MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Las restricciones sólo podrán aplicarse si obedecen a la realidad

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El inicio de año, a pesar de los buenos deseos, no es mejor que los peores días de 2020. Al terrible azote de la pandemia debemos agregarle la enemistad creciente en el interior de los diversos grupos sociales que en algunos casos llega hasta a la agresión física. Los ambulantes enfrentándose con la policía debido a los desalojos, gente irritada porque le impiden hacer fiestas "estando en su derecho” (así lo argumentan puesto que la realizan en su casa y con su dinero), ciudadanos que linchan a los ladrones sin ninguna consideración y sin previo juicio, incinerándolos o descuartizándo policía de tránsito deteniendo y multando a los que no usan cubrebocas, abuelitos y abuelitas de la tercera edad que son abandonados en la vía pública por familiares que no pueden con la carga de su manutención, robos a transeúntes y negocios ante la necesidad de obtener recursos para sobrevivir, tráfico infame e ilícito de oxígeno, favoritismo en la aplicación de la vacuna y en la entrega de los apoyos a la gente vulnerables, terribles colas en los hospitales, cámaras de incineración y muchos etcéteras más. 

La dura realidad que vivimos, mezcla de pobreza y pandemia, está elevando la temperatura de la caldera social, de tal manera que se está volviendo una práctica común llegar a los golpes para intentar poner desesperada solución a los problemas, con lo que resulta peor el remedio que la enfermedad, pues un problema que podía resolverse de manera menos complicada termina en castigo con cárcel o con el desprecio popular.

Sin embargo, la situación puede ser más drástica aún, o como dijo alguien, "siempre podremos estar peor”. Hace poco, en una charla de sobremesa, se citaba la peste en Milán que Alessandro Manzoni relata en su famosa novela Los novios. "Creí que eso nunca sería vivido por las actuales generaciones, pero parece que hoy estamos peor&rdquo, subrayó el interlocutor. Esta afirmación no sólo es cierta, sino injustificable, pues la realidad y las posibilidades de atender emergencias globales ha cambiado desde aquellos tiempos. La ciencia y la tecnología se han desarrollado más allá de lo que la humanidad hubiera podido siquiera imaginar. Una nueva peste nos azota, pero no podemos protegernos porque la ciencia y la tecnología no pasan de ser una mercancía al servicio de los dueños del capital y de intereses políticos mezquinos. O ponemos el bienestar social como prioridad mundial o el planeta volará hecho añicos.

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¿Qué le corresponde hacer a la población? Exigir al gobierno la instrumentación de medidas serias para el combate de la pandemia, basta de discursos huecos que sólo buscan responsabilizar al ciudadano de la crisis sanitaria. No necesitamos políticas unilaterales, muchas veces difíciles de cumplir, que dejan libre de obligación al gobierno, él es el verdadero responsable de sacarnos de esta crisis sanitaria.

No podemos estar confinados, sin tener qué comer. No todos podemos comprar un cubrebocas KN95 cuando la disyuntiva es con un kilo de tortillas. Se está desarrollando la agresividad porque la desesperación social se incrementa, los ambulantes y todos los que se dedican al comercio informal obedecen a la necesidad de buscar el sustento diario para ellos y su familia. Lo que indica la realidad para los que se preocupan por resolver de fondo el problema que nos aqueja es combatir la pandemia y si en un inicio la dejamos crecer, hoy nuestro reto es detenerla. ¿Cómo? Urgen las vacunas.

Exijámosle al gobierno que deje de mentir, de burlar y de echar sobre las espaldas del pueblo la responsabilidad de salir de la pandemia porque esto es imposible, aunque nos sometiéramos a todas las órdenes absurdas que nos dan. Lo que debemos demandar y debe ser un clamor general es: ¡Vacuna para todos los mexicanos! Déjense a un lado los proyectos inoperantes, suspéndanse las dádivas con fines electorales, alto a la compra de conciencias, aplíquese el dinero del pueblo en beneficio del mismo pueblo. Por todos los medios difundamos la exigencia: ¡Vacunas ya!

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