Es una verdad indiscutible que uno de los motores para lograr un progreso y desarrollo profundo de un país es la educación. Así lo ha demostrado la historia con ejemplos muy claros como la alfabetización de Rusia y China después de sus procesos revolucionarios y que les permitieron convertirse en verdaderas potencias del mundo moderno. A Cuba, por citar otro ejemplo, su nivel educativo le ha permitido sobrevivir al embate del imperialismo estadounidense, mérito del que muy pocos países estarían en condiciones de presumir. Unicef reporta que casi 888 millones de niños y jóvenes han sido afectados por el cierre parcial o total de escuelas y que muchos de estos, los más vulnerables por sus condiciones económicas, probablemente no regresarán a las instituciones educativas. En México, esta cifra alcanza los 9 millones según datos proporcionados por el Inegi y citados por El Universal en una nota del 24 de marzo del corriente año, un dato aterrador si consideramos que la población de la ciudad de México es de 9.2 millones de habitantes. Por otro lado las empresas que más requieren de mano de obra calificada también ejercen presión pues saben que ésta será mermada cuantitativa y cualitativamente de manera importante repercutiendo en sus ganancias.
Estas verdades, por todos conocidas, son las que motivan a que muchos gobiernos de diversos países hayan tomado como bandera política la decisión de regresar a sus estudiantes a las aulas. Algunos de ellos, como nuestro país, sin considerar el riesgo que implica esta acción y de manera descuidada. Algunos otros con mejores resultados han tenido sumo cuidado y precauciones en la forma de retornar a las escuelas. Expansión.mx reporta en su artículo del 15 de junio algunas claves de las experiencias más exitosas en Europa: altos protocolos higiénicos anti-covid en las escuelas, distancia social, sistemas escolares híbridos (presencial y a distancia) estrategias eficaces de detección, rastreo y seguimiento a los casos que se den en los planteles y sobre todo exitosas campañas de vacunación con la mayoría de países arriba del 50 por ciento de su población ya vacunada.
Nuestro gobierno, hasta hace poco, se planteaba ese ansiado regreso a clases aupado sobre todo por las élites empresariales y los pobres resultados en materia económica y en definitiva, de la estrategia educativa. Sin embargo, deberíamos plantearnos si se han dado los pasos suficientes para acercarnos siquiera a las condiciones que nos permitan tener un regreso seguro a los salones de clase. Muy poco se ha dicho acerca de los protocolos de salubridad e higiene en las escuelas. El distanciamiento social es poco probable en escuelas donde muchas veces se atiende a más de 50 alumnos por salón. Tampoco se garantiza que en caso de llegar a un sistema híbrido existan métodos para salir del bache que ya de por sí nos tenía sumidos en pésimos lugares de aprovechamiento académico. Y estamos muy lejos de poder decir que la campaña de vacunación en nuestro país sea exitosa con sólo cerca del 10 por ciento de nuestra población ya vacunada.
Después de todo esto podemos afirmar que hoy ese retorno se ve o debería verse nuevamente como un objetivo distante. Nuevas amenazas como la Cepa delta del coronavirus y los resultados que se tuvieron en los estados que se atrevieron a intentarlo de manera muy entusiasta pero poco meditada como la de la CDMX que tuvo que volver al confinamiento solo después de una semana por el repunte de casos nos exigen replantearnos los objetivos de nuestros gobiernos. Ningún capital o beneficio económico vale la vida de ninguno de nuestros hijos. Sí a la educación y sí al regreso a las aulas pero no de manera descuidada y mucho menos sin una campaña de vacunas para todos nuestros estudiantes y maestros.
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