El huracán “Otis” llegó a México como un doloroso recordatorio de la vulnerabilidad que aún prevalece ante los embates de la naturaleza. Con vientos de con mayor de 250 km/hr, “Otis” impactó las costas de Guerrero la madrugada del 25 de octubre, dejando severos daños materiales y una estela de destrucción en varios municipios, principalmente en Acapulco.
Ante la magnitud de la tragedia, surgen serios cuestionamientos sobre el desempeño de las autoridades en la prevención, mitigación y respuesta ante esta crisis. La rapidez con la que “Otis” se intensificó tomó por sorpresa a más de uno, pero la falta de advertencia oportuna y de planes efectivos de evacuación revelan fallas importantes por parte de Protección Civil.
Tras más de una semana del impacto, miles de personas carecen de servicios básicos, las labores de rescate se ven obstaculizadas por el colapso de vías de comunicación y los damnificados comienzan a padecer hambre y enfermedades ante la lentitud de la ayuda gubernamental.
Es inaceptable que ante un fenómeno meteorológico tan devastador, no existieran protocolos claros y eficientes para proteger a la población.
Quizá el aspecto más cuestionable es la eliminación del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) en 2019. Este fondo estaba diseñado precisamente para intervenir en crisis como la actual, y su cancelación deja a los damnificados en una situación de absoluta indefensión.
El argumento de que el Fonden era susceptible a corrupción no justifica retirar el único mecanismo efectivo con el que contaba el país para responder ante tragedias naturales. La austeridad mal enfocada está costando vidas y sufrimiento evitable.
Es hora de que el gobierno federal, así como las autoridades estatales y municipales, asuman su responsabilidad en esta dolorosa situación. Se deben rendir cuentas de manera transparente e informar de inmediato cómo se protegerá a la población y se le brindará la asistencia tan necesaria en estos momentos de angustia.
Asimismo, es urgente reestructurar la política de gestión de desastres naturales, restableciendo instrumentos como el Fonden y creando nuevas instituciones enfocadas verdaderamente en salvar vidas, no en cuadrar cifras en el presupuesto. Se debe priorizar la inversión en infraestructura resiliente y en sistemas de alerta y evacuación eficientes.
El huracán “Otis” debe ser un parteaguas para renovar nuestro compromiso con la protección de la vida y la seguridad humana. Los ciudadanos no son cifras, son seres humanos cuya integridad debe defenderse a toda costa.
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