Uno de los problemas más graves que han azotado a México, desde hace muchos años, es la falta de empleo, que en los últimos tiempos se ha agravado de manera exorbitante, esto conlleva, a su vez, un incremento en la pobreza y la delincuencia, aspectos que deberían ser tratados y resueltos por los gobernantes en turno, cosa que desafortunadamente no sucede.
Este panorama ha provocado que el país se sitúe en una coyuntura en la que los mexicanos deben salir a otros países en busca de un empleo que les garantice la vida o al menos la solvencia mínima de sus necesidades y de sus familias. Como consecuencia de esto, el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (CEMLA) dio a conocer que en Estados Unidos la población mexicana para 2021 era ya de 10 millones 697 mil 374, lo que representó el 3.22 por ciento de la población total de ese país. Los principales asentamientos se dan en estados como California, Texas, Arizona, Illinois, Colorado, Florida, Whashington, Nuevo México y Nevada.
Ahora bien, se ha dicho que uno de los principales factores que provocan la emigración es la pobreza, misma que se genera a partir de una injusta distribución de la riqueza y en los bajos salarios que reciben los mexicanos, otra de las aristas que deben ser analizadas, pues a pesar de ser el país en el que sus trabajadores laboran más horas al día, son también los que recibe los salarios más bajos; el último comparativo que se registró en 2020, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y que fue dado a conocer por El Economista, registró que mientras en México, en la industria manufacturera, los trabajadores ganan 2.8 dólares por hora (aproximadamente 56 pesos), en Estados Unidos ganan 23.8 dólares, es decir, un aproximado de 476 pesos. Esta diferencia abismal en los salarios, aunada a la falta de empleos para todos los mexicanos en edad de trabajar, ha provocado precisamente la emigración.
Si vemos un poco más de fondo la situación, nos daremos cuenta de que mientras nuestros paisanos emigran, en México, poco o casi nada se hace para generar empleos, suficientes y bien remunerados, pues no solo no tenemos muchas empresas mexicanas, la mayoría de las que están distribuidas en nuestro territorio son empresas extranjeras que se aprovechan, precisamente, de la mano de obra barata, dificultando la lucha de los trabajadores por mejorar su salario. Por lo que hace a las empresas nacionales, la situación no es mucho mejor, pues además de que son pocas las que deciden invertir su capital en el país, las posibilidades de que los trabajadores de las mismas luchen por mejores condiciones laborales y mejores salarios, están restringidas por los sindicatos afines a la empresa.
Por otro lado, la economía mexicana se ha visto afectada, pues, a pesar de ser el país número 14 en producción de riqueza, somos uno de los más pobres del mundo, ocupando el lugar número 35; solo en América Latina ocupamos el cuarto lugar, quedando solo por debajo de Honduras, Guatemala y Venezuela.
En cada uno de los países del mundo se tiene estimado un Producto Interno Bruto (PIB), que es todo lo que se produce y se genera económicamente a lo largo de un año, dentro de las actividades que más aportan se encuentran las actividades primarias (agricultura, explotación forestal, industria manufacturera); las secundarias (construcción, distribución de energía eléctrica, suministro de gas por ductos) y las terciarias (comercio, servicios, comunicaciones, transportes). A estos ingresos ordinarios se le suma también el ingreso por remesas, que ha registrado ya el noveno incremento anual consecutivo al pasar del que el último año representó el 3.4 por ciento del PIB total nacional en 2020, al 4 por ciento, según los datos dados a conocer por Statista el 13 de marzo de 2023.
El ingreso de las remesas ha alcanzado niveles históricos en los últimos años y seguirá sosteniendo, al parecer, un incremento consecutivo, pues nuevamente se rompe el récord de los remesas recibidas en el país. El primer cuatrimestre de 2023, superó, en el mismo periodo, al de 2022 al pasar de 17 mil 230 millones de dólares a 18 mil 974 millones en 2023, lo que representa un incremento de 1,744 millones, el 10.1 por ciento; las operaciones para las remesas tuvieron por consiguiente, también un incremento pasando de 45.02 millones en 2022 a 49.63 en 2023, un aumento del 10.24 por ciento.
Esto ha sido un tema de debate nacional, pues, por un lado, buena parte de nuestra economía se mueve gracias al consumo que hacen las familias que reciben remesas y, por otro, el gobierno de la Cuarta Transformación no solo se ha conformado con esta situación, pues no se ven por ningún lado políticas que alienten una mayor inversión de empresarios mexicanos para que las condiciones de los mexicanos mejoren dentro de México y poder, de esta forma, comenzar a reducir los niveles de emigración, sino que, además, la alienta y se cuelga el mérito ajeno como propio, es decir, presume el enorme ingreso por concepto de remesas, que es resultado del trabajo extenuante de millones de mexicanos alejados de su familia y de su patria, como si se tratara de un esfuerzo del propio gobierno.
Y bien dicen que los mexicanos tenemos buena memoria, pues aún no hemos olvidado la gran declaración que en 2021 hizo Andrés Manuel López Obrador a su homólogo Joe Biden a quien agradeció el hecho de tener a tantos mexicanos trabajando en su país. Aquí la conclusión inevitable es que es más fácil para el gobierno de la Cuarta Transformación deslindarse de su papel y de su bandera de campaña de “primero los pobres” y dejar que nuestros compatriotas sigan saliendo a raudales de nuestro país, que poner fin a esta situación dando prioridad a la necesidad de los más de 55.7 millones de mexicanos que viven en pobreza.
Es necesario, pues, un gobierno que emane del pueblo y que trabaje en serio para lograr resolver las necesidades de los mexicanos, a través del fortalecimiento de nuestra economía para alcanzar una equitativa distribución de la riqueza, que cree empleos suficientes y bien remunerados, que aplique una política fiscal progresiva, es decir, que cobre más impuestos a quienes ganan más y que reoriente el gasto social para que se invierta en infraestructura social. Solo así podrá detenerse la sangría de mano de obra, que tanta falta hace para hacer de nuestro país un país grande, fuerte y competitivo con las demás economías del mundo.
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