Hace unos años, en una revista dirigida principalmente a la cultura gótica, “darks” y agregados, se publicaba una columna titulada “pinche vida” y esta, esencialmente se basaba en compartir una serie de experiencias cotidianas del autor, a fin de exponer lo más crudo de la realidad social de la cual, inevitablemente somos parte y que por el ajetreo de nuestras vidas hemos ignorado a tal grado de adoptar una actitud indolente ante nuestra propia realidad. Pienso que en esta columna el autor trataba de compartir sus sentimientos de impotencia y frustración ante estas situaciones, para mí, era un grito de ¡abran los ojos, miren en lo que el capitalismo nos ha convertido! Realmente ignoro si el autor tenía consciencia de clase, pero, quiero pensar que sí, aunque de una manera muy empírica.
Les comentaba acerca de esta columna, porque he decidió adoptar la esencia de la columna de este autor y - salvo que esté registrado el nombre de la columna- también adoptar (PINCHE VIDA) si no, me temo que será la primera y última vez que lean este nombre. Entonces, esta serie de artículos que iré escribiendo serán experiencias que he tenido dentro de mi vida personal y profesional, las cuales también iremos analizando de acuerdo con nuestra situación económica, social y política actual. A diferencia del autor original de Pinche vida”, mi objetivo no es solo externar mis sentimientos, sino ofrecer al lector herramientas que le permitan entender, analizar y generar consciencia acerca de la realidad social. ¿Para qué? En un futuro (espero no muy lejano), unidos y conscientes, poder generar acciones para cambiar la situación de desigualdad en la que la mayoría de los mexicanos vivimos.
Ahora bien, uno de los temas que más me ha indignado últimamente, es la educación; más que hablar de la educación pública --la cual sabemos que empeoró a partir de la pandemia COVID-19, pues de acuerdo con el Inegi, cerca de 5% de la población estudiantil abandonó sus estudios—quiero hablar de la educación privada, pues es en donde se presentó mayor deserción, siendo el nivel medio superior y superior con mayor índice. Y no es de extrañarse; hace un par de años tuve la experiencia de trabajar en una universidad privada (digamos que más o menos decente), ¿mi función? Realizar actividades recreativas con poco presupuesto para retener a los alumnos y fomentar los valores religiosos de dicha escuela, es decir, convencer a los alumnos de que están en la escuela correcta, generar lo que se conoce como “sentido de pertenencia”. Claro, esto suena aceptable, si el objetivo principal de dicha escuela fuera la educación del alumno y no un mero negocio. Respecto a esta situación me gustaría resaltar tres puntos.
1.-La cuestión económica: Se tiene la idea de que asistir a una escuela privada es sinónimo de buen estatus económico; nada más errado de la realidad; hasta en las mejores universidades privadas asiste gente que le tiene que perrear para poder pagar la colegiatura. Investigando un poco, la mensualidad de una de las Universidades élite como el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) es de $130,000 por semestre, mientras que en escuelas menos reconocidas como UNITEC es de $3,200. Ahora bien, pongamos como ejemplo a una familia tradicional promedio (4-5 integrantes) que gana el salario mínimo de aproximadamente $5,186 (sin descontar los debidos impuestos), suponiendo que pagan la universidad más barata, ¿cuánto les queda para el resto de los gastos? Comida, salud, renta, agua, luz… Sin contar gastos extra de los estudiantes como trasporte, compra de libros, pago de internet, impresiones, comida, etc. Por esta situación es común que los alumnos universitarios trabajen medio tiempo en Cinépolis, McDonalds, Oxxo, por mencionar algunos, o sea, que van de la escuela al trabajo y del trabajo a la casa, por lo que no les da tiempo de realizar alguna actividad cultural o deportiva y en el caso de que lo tuvieran, el agotamiento no lo permitiría. Porque la explotación que viven los jóvenes en esas cadenas de tiendas departamentales o de comida rápida son otro tema del que hablaré en otra ocasión.
2.-Difícil acceso: Según el Rankin 2022 de las 10 de las mejores universidades en México: cinco son universidades públicas (UNAM, IPN, la UAM, UACH y UAEH) y cinco privadas (ITESM, UP, ANAHUAC, IBERO e ITAM). Por dar un ejemplo de las universidades públicas, durante el 2021, la UNAM recibió una demanda de 167,432 lugares en la modalidad escolarizada, mientras que la oferta de lugares fue de 13,245, es decir, que menos del 10% de los estudiantes que demandaron un espacio en dicha universidad fueron seleccionados, esto quiere decir que los alumnos que no fueron seleccionados en alguna universidad pública tendrán opciones limitadas respecto a su futuro (Pagar universidad privada, buscar empleo, quedarse en el limbo como NINI). Pero ¿qué hay de las universidades privadas? Como ya lo vimos, las mejores, cobran mensualidades imposibles de pagar para una familia con salario mínimo, mientras que el resto de las universidades privadas o no cuenta con validez oficial o la calidad educativa deja mucho que desear. Esto, sumado a que estas universidades quedan en el centro del país, entonces ¿qué tipo de educación se puede conseguir en el resto del país? De acuerdo con datos del Sistema Nacional de Información de Estadística Educativa de la Secretaría de Educación Pública (SEP), que recientemente dio a conocer sus cifras más actualizadas, las cuales corresponden al ciclo escolar 2015-2016, hay 5 mil 343 escuelas de nivel superior, de las cuales se contabilizan 2 mil 180 escuelas de nivel superior públicas y 3 mil 163 privadas, lo que representa porcentajes de 41% y 59%, respectivamente. Y volvemos a lo mismo: por un lado, el déficit de escuelas públicas, por tanto, la incapacidad del gobierno para satisfacer la demanda escolar; por otro lado, y para subsanar el punto anterior, al gobierno se le ocurrió la magnífica idea de dar concesión de la educación a la iniciativa privada; un vil negocio, un producto de difícil acceso, que solo beneficia a unos cuantos y que obvio no es a las familias de los jóvenes que desean estudiar.
3.-Universidades para el Bienestar Benito Juárez(UBBJ): Para atender una de las problemáticas del país, con respecto a la educación, el gobierno en turno o sea, la 4T que se ha desvivido por demostrar que se preocupa por el pueblo (aunque al final sea con pura demagogia) llevó a cabo la creación de la UBBJ, que en “teoría” no suena mal eso de llevar educación superior a las colonias marginadas, sin embargo, a la hora de llevarlo a la práctica olvidaron u omitieron la realización de los debidos análisis para realizar los planes de estudio y verificar si se contaba con los materiales, humanos, técnicos, etc. Lo que resultó un rotundo fracaso. Digamos que a las mentes maestras detrás de la creación de las UBBJ, no aplicaron la metodología científica correspondiente para poder llevar con éxito esta “solución” para el pueblo; vaya, como todo en la 4T ha sido de manera empírica, sin fundamento, pero eso sí, con buenas intenciones. Y de “jóvenes construyendo el futuro”, ya ni hablamos…
Tuve la fortuna de estudiar en una universidad pública y debo decir que en cuestiones económicas no fue fácil ni para mí ni para mi familia, esto, a pesar de que las colegiaturas por semestre, si mal no recuerdo, no pasaban de los $280 pesos (allá por el año 2000) sin embargo, tenía que viajar mas de dos horas para llegar a la escuela y trabajar los fines de semana para poder costear los gastos propios de la escuela. Ahora bien, cual es mi sorpresa cuando empiezo a trabajar en la iniciativa privada y me entero de los costos de las colegiaturas y todos los cobros que se les hacen y la poca calidad educativa, por si fuera poco, las pocas oportunidades de empleo que se tendrán al concluir la carrera.
Bueno, ¿y a qué van todos estos datos sobre la educación a nivel superior? Este escrito es una invitación principalmente para los jóvenes, padres de familia y profesores, para que empecemos primero a tomar conciencia de nuestra realidad y segundo, para organizarnos y generar acciones que exijan al gobierno se amplie la infraestructura en universidades públicas para que haya mayor oferta para los aspirantes; que se generen Universidades realmente funcionales, no como las UBBJ; que se regule a las universidades privadas, puesto que al ser un negocio, cobran lo que se les da la gana. Como jóvenes, por nuestra naturaleza, estamos llamados a ser revolucionarios y exigir nuestros derechos; como padres a ser ejemplo de lucha y como profesores a educar para transformar. Puedes estar o no de acuerdo con este escrito, pero lo que debemos preguntarnos es ¿Por qué tenemos que pagar la educación cuando es un derecho constitucional?
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