“La prioridad y eje central del actual gobierno estatal es el combate a la desigualdad y la pobreza”, sentenció el gobernador de Puebla, el morenista Miguel Barbosa Huerta, hace unos días.
Mediante su ya rutinaria mañanera, el mandatario dijo que su administración “impulsa una mejor calidad de vida para las y los poblanos”, por lo que trabaja de manera directa con los empleadores, inversionistas y grandes empresarios de Puebla; y, siguiendo la línea del presidente Andrés Manuel López Obrador, aseveró que su gobierno “serio, austero y sobrio”, ya que combate la corrupción a diferencia del pasado.
Esto puede sonar muy bien y, es más, hasta digno de aplaudir, pero debemos preguntarnos, esto que dice Miguel Barbosa, ¿es de verdad así? ¿En serio combatir la pobreza lacerante que viven millones en Puebla es su prioridad? ¿De verdad su gobierno es “serio, austero y sobrio” y diferente a los anteriores? ¿En serio ya terminó con la corrupción en Puebla? La verdad, cuando uno se pone a analizar, aunque sea mínimamente estos planteamientos, puede deducir que esto es completamente falso. El gobierno de Barbosa ni combate a la corrupción ni busca acabar con la pobreza. A las pruebas.
Según el reporte más reciente del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), de enero a marzo de 2022 el porcentaje de la población en pobreza laboral, es decir, con un ingreso laboral inferior al costo de la canasta alimentaria, en el estado de Puebla, fue de 49.2 por ciento. ¡Casi la mitad de los poblanos sufre por no poder comprar la canasta básica!
Y de esto no puede culpar a los gobiernos anteriores porque la cifra de poblanos en pobreza laboral ha incrementado desde 2019. Puebla, incluso, se encuentra muy arriba de la media nacional, que fue de de 38.8 por ciento. El estado de Puebla ocupa el segundo lugar, después de la Ciudad de México, con el mayor incremento en los índices de pobreza laboral, reporta el Coneval.
Por si fuera poco, Puebla es el tercer lugar en el país con salarios más bajos, su promedio trimestral es de 13 mil 570 pesos, según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografia (INEGI). Y la canasta básica, ¡sube, sube y sube!
Estas cifras son recientes, al igual que esta otra que, sin duda alguna, resulta escalofriante: el INEGI dio a conocer que Puebla ocupa el segundo lugar nacional con la mayor tasa de trabajo infantil al reportar 18.3 por ciento. Dos de cada diez niños deben trabajar para sobrevivir. En el estado de Puebla hay 196 mil 843 niñas, niños y adolescentes de 5 a 17 años de edad en situación de trabajo infantil.
Viendo un panorama un poco más completo sobre los resultados del “eje central del actual gobierno” de Miguel Barbosa, realmente, ¿combatir la pobreza es su prioridad? En un estado donde los niños deben trabajar para ayudar a sus familias a llevar el sustento diario, donde ni sumando todos los salarios entrantes a las familias les alcanza para comrar lo básico, ¿realmente hay combate a la pobreza y la desigualdad?
La respuesta es simple y muy clara: no lo hay. En Puebla, al igual que en el resto del país, no se combate la pobreza, por el contrario, se agudiza. El gobierno de la Cuarta Transformación se olvidó rápidamente del primero los pobres que tanto pregonó en voz de Andrés Manuel López Obrador durante sus campañas electorales.
Hoy, los pobres, que son más, sufren por no poder alimentarse, por tener empleos mal pagados, y, sobre todo, por tener gobiernos ineficientes que mucho presumen, pero poco hacen. Urge, pues, que los poblanos abran los ojos y se convenzan de que la 4T no era el cambio para bien que tanto esperaban y que, el verdadero cambio, está en sus manos: la organización del pueblo es lo que lo va a salvar. Nada más.
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