Lo sucedido esta semana que termina con el tema de la introducción del servicio de agua potable en la colonia Tres Reinas, de Hermosillo, da una muestra clara de la utilidad de las organizaciones populares para la comunidad mexicana. Y es importante resaltarlo para que, de una vez por todas, acabemos con esa idea insensata que tienen muchos funcionarios de querer atender a la ciudadanía de uno por uno, así, por separado, para que no tenga fuerza ningún reclamo y se ahogue en su aislamiento y ellos puedan disfrutar de sus salarios y prebendas sin que nada ni nadie ose siquiera perturbar sus privilegios y los ponga a trabajar realmente.
Literalmente, mis compañeros antorchistas de Hermosillo rescataron un presupuesto de un millón ochocientos mil pesos para construir un sistema de agua potable en la colonia Tres Reinas, para 219 tomas domiciliarias, recurso que se hubiera perdido si no actúa nuestro colectivo ante la Secretaría de Desarrollo Social de Sonora (Sedesson) y la Coordinación de Infraestructura, Desarrollo Urbano y Ecología (Cidue), del gobierno hermosillense, para evitarlo.
Se logró, y ahora, nos ha comunicado Cidue, a través del arquitecto Diego Mezquita que, previa licitación, en dos meses aproximadamente iniciarán con la obra, que ya se pusieron de acuerdo las instituciones y que todo va para adelante, que nos dará copia del comprobante del registro de la obra.
Pero veamos la historia por partes. Previamente a lo narrado, los antorchistas ya habían realizado numerosas gestiones para conseguir que Sedesson destinara tal cantidad para una primera etapa en esa colonia, en el área que la Sindicatura del Ayuntamiento de Hermosillo liberó como regular. Esta es una colonia que ha padecido de la falta de líquido desde su fundación y de la que hace pocos años un grupo de ciudadanos decidió organizarse en Antorcha para darse fuerza.
Ya en reuniones anteriores la subsecretaria de Infraestructura de Sedesson, Alma Limón, había comentado que el recurso destinado para la obra de introducción de agua potable a esa colonia estaba por perderse, pues hacían falta permisos del Ayuntamiento de Hermosillo, y sin ellos no se aplicaría el recurso. Si pasaba más el tiempo, les advirtió la funcionaria, Sedesson prefería regresar el recurso o mandarlo a otra obra.
De allí, los antorchistas se fueron de inmediato a la Cidue, institución municipal que tiene que dar los permisos, donde ya habían hecho muchas gestiones previas precisamente para eso y se entrevistaron con el ingeniero Miranda, quien, sorpresivamente, dijo que ¡desconocía totalmente el tema! Una institución decía una cosa, y la otra decía lo contrario, se notaba que no habían intentado comunicarse.
Fue por intermediación de Víctor Hugo Rojas García, dirigente antorchista local, que ambas instituciones se reunieron para dialogar y ponerse de acuerdo, en las personas de Alma Limón y el arquitecto Diego Mezquita, y fue allí, precisamente frente a la comisión de colonos antorchistas, que ambas instituciones dieron el lamentable espectáculo de no poder ponerse de acuerdo, echándose la responsabilidad de la inacción una a la otra.
De no haber existido nuestra estructura organizativa, hubiéramos perdido años y meses de esfuerzo popular, y, además, muchos de nuestros compañeros, sobre todo los más novatos en estas lides, se hubieran sentido derrotados, pensando que de nada sirve estar organizados
Ante esta ineficacia institucional nos quedó claro que tendríamos que llevar el asunto a la calle, mediante una protesta y denuncia, para que el pueblo supiera de estas desavenencias entorpecedoras de nuestro desarrollo, opción que notificamos a ambas instituciones para que terminaran de ponerse de acuerdo. No toleraríamos que por estas deficiencias públicas se perdiera el recurso por el que habíamos desplegado una lucha de innumerables gestiones para que se autorizara.
Sin embargo, en aras de un último esfuerzo cívico, por intermediación del grupo antorchista dimos un plazo razonable para que actuaran conjuntamente y así sucedió. Nuestra perseverancia logró que se pusieran de acuerdo y ya tenemos la promesa gubernamental de que se iniciará la anhelada obra.
De no haber existido nuestra estructura organizativa, hubiéramos perdido años y meses de esfuerzo popular, y, además, muchos de nuestros compañeros, sobre todo los más novatos en estas lides, se hubieran sentido derrotados, pensando que de nada sirve estar organizados. Pero eso es un error.
Esta virtud de estar organizados es una de las cosas más satisfactorias que tiene Antorcha: es una estructura social necesaria y muy útil para generar movilización ciudadana, que se convierte en importante aliada de las autoridades que verdaderamente quieren trabajar para su pueblo; pero si nos topamos con funcionarios que no lo quieren, de esos que odian al pueblo organizado porque les insiste y los denuncia hasta que logra hacerlos trabajar, o con esos que son terriblemente ineficientes, además de insensibles, entonces la importancia de las organizaciones como la nuestra es todavía mayor, porque ya no sólo insistimos, sino que luchamos por muchos medios legales y recibimos el apoyo fraterno del resto de nuestros compañeros de otras colonias y municipios: eso multiplica el poder y la fuerza del pueblo, único que es capaz de corregir bien y a tiempo el rumbo de la autoridad como este caso de Tres Reinas ilustra. Un colectivo en acción, cuando es racional, honesto y trabajador, disciplinado y estudioso, es el mejor aliado que podemos encontrar los mexicanos para conseguir el progreso. Hay que seguir construyendo la Antorcha que ilumina nuestro camino.
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