Para nadie es desconocido el problema grave de la desigualdad en México, principalmente en algunas zonas de más alta marginación descubierta y agravada por la pandemia de la covid-19, avanza a grandes pasos el aumento de la pobreza, la falta de alimentos en los hogares, mayor desempleo, inflación, rezago educativo y sanitario, entre otras más, como el estancamiento económico. Todos estos problemas, en algún momento, podrían estallar.
Muchos datos y análisis de organismos internacionales como La Comisión Económica para América Latina (CEPAL), el Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) coinciden en que la desigualdad creció durante la pandemia, el Coneval, por ejemplo, estima un aumento de entre 8.9 y 9.8 millones de mexicanos con un ingreso inferior a la Línea de la Pobreza por la Crisis de la covid-19. Estos datos se diferencian con el escenario de 2018, en el que 61.1 millones de mexicanos ganaban por debajo de la línea de la pobreza, representaba el 48.8 por ciento del total de habitantes.
Mientras que el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) asegura que, durante dos años, la población de la clase media disminuyó en 6.3 millones y pasó de 53.3 millones de personas en 2018 a 47.2 millones en 2020. Al igual que la población de la clase alta también se redujo, de 1.8 millones de individuos que había en 2018 paso a poco más de un millón en 2021 y la clase media aumentó de 69.9 millones a 78.5 millones, es decir, casi nueve millones más de pobres durante dos años de pandemia.
Además, en ese mismo periodo de la pandemia en diversos ámbitos es desastroso como en el campo educativo, desde marzo de 2020, el sistema educativo público y privado se enfrenta al desafío sin precedentes implantando clases a distancia. Hay algunos niños que pudieron retomar sus clases en modalidad virtual, ya sea vía internet o por televisión, y a quienes no tenían acceso a las herramientas tecnológicas para hacerlo o peor aún, hay lugares que ni siquiera contaban con energía eléctrica como el en caso de las zonas rurales quienes dejaron de estudiar.
Las cifras que los especialistas nos proporcionan junto con otras instituciones e investigaciones son cifras alarmantes en la deserción escolar, según el INEGI, en el ciclo escolar 2020-2021, 5.2 millones de niños, adolescentes y jóvenes de entre 3 a 29 años no se inscribieron por motivos económicos y por causas de la covid-19.
Asimismo, se estima que el 26.6 por ciento de la población de 3 a 29 no se inscribió al ciclo 2021, el 25.3 por ciento dejó los estudios porque los padres se quedaron sin empleo, en tanto que el 21.9 por ciento no continúo estudiando porque carecía de una computadora, tablet, celular o conexión a internet.
Ante estas condiciones económicas y parte por la inflación más alta de las últimas dos décadas, ha causado malestar social que podría provocar un descontrol para el país si no se toman medidas preventivas. Por lo visto, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no se preocupa por estas condiciones de vida de los mexicanos. Solo ha insistido y promovido los programas de trasferencia monetaria directa, que es su principal política para los más pobres o de pobreza extrema, con la condición de que esta tiene que simpatizar con su partido. A pesar de los debates sobre la idoneidad de estos programas y sus resultados en distintos ámbitos, se platea algo más y se puede hacer para poner a las familias más pobres a otro nivel de vida, como el reparto equitativo de la riqueza.
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