La historia demuestra que un gobierno representante de la clase dominante no puede, de ninguna manera, instrumentar políticas que beneficien verdaderamente a la clase dominada, al pueblo pobre. A lo más, le otorgará paliativos, o apoyos que no combatirán la pobreza de fondo. Buscan, imperiosamente, mantener sumisas a las clases más desprotegidas en la medida en que necesitan de esos apoyos para sobrevivir ante las difíciles condiciones económicas; pretenden hacer conformistas y miedosas a las grandes masas, completamente sujetas y dependiente de las políticas del gobierno; y egoístas y poco solidarias en algún grado, ante el temor del retiro de esos apoyos por la autoridad gubernamental aislando la lucha de grupos inconformes.
El actual gobierno de López Obrador pretende mantener el control de las masas mediante los apoyos, mediante programas sociales, para lograr los objetivos que la clase en el poder necesita y le urgen, precisamente para seguir en el poder y continuar con la concentración de la riqueza en unas cuantas manos a costa del empobrecimiento generalizado.
Por otro lado, la historia también demuestra que los avances que realmente benefician a la clase trabajadora y al pueblo en general, ha implicado arrancárselo a la clase en el poder con lucha, con esfuerzo, y con el sacrificio de muchas vidas. En pocas palabras, que los derechos y los beneficios que hoy tiene el pueblo de México son producto del sacrificio de miles de mexicanos que no vacilaron en su lucha para lograr una patria más justa. El ejemplo más claro, son los logros conseguidos por el movimiento revolucionario de 1910, cuyos avances plasmados en la Constitución General de 1917 establecieron como obligatoria la jornada laboral de 8 horas, el derecho a la huelga, la educación laica, gratuita y obligatoria, la repartición de la tierra entre los campesinos, el derecho a la vivienda, entre muchos otros. Este movimiento político de reivindicación de los pobres costó la vida a más de un millón de mexicanos.
Este tema viene a cuento, porque como todos sabemos, en días pasados fue discutido y aprobado el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), en el que se establece como se gastarán los aproximadamente 7.2 billones de pesos que forman parte de este presupuesto. Hay tantas necesidades básicas de la población, históricamente no satisfechas, no resueltas que, una mente desprejuiciada supondría que para el gasto del próximo año, el actual gobierno (que repite un día sí y otro también “por el bien de todos primero los pobres”) priorizaría la inversión en el combate del flagelo de la pobreza que golpea ya a 67 millones de mexicanos según el Instituto de investigaciones para el desarrollo con equidad (Equide) de la Universidad Iberoamericana. La alimentación deficiente para las grandes mayorías que no alcanzan a comprar siquiera la casta básica y que ahora tiene que lidiar con una imparable alza de precios; la salud deteriorada de millones de mexicanos que no encuentran atención en los servicios de salud existentes; la educación de mala calidad con planteles abandonados, sin la infraestructura suficiente para brindar una mejor atención a los hijos del pueblo, la falta de apoyo a los campesinos para que produzcan más y mejor; la falta de mejores vialidades y la incomunicación de miles de comunidades por las pésimas condiciones de sus caminos entre muchas otras necesidades muy urgentes de atender, debieron ser la prioridad del actual gobierno. Pero no. Una cosa es el discurso y otra cosa son los hechos.
¿Qué pasó en la discusión y aprobación del PEF? El gobierno de AMLO y su partido MORENA como fieles representantes de la clase dominante, verdadera enemiga de los marginados le dieron la espalda al pueblo, lo traicionaron y le destinaron recursos solo para las prioridades del gobierno. Sí, las del gobierno no las de los pobres a los que tanto dicen defender. Se olvidaron de la alimentación, de la obra pública para los pueblos marginados, de los servicios públicos urgentes en miles de comunidades dispersas por todo el territorio nacional, de la salud, de la educación, de espacios deportivos para los niños y jóvenes, de las vías de comunicación para las comunidades.
No sólo eso. Desde el inicio de su administración, AMLO ha demonizado a todo el que se oponga a su forma de gobernar mediante el estigma de “corruptos” o “beneficiarios de moches” y usa estos epítetos para lanzar a sus huestes fanatizadas a condenar a los que reclaman una mejor aplicación del presupuesto nacional y una mejor distribución de la riqueza. Y en la discusión del PEF 2022 no fue la excepción, a tal grado que no le modificaron ni una coma a la propuesta del Presidente y se impusieron a toda costa, descalificando a los que reclamaban modificaciones al documento.
Sin embargo la realidad es muy terca, por más que la quieran ocultar los que actualmente gobiernan. Innegablemente hay un incremento de la pobreza y cero propuestas para combatirla de fondo. Y esa contradicción se agotará tarde o temprano. Entonces los marginados exigirán, reclamarán y arrancaran nuevamente como antaño, con su movilización, con su educación política, nuevas conquistas sociales que les permitan lograr una vida más digna. Así que la imposición del gasto en el PEF 2022, los “triunfos” de López Obrador y la clase a la que representa son temporales porque la realidad los alcanzará el día menos pensado. La victoria definitiva será del pueblo pobre de México y para esto debe prepararse, organizarse y educarse políticamente.
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