Previo a la noche del 15 de septiembre, que es cuando se festeja el grito de independencia, miles de mexicanos, se predisponen a vivir una estupenda celebración, con sus familiares y amigos. Tradicionalmente es una noche donde los platillos típicos de nuestro país, como el pozole, las enchiladas, los chiles en nogada, los sopitos, las tostadas, y todo aquello inventado en México para comer, se come. Y la combinación perfecta son las bebidas que también son típicas de nuestro país, el tequila y el pulque, entre otros brebajes embriagantes. El carácter que se le da a la fecha es un tanto vacilador y confuso también, pues cada día más, se tergiversa la tradición de conmemorar un hecho histórico imprescindible en nuestra historia, con una fiesta “mexicana”, donde es casi un requisito embriagarse de comida y bebida, hasta el hartazgo, pero nunca (ni de chiste), reflexionar al margen de la fecha, para preguntarnos ¿y para qué la independencia? ¿Y, es verdad que ya somos independientes? ¿De quién y hasta cuándo? Nada de eso, la noche es corta como para desperdiciarla en aburridas platicas políticas, dijera un “amigo”.
Pero hace más de 200 años, valientes hombres y mujeres, movidos por el coraje que llevaban impregnado en sus almas, ocasionado por un gobierno autoritario, represivo y sometedor, decidieron enfrentar valientemente a sus verdugos a sabiendas que la muerte encontrarían, pero convencidos de que era necesario, fueron combativos a cambiar el destino de miles y miles de mexicanos. Se calcula que en el movimiento revolucionario murieron aproximadamente 1 millón y medio de mexicanos. ¡Cuánta sangre derramada! Pero la pregunta es: ¿habrá valido la pena los ríos de sangre y las pérdidas humanas de tal movimiento? La independencia de México, puede catalogarse solo como un estandarte ganado, ¿o como un movimiento continuo?
Creo yo, que los mexicanos, estamos orgullosos de la solidaridad, de la empatía, y de la capacidad de organización que, en aquellos tiempos, tuvieron nuestros héroes sin capa. Pero, creo que estamos en deuda con todos ellos que ofrecieron su vida para tener un país más justo. Y en ese sentido, así como no basta solo el título para ser licenciado, sino la practica misma; así la historia nos reclama, si no la misma valentía, cuando menos la dignidad para aceptar que seguimos siendo maltratados, sometidos y utilizados, que el pueblo pobre trabajador de México, sigue siendo tremendamente golpeado solo que con diferentes armas. Ahora la “tunda” la recibimos dosificada, repartida entre todos los aparatos regidos por el mal gobierno, de una manera tan sutil que es difícil percibirla. Y no exagero, para donde dirijamos nuestra mirada, nuestro país está cayéndose a pedazos. Lo dice la avasalladora pandemia, con sus 270 mil 346 los muertos (www.coronavirus.gob.mx) la educación por los suelos, el pésimo servicio de salud y de justicia; la violencia en todas sus versiones, entre otros monstruos sociales.
¿Qué nos dirían si hablaran nuestros héroes que dieron la vida por la libertad y la justicia? Seguramente, nos exigirían que dejemos nuestro letargo, y continuemos la lucha que ellos iniciaron, que la independencia aún no se ha consumado, que abrir brecha, no significa haber encontrado el destino. Y qué curioso, pero pareciera que hasta la tierra intenta sacudirnos la conciencia “literalmente”, con los múltiples temblores, con los huracanes, con las inundaciones, con los derrumbes sucedidos recientemente, justo en el mes patrio.
Que otras señales esperaremos, ¿cuántos muertos más por covid-19, por asesinato, por violencia, por hambre, permitiremos? Mexicanos la lucha debe continuar y la organización social es el primer paso. El enemigo, por más grande que parezca encontrara su debilidad ante la grandeza de un pueblo organizado y unido, ¡que en sus entrañas lleva dentro la revolución! ¡Que muera el mal gobierno! ¡Y que viva la organización de los pobres de México!
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