Deseo esta vez resaltar a la ciudadanía sonorense que en este mes de octubre ocurrió en toda nuestra geografía una serie de hechos poco difundidos a través de los medios de comunicación tradicionales, pero que no por ello dejan de tener gran importancia. Se trata de gente que se ha movilizado de manera poco común, de un movimiento popular bien coordinado y organizado que ha acudido pacíficamente a ver a sus diversas autoridades a presentarle sus necesidades, enlistadas en los documentos llamados pliegos petitorios, con la demanda de que su solución se programe para 2022. Son cientos, quizá miles de peticiones de que se construyan en pueblos y colonias que carecen de ellas, obras para dotarlas de agua potable, drenaje o electricidad, de obras de pavimentación, de caminos, puentes, calles, canchas, parques, escuelas, salones, etc., y todo un conjunto de apoyos a través de programas sociales para el mejoramiento de la vivienda popular, la alimentación, la educación, la salud, el arte, la cultura, el deporte y otras. Pocas veces en la historia de Sonora se podrá encontrar documentos como esos pliegos petitorios, en los que cientos de comunidades humanas se coordinan en un solo esfuerzo para apoyarse mutuamente, fraternizar y luchar juntos; pocas veces encontrará el investigador de nuestra historia documentos como éstos, elaborados por el propio pueblo organizado, en los que habla y detalla sus carencias y esperanzas.
Y esa es otra característica de los pliegos de Sonora: implican todavía —todavía— la esperanza de que la autoridad pondrá lo suyo y cumplirá con sus deberes y obligaciones. Los pliegos petitorios implican todavía la confianza de que las instituciones que los mexicanos tenemos funcionan, y de que es posible que los hombres y mujeres que están a su cargo respondan positivamente a su pueblo. Bien vistos, los pliegos petitorios son una forma popular en que se manifiesta nuestra democracia, son una forma en que el pueblo ejerce su democracia, en que muchos de sus miembros se involucran en la defensa de sus legítimos intereses y participan, esforzándose por encontrar soluciones en esas instituciones; son una forma concreta de manifestarse del Estado de Derecho.
Cada lista de necesidades por colonia y comunidad está bien justificada, son necesidades reales, no inventos ni exageraciones, sino estrictamente lo que es necesario. De lo anterior se desprende, por tanto, que los pliegos petitorios no son un grito de guerra contra nadie ni contra ningún grupo ni partido, sino una expresión de la pobreza, que hay que solucionar. Nada más.
Los pliegos, pues, son documentos muy formales, solemnes, que requieren una respuesta seria de nuestras instituciones. No requieren que se les dé la espalda, ni que se minimicen, mucho menos que se les ignore o desprecie. Con los anteriores gobiernos nos fue de la patada, incluso hubo momentos en que trataron de hacernos sentir culpables por pedir lo básico. Tuvimos cientos de reuniones, literalmente, con funcionarios de todos, todos, los niveles, con escasos frutos. Hemos hecho una valoración que nos indica que las autoridades estatales y municipales sonorenses que ya se fueron, resolvieron favorablemente menos del 10% de lo que se les demandó, que resolvieron lo menos importante y eso a regañadientes, solo gracias a nuestra insistencia, no tanto por su buena voluntad: hubo que arrancarles los pequeños éxitos, por eso los consideramos como conquistas de la lucha popular. Tuvimos abundancia de promesas concretas que se incumplieron, mucho de ello lo registramos en las páginas oficiales de Facebook y Twitter del Movimiento Antorchista de Sonora. Sufrimos incontables retrasos, posposiciones, desplantes, cancelaciones, inasistencias, fastidiosas esperas, citas incumplidas, llamadas telefónicas ofrecidas que nunca se concretaron, infinitos mensajes de texto dejados en visto, gobiernos municipales que ya de plano mejor cerraron la puerta de sus palacios y pusieron policías para impedirnos entrar a buscar respuestas. Además de toneladas de justificaciones para no cumplir, imposibles de refutar de tan bien elaboradas y argumentadas, pero con mínimos resultados. Bueno, escasísimos resultados para nosotros, los trabajadores y los sonorenses más humildes, porque esos gobiernos se fueron y dejaron más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, las estadísticas sociales lo demuestran. Para aquéllos sí que hubo buenos resultados. Nos queda claro para quién trabajaron esos gobernantes, a quién defendieron. Y la verdad, ya estamos cansados de ese tipo de política. No queremos que se repita.
Aunque algunos políticos del sistema nos dieron un “trato de diez”, no faltaron quienes vieron los pliegos petitorios con soberbia, altivez y arrogancia. En todo caso, la falta de soluciones demuestra eso mismo en los hechos, por muchas afabilidades con que se haya tratado al peticionario.
Octubre, pues, fue un mes de entrega de pliegos petitorios por parte de grupos de ciudadanos sonorenses humildes. Faltan todavía varios grupos por entregar sus documentos y ya van al menos 20 eventos en los que, en representación de decenas de miles de personas, cientos de sus comisionados han estado presentes en los actos.
Mal harán aquellos funcionarios que crean que los pliegos son un reclamo prematuro a las autoridades que recién han iniciado, o una estratagema insidiosa para hacerlos quedar mal; eso no. Deben entenderse como un ofrecimiento de trabajo conjunto, como una oportunidad para trabajar juntos con una organización popular que ha demostrado desde que surgió que se esfuerza seriamente por resolver problemas sociales, y no por causarlos. Deben saber las diferentes autoridades que con los antorchistas tendrán seguros compañeros en las ingentes tareas de resolver los problemas sociales, si esa es su verdadera intención.
Finalmente, nada pedimos para los dirigentes, ni dineros ni corruptelas, y porque nunca lo hemos hecho nunca se nos ha comprobado nada aquél que nos ha acusado falsamente; Antorcha está en contra de eso, esa es una de las razones que explican nuestra existencia, porque entre las víctimas preferidas de señalar de la corrupción siempre hemos estado las organizaciones populares y las iniciativas independientes y consideramos una infamia que se nos acuse así; más bien exigimos que sean las autoridades mismas, o la empresa que ellas consideren, quienes realicen las obras o presten los servicios que requiere la población, tal como lo indica la ley.
A pesar de tanto desdén, los antorchistas seguimos luchando porque entre nosotros todavía hay confianza en las instituciones, aunque no podemos responder por el resto del pueblo.
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