Cada que se cierra un ciclo es conveniente hacer un balance, y preguntarnos qué nos deja y qué queda por hacer. En la vida política del país esto es más importante que nunca. Sin duda fue un año agitado, con una pandemia de la que no se termina de salir, la realización de una de las elecciones consideradas las más grandes en nuestra historia y en medio de una crisis política y económica que cada día afecta más a los más desprotegidos. Podemos preguntarnos entonces, ¿fue el 2021 un año bueno o malo para los mexicanos? La respuesta no puede ser determinista, pero es posible afirmar que fue un año más malo que bueno.
Por solo mencionar unos aspectos, lo más inmediatos, podemos constatar una cosa: que los intereses de la clase dirigente del país no son los mismos que los de las mayorías. Con la pandemia de covid-19 confirmamos que lo más importante para las autoridades de la salud es proteger la imagen presidencial, minimizando los riesgos, dirigiendo a la población mensajes confusos sobre lo que se debería hacer para frenar los contagios y muertes.
Por otro lado, hay una lenta recuperación en términos económicos, que tiene que ver con muchos factores, algunos difíciles de controlar. Pero otros en los que se pudo haber hecho más y no se hizo, como el apoyo a la ciudadanía. Según señala un artículo de El País, mientras países como “Colombia y EEUU aplicaban medidas fiscales que significaban entre el 4.6% y el 25.5% del PIB, en México se conformaron con las medidas ya existentes antes de la pandemia y dedicó solo el 0.7% del PIB” (https://elpais.com/mexico/2021-11-27/la-recuperacion-economica-en-mexico-se-estanca-en-la-recta-final-del-ano.html). En este sentido, se ha dejado a los ciudadanos a su suerte, a rascarse con sus propias uñas. Para la clase política dirigida por AMLO lo importante siempre será aparentar que se hacen las cosas. Aunque para el presidente este es un año positivo, la realidad es que para millones de mexicanos las cosas no son así, esos millones que ven que sus ingresos alcanzan cada vez para menos.
En materia de la vida política las cosas no son mejores. Existe una polarización del discurso, pero no en términos de clases sociales, ni fomentando la organización de las clases oprimidas para liberarse, sino de una manera tan burda que termina por ser peligrosa para todos. La polarización de la 4T consiste en que se está con ella o en contra. Si se está a su favor, se forma parte de los buenos, y se tiene que hacer caso a todo lo que el presidente diga, defender hasta los errores más evidentes; pero si se llega a señalar alguna falla, por minúscula que sea, se le considera que está en contra. Al estar considerado como opositor, toda crítica se desvirtúa, no con pruebas y argumentos, sino con insultos, descalificaciones y mentiras, y cuando eso no funciona, con la persecución política. La 4T ha llevado la discusión política a sus niveles más bajos en toda la historia nacional.
Y no solo en términos discursivos, sino con acciones concretas. Al proponer una consulta de revocación de mandato, que ningún ciudadano en el país pidió, se añade un gasto más a cuestiones electorales, sin embargo, al mismo tiempo propuso un recorte de presupuesto al INE. Las acciones de persecución y linchamiento mediático son claras. Para organizaciones y políticos en general el trato es el mismo, si no se doblegan ante los intereses de la 4T, serán puestos en la picota.
Mientras el presidente dice que este es un año positivo, no dejan de parecer noticias sobre el aumento de los homicidios. En el contexto de la contienda política, el 2021 fue uno de los más violentos con una gran cantidad de políticos asesinados. Y en general la violencia en el país va en aumento, según Animal Político, hasta noviembre pasado, “ya sumaban 31 mil 615 personas asesinadas en 2021”, con esto, dice el portal, se superan las cifras del 2017 (https://www.animalpolitico.com/2021/12/asesinatos-30-mil-personas-mexico/).
La lista sobre los malos resultados de la 4T puede seguir, pero no hay espacio para tanto. Lo que podemos sacar es que, ciertamente, la Cuarta Trasformación no es la salida, y que a mitad del periodo es tiempo aun de corregir el rumbo. Las pruebas que el 2022 traerá necesitan que la ciudadanía esté preparada, atenta a las necesidades que su realidad le exige. Alerta ante los cantos de sirena de cualquier político. Si el 21 es un año negativo, depende de la acción de los mexicanos para que el próximo sea mejor.
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