El título alarmista, desafortunadamente, no es una exageración. Después de la resaca de la elección y el fin de sexenio, el lunes 4 de julio, nos cae como balde de agua fría una nota publicada por Criterio en donde se puede leer el siguiente encabezado: “Desertaron casi 38 mil estudiantes por pandemia en Hidalgo: SEP”.
De acuerdo con los datos que recoge la nota, del Sistema Interactivo de Estadística Educativa de la Secretaría de Educación Pública, al comparar los datos del ciclo escolar 2019-2020, con el actual, se puede observar una disminución de 4.27 por ciento de la matrícula.
Este dato revelador nos muestra al desnudo la precaria situación que vive la educación en nuestro estado en todos los niveles y, sobre todo, el abandono que sufrieron durante la pandemia y que aún sufren los hijos de los hidalguenses más humildes, que los ha obligado a abandonar las aulas.
De acuerdo con las estadísticas publicadas por la SEP, en la mayoría de los municipios de Hidalgo se puede observar una disminución de la matrícula, siendo los municipios urbanos donde más disminuye en términos absolutos: Zacualtipán 874 alumnos menos, Cuautepec de Hinojosa 961, Actopan 1226, Ixmiquilpan 1286, Tula de Allende 1977, Mineral de la Reforma 1969, Huejutla de Reyes 2347, Tulancingo 3280 y Pachuca de Soto 9386. Destaca también el dato de 140 maestros menos en Actopan y 46 menos en Cuautepec de Hinojosa en comparación con el ciclo 2019-2020; así como 23 escuelas menos de todos los niveles registradas en Pachuca en el periodo actual. Está por verse aún el desastre que deja el ciclo escolar que termina.
El desastre educativo no es un problema aislado, casual y coyuntural; por el contrario, es al mismo tiempo, el síntoma de un problema estructural y la consecuencia de las profundas desigualdades y una mala gestión de la pandemia. Es la resultante de mandar a clases en línea a los estudiantes cuando sólo el 30.5 por ciento de los hogares contaba con computadora, 38.8 por ciento con internet y 44.2 por ciento con televisión (Datos del INEGI, 2020 del Censo de Población y Vivienda). Los datos anteriores reflejan que para más del 50 por ciento de los hogares en el estado les fue imposible adaptarse a las estrategias educativas de manera virtual. El 52.2 por ciento de la población tiene escolaridad básica, sólo el 23 por ciento accede a la educación media superior y el 18.6 por ciento a licenciatura.
No es casual que los datos del desastre educativo se correlacionen con los datos sobre pobreza municipal presentados por el CONEVAL. De los 84 municipios que tiene el estado de Hidalgo, en 43 más de la mitad de la población vive en condiciones de pobreza y de esos en 11 municipios más del 71.2 por ciento del total de su población vive en esas condiciones. La mitad de los hidalguenses viven en pobreza, casi siete puntos por arriba de la media nacional (43.9 por ciento) y 8. 1 por ciento en pobreza extrema, dato muy cercano a la media nacional de 8.5 por ciento. Uno de cada tres es vulnerable por carencia social y por acceso a los servicios de salud; dos de cada tres por no tener acceso a la seguridad social; uno de cada cinco por no tener servicios básicos en su vivienda y por no tener acceso a alimentos; 240 mil 826 no cuentan con una vivienda digna y la mitad de los hidalguenses cuentan con un ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos.
Se vuelve oportuno recordar que esta situación es también el necesario resultado de las fallidas políticas aplicadas por el gobierno federal y el gobierno del estado en materia educativa. Desde el inicio de la pandemia los antorchistas no nos hemos cansado de señalar que el abandono y deterioro de los centros educativos, la precaria situación en que se debaten miles de maestros, “la falta absoluta de ayuda oficial a las familias confinadas de más bajos ingresos, la pérdida del empleo, temporal o definitiva, los bajos salarios, la falta de teléfonos móviles, tabletas y televisores, la marginación de pueblos, comunidades y rancherías campesinas que carecen de internet e incluso de electricidad y la imposibilidad de contar con un tutor capacitado para brindar apoyo a los más jóvenes, a los niños y niñas son otros tantos factores negativos que explican y agravan el daño a la educación” (ACM). La reciente cancelación de las Escuelas de Tiempo Completo (ETC) y los constantes recortes al presupuesto destinado a la educación son factores que abonan al desastre educativo que padece el país y nuestro estado.
Urge revisar a fondo el problema de la deserción escolar. Se necesita comprender a fondo la íntima relación que guarda el problema educativo en general, y la deserción escolar en particular; con la precaria situación que viven cientos de miles de hidalguenses y el abandono secular por parte de las autoridades. Y es en particular el pueblo trabajador quien más debiera preocuparse y exigir a las autoridades de todos los niveles que pongan manos a la obra, pues es quien sufre de manera directa los estragos de no educar a sus hijos, condenándolos a la precariedad laboral, el desempleo y en algunos casos a la delincuencia. Hace falta un proyecto o programa más abarcador, que contemple el arreglo de las escuelas vandalizadas, el pago atrasado a miles de maestros, equipar con mobiliarios las escuelas que fueron saqueadas, dar una o dos horas de regularización para los que no contaron con un tutor que los apoyará en casa en los días de pandemia. Porque todo esto se da en escuelas que se encuentran en colonias populares y en comunidades alejadas.
Seguir pensando que las becas del gobierno federal son la solución de fondo al problema educativo, y al problema de la deserción escolar, es seguirnos autoengañando. Los 38 mil estudiantes que abandonaron las aulas y estos cuatro años de la 4T de más desempleo, de mayor delincuencia y más pobreza debieran convencernos de eso.
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