Creo que a estas alturas, ya casi para nadie resulta desconocido hablar del coronavirus y sus mortales consecuencias. Pues, tanto se ha dicho ya de este mal, y por tantos, que hay quienes incluso, emulando la actitud despreocupada que adopta el presidente en sus conferencias mañaneras sobre este tema, cada vez que puede, creen ingenuamente y sin ningún sustento, que la pandemia simplemente se irá como llegó: sola y cuando se tenga que ir; es decir, cuando hayan muerto ya todos los que se tengan qué morir, y sobrevivido también, todos los que vayan a vivir. Y que entonces, la vida seguirá tan campante como antes era.
Cuando por curiosidad y asombro interrogo por su salud a quienes, fanáticamente influenciados por las prédicas mañaneras del presidente, así piensan de la pandemia y sus consecuencias, la respuesta me es increíble: “de algo tenemos qué morir” -me dicen-. Pero, cuando pregunto sobre la suerte de los hijos ante la inminencia de la muerte, entonces la respuesta ya es otra: la respuesta es el silencio y la tristeza, la respuesta son lágrimas. Y es que, más que perder la vida propia, mucho más doloroso resulta aún, perder la vida que con tanto sacrificio antes se dio.
Por eso es que importa recordar aquí, y ahora, que son precisamente nuestros hijos, y de entre ellos todos los estudiantes, las víctimas más ignoradas y maltratadas por la política actual de la 4T, al no atender con seriedad las mortales consecuencias de la pandemia.
La covid-19 es una enfermedad infecciosa causada por un coronavirus descubierto recientemente (ya en 2003 se tenía conocimiento de uno parecido). Tanto el nuevo virus como la enfermedad que provoca, eran desconocidos antes de que estallara el brote en Wuhan China, en diciembre de 2019. La Organización Mundial de la Salud (OMS), anunció este nuevo virus el 11 de febrero de 2020, y lo nombró: coronavirus 2 del Síndrome Respiratorio Agudo Severo, o SARS-CoV-2
No obstante, el carácter mortal de este virus, su peligrosidad aumenta mucho más con cada nueva mutación que sufre para adaptarse a nuevos organismos. Los científicos monitorean todas las variantes de covid-19, y las clasifican como: Variantes que están siendo monitoreadas, Variantes de preocupación, Variantes de interés o Variantes de altas consecuencias, con base en la facilidad de propagación, la gravedad de los síntomas y cómo se pueden tratar.
Y las consecuencias mortales de la covid-19, cuando menos de manera oficial, son ya muy conocidas: 4.8 millones de muertes en 210 países del mundo, según datos de la página es.statista.com, al día de hoy. Encabeza la lista EE. UU., con 730 mil 210 fallecidos; le sigue Brasil, con 599 mil 862; después India, con 450 mil 160; y luego, en cuarto lugar, México, con 281 mil 121. Mientras que China, país donde apareció el virus, ocupa el lugar número 77 con 4 mil 636 muertes, seguido por 133 países más, donde el número de víctimas mortales es menor. Y esto no podía ser de otra manera para México, pues el Gobierno de la 4T, nunca, y en ningún momento, ha tomado en serio las medidas adecuadas.
El 28 de febrero de 2020, cuando se anunció oficialmente el primer caso de contagio en el país, el presidente dijo así: "Estamos preparados para enfrentar esta situación", "No es algo terrible, fatal, ni siquiera es equivalente a la influenza”. Pero, para el 20 marzo, cuando ya se había presentado la primera muerte por covid-19 y se suspendieron las clases presenciales, el presidente respondió desde su tribuna mañanera con un “escudo protector”: un billete de dos dólares, un trébol de cuatro hojas y un escapulario. “¡Detente!” le gritó al coronavirus. Y marzo terminó con 28 muertos en todo el país. Aquí, con el confinamiento generalizado, comenzó la tragedia de los estudiantes.
Para el primero de junio de 2020, a casi dos meses del confinamiento obligado de trabajadores y estudiantes, el gobierno federal reparó en su error. Las consecuencias en la productividad no tenían ya comparación, por eso fue que propusieron el regreso a “una nueva normalidad”. Sacaron a la calle a los trabajadores sin ninguna protección. Pero los estudiantes siguieron confinados y las escuelas cerradas. Los muertos eran ya 7 mil 633, y México, el noveno país con más muertos por pandemia.
Para el 8 de septiembre del año pasado, cuando ya sumábamos 67 mil 781 muertos, el presidente dijo desde Palacio Nacional así: “vamos domando la pandemia”; e hizo un reconocimiento público a su secretario y al subsecretario de salud, porque, “siguen ayudándonos con entrega y humanismo”. Pero, para el mes de noviembre superamos el millón de casos confirmados de contagios, y los 100 mil muertos por el virus. He aquí pues, “la entrega y humanismo” de la 4T.
Luego, a fines del año pasado llegaron las primeras vacunas al país, y se inició con la vacunación del personal médico. Y entre el 15 de febrero y el mes de mayo de 2021, cuando la tragedia ya sumaba a más de 174 mil 657 muertos, el presidente se dispuso a echar a andar su estrategia electoral con miras al 6 de junio: vacunar a los adultos mayores y a los maestros. Nótese cómo hasta aquí, la 4T nunca ni en ningún momento de la tragedia, se preocupó verdaderamente por la suerte de los millones de estudiantes de todo el país. Dejar sin vacunas a los estudiantes, sobre todo a los que no tenían la edad para votar, fue lo que marcó el uso electoral de la vacuna por parte del Gobierno federal.
El saldo trágico para el sector estudiantil ya es conocido. El Inegi, en su Encuesta para la Medición del Impacto del Covid-19, publicó sus datos el 24 de marzo pasado. En el ciclo escolar 2019-2020, un total de 1.8 millones de estudiantes no concluyeron sus estudios (1.5 millones de escuelas públicas y 243 mil de privadas). Para el ciclo 2020-2021, fueron 5.2 millones de estudiantes los que ya no se inscribieron, el 9.3% de la población total de entre 3 a 29 años. Inegi precisó: el 26.6% afirmó que “las clases a distancia son poco funcionales para el aprendizaje”; el 25.3%, que “sus padres o tutores se quedaron sin trabajo”; y el 29.9%, que carecen de computadora, de otros dispositivos o conexión a internet”.
Y hasta aquí, la conclusión ya es clara: para la 4T, no son prioridad los estudiantes durante la pandemia. Si los estudiantes no se organizan con el pueblo para defender sus derechos y su vida, nada bueno para ellos se puede espera en el futuro. Estamos a tiempo. Ojalá reaccionemos.
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