y dificultaron la atracción de capital extranjero.
Nos preguntamos también si fue López Obrador ¿el presidente de los pobres?, de aquel lema de “por el bien de todos, primero los pobres”; lo que podemos decir es que la elección de López Obrador como presidente de México generó muchas expectativas en cuanto a la lucha contra la pobreza. Durante su campaña, prometió implementar políticas sociales y económicas que beneficiaran a los más desfavorecidos.
Sin embargo, a pesar de sus “buenas intenciones”, el gobierno de López Obrador enfrentó desafíos significativos en la implementación de estas políticas. Y no fue la falta de recursos y la resistencia de ciertos sectores, como afirma, sino en verdad la nulidad de esfuerzos para reducir la pobreza de manera efectiva, pues el presidente prefirió regalar dinero que implementar programas efectivos que emplearan la mano de obra de quienes padecen pobreza en México.
A pesar de estos desafíos, es importante destacar que la lucha contra la pobreza es un proceso complejo y a largo plazo. Hace falta crecimiento económico, pero con un cambio en la perspectiva política, a través de un sistema social progresista; sin duda, un crecimiento económico implicaría un aumento en la posibilidad de reducir la pobreza, pero ejemplos sobran para demostrar que no siempre un crecimiento económico responde a un decrecimiento de la pobreza, sino que siempre, a costa del crecimiento económico y de su concentración por parte de unos pocos, crece potencialmente los pobres y la desigualdad.
Es cierto también, que no se puede esperar que un solo gobierno resuelva todos los problemas de pobreza de la noche a la mañana, pero es de lamentar que no sea el gobierno quien encabece un enfoque integral que involucre a todos los sectores de la sociedad y que aborde las causas estructurales de la pobreza, si es reprobable.
En resumen, la pobreza sigue siendo un problema persistente en México y en todo el mundo. La deuda puede ser tanto una carga como una inversión, dependiendo de cómo se utilice. El desplome de la inversión y la falta de oportunidades son obstáculos significativos para combatir la pobreza. Si bien López Obrador ha prometido luchar contra la pobreza, enfrenta desafíos en la implementación de políticas efectivas. La lucha contra la pobreza requiere un enfoque integral, sin embargo, el tiempo pasa y poco a poco se disipa la promesa de primero los pobres.
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