Pese a la posición triunfalista de López Obrador expuesta en su último informe con “cifras record” (claro, según sus “datos”), su actitud obcecada y autoritaria para poner en práctica políticas que atentan contra la racionalidad humana e incluso contra la vida misma, denuncia que hay problemas serios en el país, que el gobierno no se sabe cómo resolverlos, pero se sienten obligados a tomar medidas desesperadas para mitigarlos y previendo la falta de resultados los callan para no demeritar la “popularidad” de la “Cuarta Transformación” ante los mexicanos. Hay infinidad de ejemplos, pero dos de ellos ayudan a ilustrar la situación: el regreso obligado a clases presenciales y la creación de Gas Bienestar.
Un grave problema es la desaceleración económica, que antes de la pandemia ya manifestaba una severa contracción por la política de austeridad adoptada por la 4T y que con la pandemia decreció poco más de ocho por ciento durante el 2020. Aunque se han hecho estimaciones optimistas de crecimiento económico a partir de datos proporcionados por ligeros revotes que se dan cuando se atenúa el número de contagios y defunciones por la covid-19, una vez que ésta vuelve a agravarse la tendencia a la contracción vuelve a su cauce, debido a la ineficiencia para contener la peste y por la ausencia de políticas que promuevan la aceleración económica desde los sectores productivos. Así, tenemos que según el “Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) mostró una disminución de 0.9% en términos reales” en junio con respecto al mes anterior en 2021, donde las actividades primarias disminuyen -4.4 por ciento, las actividades secundarias lo hacen en -0.5 por ciento y las actividades terciarias en -0.7 por ciento (Inegi, 25 de agosto de 20201).
No hay disposición gubernamental, por posición ideológica, por falta de recursos públicos, por ineptitud o alguna otra razón, para reactivar los sectores productivos de la nación y con ello acelerar el crecimiento económico. Para evadir la responsabilidad el señor presidente de la República obligó a los maestros, estudiantes y padres de familia al regreso a clases presenciales, al mismo tiempo que se presenta el pleno apogeo de la tercera ola de la pandemia. No valieron las voces ni los argumentos que señalaban el peligro al contagio y muerte de niños, jóvenes, maestros y familiares, al promover un regreso prematuro a clases, tampoco valieron las denuncias sobre la falta de condiciones y servicios para abrir las escuelas ni de la falta de recursos económicos y materiales para implementar los protocolos de sanidad para la prevención y atención de posibles contagios, por respuesta López Obrador, en un alarde de autoritarismo, sentenció “llueva, truene o relampaguee” habrá regreso a clases.
El regreso a clases presenciales supone la profunda preocupación por la educación, el interés por salvaguardar la salud psicológica de niños y jóvenes ante los efectos de 18 meses de “encierro” obligado, supuestos que en la práctica quedaron desmentidos, porque ni la Secretaría de Educación ni los diferentes niveles de gobierno destinaron presupuesto para atender los requerimientos necesarios para el regreso a clases. Lo que hay de fondo es la intención de reactivar la economía supeditándola a la movilidad social y financiera que genera la actividad estudiantil una vez que se encuentran funcionando las escuelas, es decir, es necesario sacar a los estudiantes de sus casas y mandarlos a las escuelas para incrementar el consumo de bienes y servicios, para incentivar la demanda, reactivando el transporte, la actividad textil por la compra de uniformes, el sector papelero por la adquisición de útiles, para revivir el sector informal que vive del entorno educativo y que de otra manera no tiene ninguna oportunidad. La razón para la apertura forzosa de las escuelas es una razón económica no educativa, que se antepone a la vida y salud de la comunidad estudiantil, a la que se somete el gobierno sin importar los peligros al contagio y que tiene repercusiones mortales entre los más desvalidos. La imposición fracasó: el número de estudiantes a clases presenciales fue mínimo y seguimos tan estancados económicamente como antes, lo que avanza son las cifras por muertes y contagios, en la que ahora los jóvenes son los más afectados.
Otro problema grave es la desmesurada elevación de precios que afecta a millones de mexicanos dada las precarias condiciones económicas en las que viven y los raquíticos ingresos que logran percibir, pues tienen menor capacidad adquisitiva para adquirir la canasta básica y acceder a bienes y servicios que les permitan una vida digna. En junio de 2021 se alcanzó una inflación de 5.88 por ciento, muy por encima de la estimación óptima del Banco de México, que es de aproximado al 3 por ciento. Entre los productos que presentaron mayor incremento se encuentra el Gas LP, combustible de primera necesidad para la cocción de los alimentos, para calefacción, transporte y otros usos de carácter industrial.
Ante el incontenible aumento del Gas LP, el 7 de julio del presente año, López Obrador anunció la creación de “Gas Bienestar” acusando a las empresas distribuidoras de aplicar “aumentos injustificados”, prácticas monopólicas y control férreo de territorios. El supuesto para crear Gas Bienestar y que engancho favorablemente en la voluntad de la gente es que va a vender el combustible con precios por abajo de los que ofrecen las marcas distribuidoras, controlando así los precios del gas y favoreciendo a las familias de las colonias y sectores populares. En este momento no hay suficientes elementos para evaluar los resultados y lo que vemos es que la empresa estatal se ha convertido en una más en el mercado, con precios similares a los existentes y sin capacidad de atender la demanda de la población. Lo que sí se puede señalar con precisión es que el Gas no es el único producto que presenta incremento de precios, lo hace también la gasolina, la energía eléctrica, las tortillas, el huevo, la cebolla, las calabacitas, entre otros, para cada producto ¿el gobierno se va a convertir en productor y proveedor? ¿Ésa será su política para regular los precios del mercado? ¿o se incursionó en el Gas porque desde el gobierno se abrió oportunidades de mercado a intereses particulares? Es claro que con políticas de este corte no vamos a tener resultados que impacten positivamente en los indicadores macroeconómicos que de descuidarse afectan gravemente a la población.
Los problemas económicos pretenden resolverse con caprichos y ocurrencias del poder ejecutivo y que dado su carácter autoritario y egocéntrico terminan imponiéndose a la nación, pero de ello no tendremos buenos resultados, pues hacen falta medidas que diagnostiquen correctamente los problemas que sufren los sectores productivos del país y que consecuentemente se implementen políticas gubernamentales que tiendan a solucionar de fondo esos problemas, dando lugar a un crecimiento económico y con ello al desarrollo social. El problema es que al pueblo se le recetan discursos y en el tratamiento se le condena a muerte.
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