La humanidad está marcada por momentos de luchas populares, por anhelos de libertad, de mayor igualdad, de contar con mejores condiciones de vida, estas revueltas sociales que buscan construir sociedades más justas, donde se han enfrentado las clases sociales explotadas contra las clases explotadoras; un enfrentamiento entre los que quieren cambiar el orden establecido contra los que se enriquecen del trabajo ajeno, de la explotación de la mano de obra. Esta lucha de clases, como la explica Carlos Marx, es la que rige la marcha de la historia, es el motor de la historia.
Esperar mejores condiciones de vida de los más desprotegidos limitando su participación política, acudiendo a las urnas el día de la elección y confiar a que los nuevos gobernantes sean garantía de que mejorará de las mayorías, es olvidar la gran lección de Marx. Y lo podemos comprobar, ante nuestros ojos se atraviesa la desnuda realidad, después de cuatro años del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, acabamos en menor crecimiento económico, más violencia y mayor desigualdad.
Si aspiramos a un verdadero progreso social, entendido como la suma del crecimiento económico y de una mejora colectiva de los niveles de vida, como consecuencia de un reparto más equitativo de la riqueza, no debemos olvidar, que se requiere el ingrediente principal, la participación organizada y consciente de las mayorías, jugar su papel histórico, su papel de motor de la historia.
Esperamos que el gobernante nos resuelva los problemas, pero no es así, se requiere como condición indispensable la participación activa, consciente del pueblo organizado, que entienda su papel transformador, como motor del progreso social.
Desde hace 30 años, la correlación de fuerzas se ha desplazado hacia los oligarcas con el apoyo decidido de los gobiernos en turno, contando el de López Obrador, que pasaron a la ofensiva contra las clases populares y trabajadoras, la lucha abierta contra los sindicatos, con el fin de debilitar la capacidad de los obreros para la defensa de mejores condiciones de trabajo y de los salarios.
Con la 4T resulta evidente que no se cumplieron nuevamente las promesas de campaña. López Obrador repite la sobada fórmula de llegar al poder, crear una falsa esperanza de que lucha al lado de los más pobres, pero cada vez el panorama se aclara, juega un doble papel, un discurso que le agrada a muchos mexicanos porque confronta, pero en los hechos, mantiene estrechos lazos de amistad y apoyo con los grandes magnates, que en campaña calificaba como la mafia del poder, pero hoy son sus verdaderos aliados.
Todos los mexicanos que anhelamos una patria mejor para nuestros hijos, no debemos olvidar que la lucha se debe encaminar a plantear un proyecto de nación que esté dirigido a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, no podemos continuar confiando en políticos que sólo llegan al poder para servir a los poderosos y traicionan sin ningún rubor al pueblo.
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