Infinidad de veces en que, a lo largo de toda su vida, Andrés Manuel López Obrador en su afán de llegar a la presidencia de la república, se dedicó a criticar a los expresidentes Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Peña Nieto, acremente, de actuar blandamente, de entreguistas y traidores a la patria por su sumisa relación con el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica.
En enero de 2017, el mismo día que Donald Trump asumió el poder y anunció la construcción del Muro de acero en la frontera con México, López Obrador expresó: eso "significa en la política exterior de los Estados Unidos una vulgar amenaza a los derechos humanos por su intención de construir el muro fronterizo”.
En 2020, calificó de una canallada el hecho de que Trump y sus asesores, se expresaran de los mexicanos como lo hicieran Hitler y los nazis en Alemania cuando se referían a los judíos, justo antes de emprender la infame persecución y el abominable exterminio de los “hermanos judíos”, cuando el presidente estadunidense declaró que México tendría que pagar el muro que construía para evitar el paso de migrantes mexicanos a su país.
Y entre otras, en una de sus visitas a Huimilpan, Querétaro, del entonces presidente del CEN de Morena, López Obrador lamentó una conversación entre los presidentes Peña Nieto y Donald Trump, quien de manera prepotente se impuso y comentó que, si Peña se portaba bien, podría lograrse una reforma para que pudiera reelegirse como presidente, lo que evidentemente a AMLO le puso los pelos de punta, y acusó al presidente estadunidense de meterse en asuntos que dijo, sólo corresponde a los mexicanos.
Pero desde que el tabasqueño accedió a la presidencia de la república, su tono hacia Trump cambió totalmente de actitud, de digno y respondón se convirtió en suave y de constante celebración por el entendimiento mutuo, y defendió una política de “llevarse bien” y hablar de “buena vecindad” con un jefe de Gobierno que hizo de la xenofobia y el insulto a los mexicanos una de las líneas centrales de su discurso al grado de que en un mitin político de apoyo a un candidato republicano, presumió burlón: “Vino a verme el máximo representante de México, justo debajo del puesto más alto, del jefe, que resulta ser el presidente, un tipo muy bueno, que me gusta mucho, es un socialista, pero me gusta”.
Y así ha sido la relación al grado de que ya en el gobierno de Joe Biden, es “Vox Populi” que el que verdaderamente manda en Palacio Nacional es el embajador de los Estados Unidos, Ken Salazar a quien se le ve más activo en la oficina de López Obrador que por los rumbos de la Avenida Reforma, donde está ubicada su embajada, y lo mismo asiste a reuniones privadas con el presidente, que a respaldar la revisión de las leyes en materia eléctrica, con el argumento de que las leyes siempre necesitan reformarse y México tiene esta ley vigente desde 2013.
Igualmente, realiza reuniones con el embajador de México, Esteban Moctezuma, asiste a reuniones sobre asuntos migratorios como el realizado por el presidente en Tapachula Chiapas, se reúne con la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, para conocer sobre el desarrollo económico y las medidas de protección de la selva maya en la Península de Yucatán y en la misma región acompañado del gobernador Envila, supervisa obras del Ten Maya, etcétera.
En pocas palabras, lo que antes era un sometimiento disfrazado, a raíz de la llegada del antineoliberal radical, Andrés Manuel López Obrador y su “4T” hay un sometimiento total, vergonzoso, abierto y descarado al gobierno de los Estados Unidos.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario