Este 2022 se cumplen 77 años del bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki, que le mostró a la humanidad la devastación que puede desencadenar una sola bomba nuclear. Este hecho histórico debería ser una razón suficiente para eliminar todas las armas nucleares; sin embargo, la amenaza nuclear no sólo no ha disminuido ni se ha eliminado, sino que crece cada vez más.
Actualmente, nos encontramos en tiempos preocupantes por la crisis climática, las grandes desigualdades sociales, los recientes conflictos sangrientos, la violación a los derechos humanos y la crisis económica que ha traído consigo la pandemia de la covid-19, fenómenos que, en conjunto, han creado no sólo en México, sino en el mundo entero, más tensiones de las que he podido observar.
Se ha formado una red de acuerdos para evitar o disminuir el uso de las armas nucleares para posteriormente eliminarlas, tal es el caso del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TPN) o el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (TPAN), sin embargo, todas las potencias y la OTAN rechazaron unirse a este tratado. Desde que Estados Unidos (EE. UU.) lanzara la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, en 1945, la comunidad internacional comenzó, por un lado, una dura carrera armamentística por parte de las grandes potencias y, por otro, una búsqueda del desarme para que esos acontecimientos nunca volvieran a producirse.
Como consecuencia de las crecientes tensiones internacionales, mismas que mencioné dos párrafos atrás, las relaciones entre los países poseedores de armas nucleares, como Rusia, Estados Unidos y China, evolucionan hacia confrontaciones peligrosas y desestabilizadoras porque las relaciones actuales de los países que poseen armas nucleares se definen por la desconfianza y la competencia; el diálogo, en general, brilla por su ausencia.
La transparencia se debilita y las armas nucleares cobran más y más importancia a medida que las estrategias de seguridad nacional halla nuevos contextos en los que cabría utilizarlas, pues mientras los gobiernos se apoyan considerablemente en las armas nucleares para su seguridad, los políticos intercambian declaraciones acaloradas sobre su posible uso y dedican grandes sumas de dinero a mejorar su letalidad, un dinero que sería mucho mejor gastar en un desarrollo pacífico y sostenible.
Además del TNP o TPAN, el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares ha demostrado su valor, pues durante décadas, los ensayos nucleares han tenido horribles consecuencias humanas y ambientales. Nuestra única esperanza es el TNP, ya que es uno de los motivos principales por los que no se han empleado armas nucleares desde 1945; sin embargo, como mencioné anteriormente, algunos países todavía no lo han firmado o ratificado.
El año pasado entró en vigor el TPAN, al mismo tiempo que Joe Biden hacía un llamamiento a Rusia para alargar, por un periodo de cinco años, el tratado Nuevo Comienzo, pero está claro que desde hace tiempo que el tratado (New Start) es de interés para la seguridad nacional de Estados Unidos. Y esta prórroga tiene aún más sentido cuando la relación con Rusia es adversa, como es hasta este momento.
Todavía faltan poco más de tres años para que se cumpla la prórroga, pero se espera que Estados Unidos y Rusia, en su calidad de potencias nucleares, abran camino en este sentido. Su prórroga por cinco años puede permitir ganar tiempo para negociar nuevos acuerdos, incluida la posible participación de otros países poseedores de armas nucleares.
Por último, cada cinco años, las Naciones Unidas organizan la Conferencia de las Partes encargada del Examen del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), uno de los acuerdos de seguridad internacional que han tenido más éxito. No podemos arriesgarnos a una repetición de Hiroshima o Nagasaki o algo peor. Debemos obligar a los Gobiernos a que acudan a las Conferencias con un dialogo flexible y sincero, pues lo que suceda en las salas de negociación del NPT concierne a todos, porque el empleo de las armas nucleares nos afectaría a todos.
Al tiempo, debemos ver la tragedia de Hiroshima y Nagasaki como un clamor para la humanidad y comprometernos de nuevo con un mundo libre de armas nucleares. La fragilidad de nuestro mundo nunca había sido tan evidente. Espero que todos los pueblos presionen a sus gobiernos para que se alejen del abismo y construyan un mundo más seguro para todos, un mundo sin armas nucleares.
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