Con motivo de las próximas elecciones que tendremos en Sonora y de las propuestas de los candidatos para ganar el voto del pueblo, es necesario reflexionar si puede llevarse a cabo en nuestra entidad una reactivación económica sin incorporar a ella a las clases populares pues, desde mi modesto punto de vista, ésa es la carencia principal de las propuestas que estamos escuchando un día y otro también.
Candidatos de todos los tamaños y colores aceptan de entrada el desastre económico de Sonora y coinciden en planes para lograr su "reactivación, relanzamiento o recuperación económica", para incentivar la inversión, combatir el burocratismo y la corrupción, desarrollar el turismo, la minería, la pesca, la industria, los puertos, la agroindustria, abrir oportunidades a los emprendedores y un largo etcétera. Todos coinciden, además, en lograrlo "construyendo acuerdos con la sociedad civil” y poniendo énfasis ya en uno ya en otro aspecto. Escuchar sus enfoques, presentados en un ropaje de franqueza y reconocimiento de debilidades y realidades, da la sensación de que el ponente en turno tiene los mejores deseos y la mejor concepción y capacidad de entendimiento de las formas y métodos para acabar para siempre con los dolores del pueblo; que, en principio, no hay quién se pueda oponer a semejantes buenos deseos, porque, planteados así, en lo general, nadie puede estar en contra. Sin embargo, el discurso de todos los partidos actuantes machaca las mismas recetas que se han repetido al pueblo por décadas, ninguno fija metas concretas ni plazos precisos ni, sobre todo, esclarece de dónde saldrán en específico los cuantiosos recursos que se requieren para llevar a cabo sus tan ambiciosos planes.
Primero hay que enfatizar, a riesgo de parecer innecesario por obvio, que dicha reactivación no puede realizarse de manera aislada del pueblo, que ninguna nación puede crecer ni tener éxito económico, científico y tecnológico y consolidarse y defenderse si su pueblo está hambriento, si vive en condiciones de penuria económica diaria, si carece de empleos, de seguridad social, salud, educación, de servicios e infraestructura urbana elementales y, sobre todo, si no tiene un salario y, si lo tiene, si no es suficiente para comprar al menos lo indispensable. El principal comprador de mercancías de Sonora y de la nación es el pueblo mismo, pero no puede serlo en lo inmediato ni en los próximos años, pues de acuerdo al Fondo Monetario Internacional (FMI) no podrá recuperar el nivel de pobreza que tenía antes de la actual crisis económica y de salud, hasta dentro de 3 años, en tanto que analistas consultados por la revista Forbes dicen que hasta en 4 años; además, según Coneval, en su Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2020, señala que la pobreza extrema podría haber llegado ya hasta 10.7 millones de personas más y la pobreza hasta 9.8 millones de personas más de los que teníamos en 2018 -en ambos casos- y con ello habremos perdido 10 años de combate a la miseria en México.
Con un pueblo en estas condiciones cualquier estabilidad está en riesgo y ningún proyecto económico ni capitalista ni de economía mixta está seguro. Esto obliga a volcar los recursos estatales -sonorenses y nacionales- con que todavía se cuenta, sin pérdida de tiempo, a amortiguar el golpe de la doble crisis que sufrimos, a brindar apoyos alimenticios urgentes y verdaderamente masivos, no seleccionados con fines electoreros; a brindar servicios de salud -no sólo contra la covid-19- prontos y eficaces y medicinas gratuitas o a precios de solidaridad social; a modificar a la baja los esquemas de cobro de servicios que son obligación de todos los niveles de gobierno, como la salud, la electricidad, los combustibles, y todos, todos los tipos de impuestos que pesan como una enorme lápida sobre los mexicanos más humildes. Esto es algo de lo mínimo que deberían plantearse los políticos que quieran el bien de su pueblo. Pero los discursos de campaña electoral que cruzan las sierras, los valles y los desiertos sonorenses no contemplan nada de esto, son prédicas anacrónicas, repetitivas, como si nada hubiera pasado. Son solamente discursos políticamente correctos, que nada modifican ni afectan a nadie.
En cuanto a de dónde se van a tomar los recursos para las cuantiosas inversiones que se requiere para levantar a Sonora, hay que enfatizar que el gobierno de López Obrador ya recortó prácticamente todo, los presupuestos a los estados, al gasto público social, los fondos, programas y fideicomisos fueron rasurados. Las predicciones de los entendidos en materia económica, según trasciende en los medios de comunicación, indican que pronto el gobierno de López Obrador no tendrá recursos para sostener ni sus propios programas electoreros, es decir, el gobierno de la 4T tiene una grave crisis de ingresos financieros y lo que le queda lo está dilapidando lastimosamente en campañas electoreras. Así que por este lado no hay posibilidades para materializar las promesas electorales. Sólo las habrá si se toma el recurso desde donde lo hay: o lo ponen lo capitalistas para su propio beneficio, como inversiones suyas, o lo entregan al Estado como impuestos. Pero, en el segundo caso, el manejo irresponsable de la economía nacional y de la pandemia por la 4T, señalado ya por preclaras inteligencias y organizaciones que no pueden ser catalogadas como izquierdistas, como la OXFAM, no garantiza a nadie, ni a la empresa privada, que el uso de los recursos fiscales vaya a ser racional (y hoy, después del informe de la ASF, nos queda claro que ni honesto). Es preciso un cambio de dirección a menos que se quiera conducir al país a propósito a un desconcierto total, a transformar a México en un campo de aplicación de esa nefasta teoría del caos que pretende destruir al Estado mexicano a fin de saquearlo sin necesidad de ninguna guerra, dejándolo impotente. La confusión reinante hoy en México es resultado del debilitamiento del Estado mexicano que está causando Morena: la 4T es el instrumento ideal para llevarlo a cabo, pues, aunque gobernara así de mal sólo por ambición de poder y no por complicidad traidora, el resultado es siempre el mismo; los empresarios patriotas no pueden ni deben permitirlo, hasta por mero instinto de sobrevivencia. Tampoco acerca de estos problemas candentes ningún candidato le habla claro al pueblo y lejos de resolver al menos teóricamente el problema del origen de los recursos para invertir en el pueblo, lo ocultan o de plano lo desdeñan.
La opción neoliberal de dejar el destino de cualquier país en manos del afán de ganancia que domina en todo mercado también ha mostrado a los pueblos del mundo sus limitaciones, su inoperancia de décadas para sacarlo de la pobreza, al contrario, la ha agudizado; así que no es alternativa para el pueblo de México tampoco.
De todo lo anterior se desprende que la reactivación económica que necesita México, la que tanto cantan en campañas, la que necesitan el capital mexicano y el pueblo humilde, 1) no puede dejar de lado a este último, tiene que tenderle la mano en estos momentos en que crecerá la angustia social; 2) que tampoco se puede llevar a cabo por quienes desmantelan al Estado mexicano y en los hechos lo conducen al opuesto de su recuperación: al caos; 3) y que tampoco se puede dejar a la voracidad del mercado. La verdadera reactivación económica de México empieza por una distribución más equitativa de la riqueza, compuesta de dos procesos de direcciones opuestas: uno, desde donde está concentrada hacia el pueblo en desgracia; el segundo, desde el pueblo en proceso de recuperación hacia la certeza y seguridad del capital, resultado necesario de esa recuperación. No hay de otra, al menos no en las actuales condiciones.
El proyecto de Antorcha para reactivar al país y encaminarlo por una senda de progreso económico y social constante, inicia con la exigencia de fraternidad al capital: es necesario que, hasta por dar continuidad a su propia existencia, done impuestos y acepte contribuir de manera progresiva: que el que más gane más contribuya con la nación; de estos impuestos progresivos será de donde nuestros gobiernos podrán obtener suficientes recursos para crear muchas oportunidades para que las empresas nacionalistas desarrollen el país y en conjunto con el Estado creen empleos para todos, con salarios dignos y bien pagados, además de materializar también la redistribución de la riqueza social mediante mucho gasto social. Esos son, de manera muy escueta, los cuatro ejes de nuestro proyecto de nación y con él convocamos a todos los mexicanos a unirnos en un amplio frente que logre el requisito previo para obtenerlo: que gobierne el pueblo, porque la reactivación económica no será tampoco posible sin su activación política, asunto, por cierto, también anulado en el discurso de campaña.
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