Hasta el 6 de agosto de 2021, llevamos un año, ocho meses y 19 días desde que dio inicio una de las crisis sanitarias más grandes en la historia de la humanidad; lo que parecía el comienzo de una coyuntura pasajera, ha pasado a representar desde una pequeña incomodidad -para los que tienen la capacidad económica de aislarse y atenderse médicamente-, hasta la muerte, para los millones que se enfrentan a un destino fatal por la enfermedad y las consecuencias materiales de esta.
La situación sigue empeorando con el pasar de las fechas, no hay día que no nos encontremos en los medios de comunicación noticias acerca del contagio masivo, provocado principalmente por la variante Delta, que se sabe, es más agresiva e infecciosa; sin embargo, un faro de esperanza se cierne desde hace unos meses en el mundo. La vacunación, iniciada a principios de este año, ha resultado exitosa en varios países “desarrollados” para aminorar algunas consecuencias del virus, como la mortalidad excesiva. En casos como el de Israel o Inglaterra -que cuentan con casi el 70 por ciento de su población vacunada-, les ha permitido regresar a una parcial normalidad en sus actividades diarias.
En contraste, países de África o América Latina se enfrentan con una situación catastrófica; acerca de esta última, Forbes rescata declaraciones de Carissa Etienne directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en una nota del 4 de agosto: “durante la última semana se notificaron más de 1.2 millones de casos de covid-19 y 20,000 muertes relacionadas en América”, otro dato a destacar y que muestra un panorama totalmente contrario a las naciones europeas es el de la vacunación; “sólo el 18% de la población de América Latina y el Caribe ha sido vacunada totalmente contra la covid-19. «Las vacunas, que son un faro de esperanza para controlar esta pandemia, siguen estando fuera del alcance de demasiadas personas en las Américas»” concluye la directora.
Esta última declaración es de suma importancia, ya que demuestra que la inoculación sigue el esquema de desigualdad imperante en el capitalismo, y como todo dentro de él, se guía por intereses económicos, siendo una mercancía más, que sólo algunos se pueden dar el lujo de comprar, quitando así, esa ilusión de intereses “nobles y puros” con los que se dicen guiar las farmaceúticas. Para muestra un botón, Pfizer, una de las principales empresas de este sector en el mundo, ha incrementado fuertemente sus ganancias desde el año pasado, debido a la fabricación y venta de su vacuna a todo el mundo, aprovechando un “mercado nuevo” al que pocos han podido acceder. “Las farmacéuticas Pfizer y Moderna cobrarán a la Unión Europea más de 23 y 25 dólares por dosis, respectivamente. Un estudio reciente de la Alianza Vacuna del Pueblo concluyó que las compañías Pfizer-BioNTech y Moderna están cobrando a los Gobiernos cerca de 41,000 millones de dólares por encima del costo de producción estimado”, todo esto reportado por el medio democracynow.org, el 5 de agosto.
Muchos usarán las mismas cantaletas dictadas por el gran capital “es su trabajo, tiene derecho de cobrar lo que ellos quieran” o “es justo, que los países paguen por una mercancía y que paguen los que puedan”; todos los que se remiten a estos argumentos, parecen olvidar que los grandes avances tecnológicos están respaldados por recursos públicos, recursos generados por el pueblo y que las grandes empresas solamente se han aprovechado de ellos convirtiéndolo en una mercancía, acaparando y vendiéndose a precios exorbitantes.
Esta actitud inhumana de jugar con la vida de las personas es lo que provocará, que la pandemia, no termine en corto plazo según la misma ONU, quien ha hecho numerosos llamados para revertir esta situación, empezando con un comunicado el 21 de febrero de este año: “mientras que algunos países avanzados han conseguido vacunas suficientes para proteger a toda su población dos, tres o cinco veces, el Sur del planeta se está quedando atrás. Tal como están las cosas hoy, los habitantes de muchos países en desarrollo no tendrán acceso a las vacunas hasta bien entrado el año 2022”.
Más recientemente, el 19 de julio la agencia AP escribió en su sitio web: “Pero pocos se imaginaron que las naciones pobres quedarían a merced de donaciones de los ricos o que la desigualdad sería tan grande y duraría tanto (...) Fallas en la planificación de la venta de vacunas a las naciones pobres hicieron que no pudiesen competir con los ricos cuando finalmente aparecieron las vacunas. Y las naciones ricas expandieron la vacunación a gente cada vez más joven mientras los países pobres seguían esperando dosis para los más vulnerables”. En las últimas semanas también ha salido a relucir este hecho, varios países europeos están planeando aplicar una tercera dosis, mientras que, en la mayoría del mundo, aún no se cuenta ni en la primera.
Se han dado diversas alternativas para combatir esta absurda desigualdad, pero todas han sido desechadas en mayor medida, por las grandes farmacéuticas, una de las medidas era liberar la patente de las fórmulas, garantizando así, una producción e inoculación más rápida en el mundo. Esta iniciativa se vio automáticamente rechazada por argumentos como los del gobierno alemán, que se limitó a declarar que “la protección de la propiedad intelectual es una fuente de innovación y debe seguir siéndolo en el futuro”. Es decir, importa más la propiedad privada y la ganancia de unos pocos, que la vida de millones.
Otro de estos argumentos cínicos, lo expresa el director general de la Federación Internacional de Productores Farmacéuticos, Thomas Cueni en una declaración retomada por Forbes el 18 de mayo “a corto plazo solo la solidaridad, expresada a través de compartir dosis, servirá para afrontar esta inaceptable desigualdad”, mejor traducido como: Que los pobres se contenten, con las sobras de los países ricos.
Por otro lado, hay personajes como el mandatario ruso Vladimir Putin que han apoyado abiertamente la iniciativa, iniciando con poner el ejemplo, ya que ofreció la patente de Sputnik-V -una de las primeras y más efectivas vacunas en el mundo- totalmente gratuita para el resto de la humanidad. “Rusia apoya el planteamiento de que en las condiciones presentes tenemos que pensar no en cómo obtener las máximas ganancias, sino en cómo garantizar la seguridad de las personas” declaró en mayo de este año. ¿Cómo es posible que Rusia y China -quien se ha sumado también al llamado-, países a los que la opinión pública nos ha hecho pasar como dictaduras autoritarias y herméticas ahora quieran salvar al resto del mundo, mientras los salvadores estadounidenses y europeos defienden con uñas y dientes la propiedad privada de los gigantes farmacéuticos?
La respuesta siempre la hemos tenido ante nuestros ojos, al capital sólo le importa la ganancia y la pandemia, ha abierto un nuevo mercado y la vacunación nunca sería rentable si estuviera al alcance de todas las naciones, por más pobres que estas fueran. Como lo reconoce la misma ONU, la lucha aún está lejos de acabar y mientras el virus del capital acompañe a la pandemia de covid-19, millones de pobres seguirán muriendo alrededor del mundo, mientras que sus presuntos salvadores, se encuentran a salvo, regodeándose en absurdas y gigantescas ganancias.
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