La desigualdad en la Sierra Nororiental de Puebla es algo común, prevalece desde hace tiempo y provoca un rezago en muchos aspectos en la vida de las personas que padecen miseria y marginación en los niveles más altos del país.
Si bien, la riqueza la generan los campesinos y obreros se concentra en las manos de los dueños de las tierras o las empresas, a los trabajadores se les paga un salario promedio de 150 pesos diarios, mucho más bajo que el salario mínimo, y que no alcanza a cubrir las necesidades más básicas. Por lo que, la Sierra Nororiental es expusaldora de la mano de obra joven que busca una oportunidad en las ciudades, en el norte del país, o en los Estados Unidos (EE. UU.).
Los datos del Coneval nos muestran una región sumida en la pobreza y en la marginación, y de esta situación no se salvan ni los municipios más urbanizados. Por ejemplo, el 55.2 por ciento de la población de Teziutlán vive en pobreza; 71.6 por ciento de la población de Zacapoaxtla es pobre; en Tlatlauquitepec, el 70.2 por ciento y en Hueytamalco el 72.9 por ciento de la gente vive en pobreza.
Contradictoriamente, la región es rica en recursos naturales y la riqueza cultural es inmensa, pero tal pareciera que esa cultura ancestral sólo ha servido como un distractor usado de manera muy recurrente por las autoridades, para ocultar el estado de inanición y abandono en que tienen a sus habitantes.
Porque aunque en la Sierra Nororiental de Puebla existe una diversidad cultural reconocida, en ella abundan grupos nativos con gran arraigo, como Nahuas y Totonacos, y en esta región se ubican 7 de los 9 municipios denominados Pueblos Mágicos del estado, entre ellos destacan Cuetzalan del Progreso y Zacatlán de las manzanas, pero muy a pesar de que su cultura, su gastronomía, sus paisajes y su arquitectura parroquial de la época colonial son muy publicitados, lo cierto es que la situación de las personas en la región no mejora.
Estos solo son utilizados como mexican curius, a través de la mercantilización de la cultura y el folclor, y se les reduce a merodear en los centros turísticos de los pueblos mágicos, tratando de vender sus productos y artesanías para obtener algunos cuantos pesos que les permita sobrevivir porque en el discurso las autoridades ensalzan la grandeza de los pueblos, pero en los hechos se les excluye del desarrollo y del derecho más elemental del ser humano: llevar una vida digna.
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