Como todo el mundo sabe, hace 50 años nació Antorcha Campesina en un pueblo marginado de la Baja Mixteca poblana, en Tecomatlán, Puebla. Los fundadores, como se ha dicho, fueron tan sólo 30 campesinos, urgidos por la necesidad de gestionar una escuela secundaria para que sus hijos tuvieran la oportunidad de cursar ese grado, ya que, a fines del siglo XX, sólo existía una escuela primaria.
Ese hecho desencadenó el trabajo de construcción de una organización de masas que durante 50 años ha ayudado a cambiar las condiciones de vida de millones de mexicanos.
El 24 de marzo los huitziltecos celebrarán que Antorcha Campesina llegó hace 40 años a su pueblo para frenar la violencia sembrada por caciques y matones de la Unión Campesina Independiente.
En México, hay tantos ciudadanos a los que los gobiernos locales, estatales y federales no prestan atención que Antorcha fue muy bien recibida. Con arduo trabajo, gestiones y organización, fue posible mejorar las condiciones de vida de miles de poblanos primero y luego de millones de mexicanos.
En pocos años, Tecomatlán pasó de ser un pueblo productor de migrantes a un lugar con todas las comodidades de la vida moderna y, lo que es más importante, con suficientes escuelas para proporcionar educación en todos los niveles académicos a toda la población.
En 1984, los éxitos del trabajo antorchista en Tecomatlán y otros municipios poblanos llegaron a oídos de los habitantes de Huitzilan de Serdán, Puebla, quienes durante años padecieron la violencia y la explotación de caciques y sus aliados, un grupo de matones. Sintiendo la necesidad, solicitaron la intervención de la organización, conocida por defender los intereses del pueblo.
Bajo la guía de valientes activistas antorchistas, que arriesgaron sus vidas para ayudar a los huitziltecos, el pueblo organizado venció a quienes habían asesinado a cientos de sus familiares. Una vez pacificado el pueblo, comenzó el trabajo colectivo y llegó el progreso.
Hace más de 20 años conocí Huitzilan de Serdán, un verdadero paraíso natural, con una infraestructura moderna donde sus habitantes viven en un clima de paz y trabajo.
Todo el inmenso trabajo que miles de activistas del antorchismo han desplegado durante 50 años a favor de los mexicanos marginados del país es la realización del ideal original de la organización antorchista: construir una sociedad en la que todos tengamos mejores oportunidades de trabajo, vivienda, salud, educación, cultura y deporte, entre otros ámbitos.
Todas las obras gestionadas durante 50 años y construidas en todo el país se consiguieron mediante gestiones y marchas desgastantes para ser escuchados por gobernantes que no fueron menos necios y cerrados que los actuales.
Estas acciones suavizaron la terrible situación de pobreza en la que vivían los mexicanos más desprotegidos por el injusto régimen económico prevaleciente, ya que los trabajadores de todas las ramas de producción reciben un miserable salario, a pesar de ser ellos quienes generan la gran riqueza que disfrutan los dueños de los medios de producción.
Cambiar este sistema injusto de distribución de la riqueza es el objetivo profundo de la organización social más exitosa del país. Lo que Antorcha busca es construir una sociedad más justa e igualitaria para todos los mexicanos, no sólo para unos pocos ricos como sucede hasta ahora en México, a quienes el presidente López Obrador defiende y protege una y otra vez.
Desde hace 50 años, Antorcha se propuso trabajar en la construcción de una sociedad en la que todos los mexicanos tengan empleo y salarios suficientes para solventar todas las necesidades propias y de sus familias, y así tener una vida plena y satisfactoria. Esto requiere obras en las que se atienda la salud, se eduque, se haga deporte, se tenga recreación y se acceda a la cultura sin restricciones.
Todo esto contribuye a que la gente tenga un desarrollo sano e integral, a que no enferme mentalmente y, por tanto, a que no lastime a la sociedad como hasta ahora lo hacen los múltiples delitos sociales que padecemos, como la violencia, los secuestros, los feminicidios y los asesinatos que dañan a la sociedad a diario.
Para lograrlo, debemos ser conscientes de que necesitamos un Gobierno visionario que, sin destruir la propiedad privada, llegue a consensos con los individuos más ricos de la sociedad para que acepten una política fiscal progresiva en la que paguen más impuestos quienes más tienen y menos quienes tienen salarios más bajos. Es decir, queremos revertir la situación actual en la que la mayor carga fiscal recae en los que menos tienen.
Con esos simples pero grandes cambios en el funcionamiento de la sociedad y con un gobierno empático hacia los sectores más vulnerables, cambiaremos la sociedad y, por supuesto, la vida de millones de mexicanos a los que hasta ahora se les han negado todas las oportunidades de acceder a una vida más digna.
El próximo 24 de marzo, los huitziltecos celebrarán que Antorcha Campesina llegó hace 40 años a su pueblo. Lo hizo no sólo para frenar la violencia y el terror sembrados por caciques y matones de la Unión Campesina Independiente (UCI) bajo la etiqueta de luchadores sociales, sino para, una vez que conquistaron la paz, trabajar colectivamente para hacer de su municipio un lugar habitable con las comodidades de la vida moderna.
Esta gran historia de éxito, cuando los huitziltecos derrotaron a los caciques, está escrita en el libro más reciente de Alejandro Envila Fisher titulado precisamente Huitzilan de Serdán, la derrota de los caciques. Hay que leerlo para convencerse de que un pueblo organizado puede cambiar sus circunstancias cuando está bien dirigido.
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