Los daños a la educación por esta pandemia son incalculables, cada día que la escuela permaneció cerrada, miles de niños adolescentes y jóvenes abandonaron sus actividades escolares, pues no tuvieron el privilegio de contar con el apoyo de sus padres para elaborar sus tareas, porque se encontraban trabajando, o no contaban con las condiciones y los insumos necesarios para hacerlo. Esto sin duda, tuvo una consecuencia muy evidente, los estudiantes se desinteresaron por aprender, se predispusieron a cumplir como se cumple un contrato, pero no con el gusto de descubrir algo nuevo cada día. Su capacidad de asombrarse y sorprenderse, se ha visto atrofiada por actividades vánales como ver series de televisión, jugar videojuegos entre otros.
El gobierno federal, nos ha envuelto en una falsa disyuntiva: regresar o no regresar a clases presenciales, ha planteado el regreso a clases como la panacea para resolver el problema del rezago educativo, ha dicho el presidente que el regreso a clases es urgente, pues nuestros estudiantes están perdiéndose en el camino, sus argumentos más fuertes para decidir el regreso, fueron “ era necesario saber cuántos alumnos iban a desertar”, que “ nuestros país ya había tardado mucho con las escuelas cerradas”, etc, sin embargo la realidad nos dice que el problema educativo es más serio y es de fondo, y que además, todo apunta a que no se corregirá pronto.
Al retornar a las aulas, obligados por la necesidad y también por el temor de un despido laboral, nos hemos encontrado con bastantes adversidades. La principal ha sido lidiar con la incertidumbre de la salud, sabernos en riesgo inminente de contagio y muerte por Covid-19, pues muchos de nuestros alumnos aún no están vacunados, y los profesores no han recibido su refuerzo a la vacuna que les aplicaron, aunado a eso, en los últimos meses el ISSSTE, la institución que nos brinda servicio a los docentes, ha dejado de proporcionar los medicamentos, por falta de insumos. Así que profesores, padres de familia y estudiantes están seguros de que, si se contagian, lo mejor será curarse en casa, o hacer el gasto en una institución privada, pues los hospitales siguen con ocupación alta.
La falta de infraestructura educativa es otra, y es tema preocupante, pues no es un problema nuevo, ni consecuencia de la pandemia, sino un problema que creo yo obedece a la falta de prioridad y voluntad política. “La infraestructura física educativa (INFE) es un componente clave del Sistema Educativo Nacional (SEN) y un factor fundamental para el desarrollo de las comunidades escolares; de acuerdo con la evidencia disponible, influye positivamente en la motivación de los estudiantes, en la mejora de sus prácticas de higiene y en su salud; asimismo, incrementa sus niveles de asistencia y seguridad, lo que en conjunto repercute en su logro académico”. Aunque esta afirmación es conocida ampliamente por el gobierno, parece no importar, pues antes de la pandemia las escuelas del país ya sufrían tremendos problemas en su infraestructura. El 31% presentaba daño estructural, el 33% funcionaba con alguna estructura atípica, el 55% presentaba carencias de accesibilidad y 69%, de servicios de internet. (inee.gob.mx 2019). Con respecto a la EMS, cuatro de cada diez planteles de EMS no contaban con bibliotecas (41%). Los menos favorecidos son los TBC (85%), seguidos de los TBE (84%) y los de Educación Media Superior a Distancia (EMSAD) (61%).(INEE, 2018a).
Si las escuelas han estado en abandono desde marzo del 2019, este panorama obviamente no ha cambiado, solo ha empeorado. Sin embargo, se nos ha incitado a regresar a las escuelas pese a esas inconsecuencias, creyendo que con solo regresar se dará cumplimiento al deber. Pero el deber no es asistir solamente, sino “educar”, y para ello se requieren condiciones mínimas. Y después del obligado uso de la tecnología, ahora en las escuelas es un servicio indispensable tener conexión a internet y computadoras. Pero esa medida aun resulta lejana, cuando en las escuelas recibimos libros de texto que ni siquiera son de nuestro sistema, y ni siquiera están completos.
Y digo yo que no se le ve fin al problema, porque basta revisar el PEF 2022, para distinguir el desdén que se le hace a la educación. El proyecto contempla un aumento de 2.2 por ciento en el gasto educativo, al pasar de 841 mil millones de pesos en 2021 a 859 mil millones para el próximo año. (www.milenio.com).El gasto para educación tendrá un incremento en 2022, pero este aumento será insuficiente para siquiera igualar el gasto que se hizo en 2020, es decir se tendrá el segundo presupuesto más bajo de la década, sólo por arriba de lo gastado en 2021. Aunque lo recomendado por organismos internacionales, es invertir el 8% mínimo en educación, en México se ha invertido entre 6.5% y 6.8% de PIB.
La falsa disyuntiva que propuso el presidente, queda en evidencia, al hacer efectivo el regreso a clases. Queda demostrado que el problema no era ese, sino que sigue siendo la falta de inversión seria a un aspecto básico, elemental y trascendental de toda sociedad: la educación. Pero queda también evidente que es una falsedad, que los jóvenes sea una prioridad en su gobierno, y que la estrategia que utiliza para beneficiar a la sociedad, no es correcta, pues gastarse el presupuesto público en becas para los estudiantes, sin invertir en las escuelas, es una total incongruencia, que no es casualidad sino premeditación. ¿Qué sigue ahora que ya regresamos a las aulas? ¿Regresamos para estar igual o peor que antes? Si tanta es la preocupación por la educación, la manifestación concreta es la inversión, lo demás es demagogia.
Urge que todos los maestros, padres de familia y estudiantes que vemos y sentimos las necesidades en los planteles, exijamos condiciones optimas para llevar a cabo las actividades educativas, en primer lugar: garantías de salud, en segundo lugar, condiciones mínimas en las escuelas. Es nuestro derecho como ciudadanos y un deber del Estado.
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