El año 2024 será de elecciones, todos lo tenemos claro y Morena más. Como a sus intereses conviene, el partido en el gobierno buscará a toda costa, tal y como lo ha venido haciendo, perpetuarse en el poder, aspecto alarmante del que todos deberíamos estar conscientes por el grave peligro que implica para la sociedad mexicana, particularmente para los estratos más vulnerables económicamente por su política errónea.
Hemos visto que hace uso de todos los recursos a su alcance, quita y pone servidores públicos a modo en el organismo que así lo requiera, sin importar si se trata o no de acciones violatorios de la ley, propone iniciativas, reformas y, sobre todo, mantiene su discurso engañoso y mal intencionado que busca convencer a la gente de apoyar a Morena a pesar de haber demostrado que su gobierno no fue la esperanza, sino la decepción.
No importa si se trata de Andrés Manuel López Obrador en persona haciendo uso de la más alta tribuna que le permite su investidura como presidente de la nación para hacer uso de los medios informativos de mayor alcance y audiencia como en las mañaneras, o de los pueblos más alejados y olvidados en voz quienes integran parte de su gobierno como servidores públicos.
Tal es el caso de Tulcingo de Valle, municipio enclavado en la Mixteca, donde apenas un pequeño grupo de 40 adultos mayores fueron citados para hacerles la entrega de su tarjeta mediante la cual se les deposita su apoyo económico, no sin antes recordarles que “la Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores es uno de los Programas para el Bienestar impulsados por el Gobierno de la Cuarta Transformación, cuyo objetivo es mejorar la situación de protección social de toda la población adulta a través de una pensión económica, equivalente a 4,800 bimestrales entregados de manera directa, sin intermediarios”.
Es decir, para Morena los adultos mayores pueden vivir sin preocupaciones con 600 pesos a la semana, con eso tienen garantizado su bienestar. Pero el discurso morenista no para ahí, también hacen énfasis en que dicho programa se deberá cumplir sin importar quién esté en el poder y que se les entregue a todas todos los adultos mayores que vivan en México, a pesar de su origen, condición social o económica, ideología, creencias, nacionalidad, etcétera, es decir, no hay reglas claras de operación.
Como vemos, estamos ante una permanente campaña de mentiras para mantener el bienestar de Morena, misma que llega a los rincones más alejados del país, teniendo como epicentro Palacio Nacional, mientras que ignoran la situación real por la que atraviesan millones de familias humildes que cada día son arrastradas por la creciente pobreza y con ello se reduce su acceso a satisfactores básicos en aspectos como educación, alimentación y salud, además de la caída en sus ingresos.
Uno de los aspectos negativos de esta entrega de dinero, a través de tarjetas de débito, es el uso electoral que se le da. La perversión de este tipo de programas se debe a la falta de mecanismos que aseguren que sean aplicados correctamente. La necesidad de mecanismos para garantizar su funcionamiento a través de la supervisión y evaluación sobre su utilidad social es irrebatible, sin embargo, la administración de AMLO se ha mostrado contraria a dichos mecanismos.
De acuerdo con organismos como el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) y el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la pobreza se mide considerando dos aspectos relevantes: ingresos económicos y satisfacción de sus derechos sociales fundamentales, es decir, el acceso a la salud, seguridad, educación, alimentación suficiente, nutritiva y de calidad, servicios básicos como luz, agua potable y drenaje. Estos aspectos, son precisamente los que deja de lado los programas de Bienestar porque se limitan a ser meras transferencias de dinero, en consecuencia, no hay un plan real de prevención, mitigación y atención de los riesgos sociales a los que está expuesta las familias en pobreza.
Es decir, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se ha encargado de difundir ampliamente su discurso engañoso, de echar humo en los ojos a la gente pobre comprando su dignidad con unos cuantos cientos de pesos para que no le exija que cumpla con su obligación de resolver verdaderamente y de fondo los problemas que aquejan a la población, como el creciente desempleo y la falta de salarios dignos, porque de ser así, el pueblo no necesitaría limosna gubernamental.
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