México es un país con casi 130 millones de ciudadanos, entre quienes hay profesionistas, obreros, estudiantes, campesinos, niños y niñas, jóvenes, grupos indígenas, amas de casa, entre otros, y que goza de una cultura muy vasta, reconocida por propios y extraños.
La calidez del pueblo mexicano es admirada por otras naciones, tanto que cientos de extranjeros ven en nuestro país su hogar y deciden migrar para quedarse. El mexicano se caracteriza por su solidaridad en tragedias, y eso ha quedado escrito en los libros de historia.
Esa grandeza del pueblo mexicano hoy está siendo minada, lastimada al antojo de quien hoy gobierna esta gran nación, pues lejos de llamar a la unidad, llama al divisionismo, a crear bloques contrarios mediante sus discursos cada mañana. A los que no comulgan con su política, los llama fifís, neoliberales, la mafia del poder, y a los que sí comulgan y apoyan su estrategia de Gobierno, los llama chairos, pueblo bueno y sabio.
El jefe del Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador, en cada oportunidad o cuando se siente amenazado y no sabe cómo justificarse, incurre en la difamación y la calumnia.
El jefe del Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador, en cada oportunidad o cuando se siente amenazado y no sabe cómo justificarse, incurre en la difamación y la calumnia. Todo el que lo critica es parte de una conspiración que busca derrocarlo. Todo el que lo critica es un corrupto a quien solo mueve el interés material, tiene dineros mal habidos o aspira a tenerlos. El presidente azuza el linchamiento, como cuando se refiere a sus críticos como "enemigos del pueblo" y exhibe sus datos personales (documentos fiscales, propiedades, fotografías, videos) para revelar su nivel económico, cuyo origen presenta como algo necesariamente oscuro, inconfesable. Un ejemplo claro son los ataques que recibió nuestra organización, el Movimiento Antorchista Nacional, pero que hasta la fecha no ha presentado ninguna prueba de lo que afirmaba cada que tenía oportunidad.
Esta estrategia de dividir al pueblo le ha funcionado, pero ¿a qué costo? El país, lleno de grandezas y de unidad, ahora se encuentra enfrentado y débil, y esto lo está usando para sus intereses, porque sabe que un pueblo dividido es un pueblo manejable, como reza esa frase tan común: divide y vencerás. Pero las consecuencias las está pagando el propio pueblo con la inseguridad, falta de medicinas, carreteras en mal estado, obras a capricho, corrupción, etcétera.
A la vista de todos, con este discurso disolutivo, el presidente busca destruir el sistema democrático de México y encaminarnos a la senda de un Estado de partido único controlado por un solo hombre. Para acabar con la democracia, le estorba la libertad, por ello usa la estrategia de señalar y dividir.
Pero esto tiene solución, y a eso hago un atento llamado al pueblo, a que le regresemos esa grandeza a nuestro país, a que nos volvamos uno solo contra el resentimiento de un hombre que trata por todos los medios de hacerse la víctima por sus notables fracasos. Recordemos que la ley está hecha para proteger la libertad de expresión, no para que el Gobierno la sofoque.
Ya queda poco tiempo para tomar la mejor decisión y cambiar de rumbo a nuestro país, por ello es urgente la unión, fraternidad y lucha del pueblo, todos juntos, sin divisionismo.
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