En su reciente tercer informe de gobierno, luego de hacer una apresurada enumeración de sus supuestos “récords históricos” en el manejo de remesas, inflación, tipo de cambio, incrementos salariales, reservas del Banco de México, etcétera, etcétera, y más etcéteras; sin mostrar prueba alguna de sus records, el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo, que todo esto era tal como para presumirse a los cuatro vientos, y en el colmo de su irrefrenable algarabía, espetó así a sus supuestos enemigos eternos, los “tecnócratas neoliberales”: “¡tengan para que aprendan!” Dicho esto, lo que siguió, fue que su reducido público ahí presente le aplaudió hasta rabiar.
Pero, dado que la realidad que en verdad se viven en el país, misma que todo mexicano sin prejuicio puede fácilmente constatar cuantas veces lo quiera, no esta como para presumirse; y que, por mucho que se busque en las calles y en los empobrecidos barrios, pueblos y hogares de los mexicanos, nomas no se notan por ningún lado las mágicas bondades de esos “récords históricos” que presume el presidente; una incomoda e insolente interrogante ronda entonces en el aire: ¿a quien se dirigió en verdad, con esa frase con la que pretendió insolencia el señor presidente?, ¿a los “tecnócratas neoliberales” que viven, y han vivido siempre en la opulencia disfrutando casi de todo?, o, ¿a los humildes mexicanos que, incluso votando por él, hoy carecen de todo cuando no mueren de pobreza, pandemia o de violencia exacerbada? ¿Quiénes son esos, que, ante la situación social y económica en que viven y sufren, verdaderamente necesitan y deben, “aprender del señor presidente”?
Pero si la duda cabe, veamos de qué tamaño es la insolencia de la frase presidencial. El día del rosario de los “récord históricos” fue el primero de septiembre pasado, cuando el presidente rindió su informe presidencial, y, mientras gritaba: “¡tengan para que aprendan!”, su gobierno ya sumaba un acumulado de 3 millones 352 mil 410 casos de contagios por coronavirus, y ocupaba así nuestro país el decimotercer lugar en el mundo en número de contagios; mientras que los mexicanos muertos por este mal, sumaban ya, en cifras oficiales, 259 mil 362 fallecidos, cuarto lugar mundial. Pero además, de entonces a la fecha, es decir, en nueve días, su exabrupto siguió cayendo como descarga eléctrica sobre sus víctimas. Al día de ayer, según la Secretaría de Salud Federal, se sumaron 127 mil 588 contagiados más a la cuenta ya habida, y 6 mil 824 fallecidos al número de muertos que se están contando; esto es, 14 mil 176 contagiados diarios y 758 muertos cada día. ¡¿Tengan para que aprendan?!
Pero, ¿qué decir del número de víctimas inundadas y muertas por los huracanes?, y ¿qué, de las víctimas del terremoto pasado? ¿Tengan para que aprendan? Yo creo que algo muy malo debimos de haber hecho los mexicanos, como para que Dios nos haya castigado con el gobierno que ahora tenemos. ¿En verdad es el gobierno que merecemos?
Y no obstante de ser Colima el Estado más pequeño y menos poblado del país, aquí tampoco nos salvamos de la maldición y de la sentencia del presidente. Dije ya en trabajos similares a este, que, dada la fragilidad económica y el colapso financiero que padece el gobierno estatal en sus días finales, así como al empoderamiento oficial de grupos políticos y económicos afines al presidente de la República, pareciera que en Colima, se hace ya todo cuanto quiere y manda el señor de las mañaneras.
Dado que los colimenses pobres y mortales no disponemos de la información privilegiada, que mueve los pocos hilos de la gobernanza actual del Estado, no nos queda otro remedio más, que suponer situaciones políticas con los pocos hechos concretos que miramos de la realidad en que vivimos, para poder encontrar las verdaderas causas de los males sociales que ahora estamos padeciendo. Luego de la última visita del presidente de la República a nuestro Estado el pasado 7 de agosto, la línea fue clara: sometimiento. Por las buenas o por las malas. Esto, ademas de todo el apoyo necerio para su candidata ganadora.
Pero ese no fue todo el daño. La verdadera intención era hacer añicos lo poco que aun quedaba del otrora poderoso partido que había gobernado a Colima en los últimos 90 años, para limpiarle el camino de malezas al futuro gobierno estatal mornista. Y este es el caos que miramos ahora. Sólo bastó ahorcar presupuestariamente las finanzas estatales, y cerrar la llave de los dinero públicos federales, para desestabilizar la poca gobernabilidad que aun tenía José Ignacio Peralta sobre el Estado. Y el golpe fue demoledor y muy bien medido: prometer, pero no cumplir en tiempo, con la ayuda financiera ofrecida.
Y aquí tenemos ya los resultados. Todos, casi absolutamente todos los personajes políticos que un día caminaron juntos y de de la mano con el actual Gobernador, hoy se desgañitan frente a la Casa de Gobierno gritandole tanto como pueden, en reclamos de la parte del presupuesto estatal que no se les ha dado. Y todos, a cuál más, denunciando malos manejos de los dineros que ellos mismos sabían perfectamente cómo se manejaban.
Pero la tragedia promovida por el presidente no tiene comparación. No hay pago de salarios ni prestaciones de los trabajadores que dependen del Estado; no hay dinero ni para combustibles en la policía estatal, en la fiscalía, en bomberos ni en protección civil. No hay dinero para la Asistencia pública ni para las Asociaciones Civiles humanitarias. Y, desde luego, no hay dinero para rescatar a las víctimas de los huracanes, para despensas, fertilizantes, mejoramientos de las viviendas, para educación, para salud ni para nada. El gobierno estatal dice que ya no tiene ni para nada. Y el caos y el abandono ya se deja sentir por todos lados. ¿Es esto precisamente lo que buscaba el gobierno federal para nuestro Estado?
Y como ya dije. Es curios ver ahora cómo, hasta los mismo magistrados y jueces del poder judicial, es decir, a los mismos impartidores de la justicia, salen a la calle gritando a todo pulmón exigiendo justicia. Por eso es que yo pregunto ahora, cuando el presidente espetó su desafortunado exabrupto: “¡tengan para que aprendan!”, ¿también se refería a todos los colimenses más necesitados? Suena cruel, pero yo creo que sí. Ahora ya sabemos lo que nos espera. Ni modo, nos veremos en la batalla.
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