Los Programas de Transferencias Monetarias se han convertido en los programas estrella del actual gobierno federal, ya que estos tienden a concentrar el ingreso, privando a sectores sociales cada vez mayores de lo mínimo indispensable, incluso para la sobrevivencia.Uno de los problemas es que los salarios mínimos no aumentan; los empresarios y el gobierno le regalan la fuerza de trabajo de los obreros a las transnacionales para atraer inversión extranjera; los dueños de empresas con suma frecuencia se declaran en pérdidas para no cumplir con el reparto de utilidades con sus trabajadores; muchos escamotean el pago de aguinaldo, etc.Así, el modelo aplicado contiene una grave contradicción: primero condena a la gente a la extrema pobreza, y luego va a "ayudarla", y lo más grotesco de todo es que precisamente quienes lo han impulsado son percibidos, a la postre, como "benefactores".
Sin embargo, estos programas asistenciales no redistribuyen el ingreso, porque sólo dan a los pobres una pequeña parte de lo mucho que ya antes les han quitado en impuestos y otros pagos.Son los pobres y las clases medias, fundamentalmente, quienes a final de cuentas los costean, pues es sabido que las empresas mexicanas pagan pocos impuestos, y existe una alta evasión fiscal.
Pero esto no es todo, el elevado costo de operación y la enorme burocracia necesaria para instrumentar los programas, hace que una buena parte del recurso destinado para apoyar a los más necesitados se destine a pagar salarios, rentas, pagos de servicios, vehículos y gasolinas para el gran ejercito de trabajadores que se necesitan para lograr que el apoyo llegue a los beneficiarios.
Claro, si ese ingreso llegara a los trabajadores vía salario, sería la empresa la que lo costeara, en menoscabo de sus utilidades; en cambio, al hacerlo a través del gobierno, es el propio pueblo el que paga, y así el gobierno federal nos presente toda como una graciosa dádiva.Pero no hay tal, pues en el colmo del absurdo, el gobierno actual, que tanto pregona sus programas asistenciales, se olvida del apoyo alimentario y la falta de empleo ante los problemas ocasionados por la pandemia.
Pero no solo eso, los programas asistenciales son de gran utilidad político-electoral, algo público y notorio.Veamos: actualmente se apoya a poco más de 8 millones de adultos mayores, alrededor de 10.5 millones de becas para jóvenes de nivel medio superior y superior y cerca de 740,000 becas para los llamados "ninis", etcétera., todos ellos son susceptibles de manipulación electoral, pues casualmente estos programas están destinados a personas que tienen ya la mayoría de edad o que están en vías de cumplir los 18 años, es decir, todo listo para un intercambio de becas por votos, todo esto sin contar a los jóvenes y adultos mayores que están en lista de espera, y que pueden ser manipulables con la promesa de incluirlos en la lista definitiva de apoyos.
Como podemos ver, la pobreza extrema a que se ven reducidos millones de mexicanos les vuelve dependientes en alto grado de las becas o apoyos de los programas asistenciales, pero que éstos, en realidad, no resuelven ni de lejos sus problemas, y sí, en cambio, reducen su libertad y sus derechos políticos, concretamente su capacidad de elegir libremente a sus gobernantes.La solución no es entonces la caridad, sino la elevación real del ingreso propio, digno y suficiente para costear las necesidades de las familias.
Urge, pues, revertir la tendencia a la concentración de la riqueza, pero a través de los mecanismos de distribución estructurales, sin depender del "favor" de nadie, y sin que quien recibe la ayuda haya de comprometerse con quien la brinda, en detrimento de la propia dignidad, autoestima y libertad.Es necesario que las personas ganen mediante su propio esfuerzo el sustento de sus familias, y para ello se requiere que la sociedad civil luche por una mejor distribución del ingreso, que los subsidios otorgados sean institucionalizados, en forma tal que operen en automático, sin la discrecionalidad que permite el manejo de los programas en su forma actual.
Los mexicanos deben de entender que los recursos que se les dan mediante los programas del gobierno federal son recursos que ellos mismos generaron, que el gobierno se los apropia cuando les cobran los impuestos, y, por lo tanto no están obligados a votar por quienes ellos digan, ni a obligarlos para que lo hagan, reciban sus apoyos, sus becas, y voten por quienes se comprometan a llevarles obras y servicios para cambiar la vida de sus comunidades y colonias, por quienes se comprometan a llevar educación, cultura, hospitales equipados, trabajo bien remunerados.
¡No vendas tu conciencia, ni traiciones a los tuyos, el dinero que te dan es tuyo, lo generaste con tu trabajo, con tu esfuerzo, con el sudor de tu frente!
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