MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La vida de los mexicanos, un tormento

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La ciudad que se encontraba en lo que hoy es la capital de nuestra república fue fundada en 1325 por un grupo de desarrapados, sin territorio, sin cultura y sin nada, y todavía no habían pasado 200 años, cuando los conquistadores españoles tuvieron a la vista el inmenso valle del altiplano y quedaron deslumbrados con la inesperada visión de la gran ciudad con que se encontraron. Entre ellos venía Bernal Díaz del Castillo, quien en su “Historia verdadera de la Conquista de México” afirma que entre las ciudades europeas más bellas que él conocía, ninguna se comparaba con la capital de los mexicanos. Al igual que Díaz del Castillo, otros españoles escribieron acerca del orden admirable que existía en la administración de la ciudad, señalando, entre otras cosas, que en la ciudad de México no había robos ni asesinatos y que en los mercados había jueces que de inmediato resolvían cualquier conflicto que se presentara durante el trafique de mercancías. 

Como la ciudad estaba en una isla situada en el centro del lago, los pobladores se bañaban y lavaban sus ropas varias veces al día; Bernal Díaz del Castillo dice que nunca había conocido a un pueblo de hombres más culto y más limpio que el pueblo mexicano, siempre andaban aseados, tanto del cuerpo como de la ropa misma. Eran, además, gente saludable, entre ellos no había obesidad porque no comían grasa, todo lo guisaban con el fuego, y heredaron al mundo entero el cultivo sobre balsas flotantes -las chinampas- que todavía es objeto de estudio de investigadores extranjeros de todo el mundo. Hay más. No se acostumbraba beber alcohol, el pulque, que era la bebida más conocida, solamente estaba permitido para los viejos y exclusivamente en las fiestas, quien infringiera este mandato era sentenciado a muerte. 

Entre los mexicanos se cultivaban ya en grado de excelencia algunas de las artes que fueron admiración de los españoles, por ejemplo, los trabajos en oro y el arte de la pluma, éste último, tan refinado, que era difícil distinguir si la figura plasmada era una pintura. El idioma era muy dulce, muy agradable al oído y, gracias al espíritu de conquista de los mexicanos, se estaba convirtiendo en el idioma universal de toda la América (a partir de la ciudad de México hacia el sur, hasta la América Central e, incluso, en algunos países de América del Sur). Era, pues, un idioma que estaba enriqueciéndose rápidamente en virtud de la multitud de tratos comerciales que los mexicanos estaban haciendo con todos los pueblos civilizados del continente. 

Lo anterior, que es tan solo una pequeñísima parte que me atreví a tomar de la conferencia “La conquista de los antiguos mexicanos”, impartida en el año de 1989 por el ingeniero Aquiles Córdova Morán, secretario general del Movimiento Antorchista Nacional (MAN), además de recordarnos algunos aspectos de la vida cotidiana de nuestros antepasados, de su moral, de su laboriosidad, de la preocupación por llevar una vida sana y sin conflictos, del cultivo de algunas artes y del alto grado de desarrollo urbanístico y comercial, tiene por objetivo comparar esa vida con la que tenemos los mexicanos de hoy que, como dice el título de esta colaboración, es un verdadero tormento, en especial para los más necesitados.

Desde el punto de vista urbanístico, dejando a un lado el Centro Histórico, la Ciudad de México se ha convertido en un laberinto de cemento que se ha extendido hasta los cerros que la rodean, donde los servicios básicos (agua potable, energía eléctrica, drenaje) y el transporte, entre otras necesidades, o escasean, o simplemente no existen. Ahora hay un sinfín de vías “rápidas”, por arriba, por abajo, por los lados, donde el tráfico de toda clase de vehículos pareciera ahorcar a la ciudad entera; todas las horas del día y parte de la noche son ya “horas pico”, en donde se desperdicia buena parte de nuestra vida y se desgasta también buena parte de nuestros nervios. Los conflictos entre quienes se mueven en cualquier tipo de transporte, incluyendo el Metro, han escalado a tal grado que ya no asombra que terminen en asesinatos. Los robos, tanto a pasajeros, choferes, transeúntes, comercios y casas-habitación, suceden por todos lados y a todas horas con total impunidad para quienes los cometen.

Y, ¿qué decir sobre la bebidas alcohólicas y la alimentación? A nivel nacional, cerca de 27 millones de personas sufren de alcoholismo, señaló Carmen Fernández Cáceres, directora general de los Centros de Integración Juvenil, agregando que “incluso en primaria, 16 por ciento de los niños ha probado el alcohol; en secundaria, 40 por ciento y, en la preparatoria, 70 por ciento” (“La Jornada”, 20 de mayo de 2022.) De aquéllos venerables adultos que bebían únicamente en las fiestas públicas, no queda más que el testimonio escrito. Acerca de la sana alimentación, además de que la inflación ya devoró la canasta básica, no olvidemos que el gobierno de la 4T desapareció los comedores comunitarios y las escuelas de tiempo completo, en los que se procuraba dar alimentos buenos para la salud y el desarrollo. De aquella inexistente obesidad, ahora nuestro país ocupa el ¡quinto lugar! en obesidad en el mundo y, consecuentemente, aumentará la cantidad de enfermos que causa esta condición, para la que, tampoco, gracias al actual gobierno, hay medicamentos. 

Del cultivo de las artes y de nuestro idioma, igualmente, solamente lo podemos leer en los libros de autores no prejuiciados que hablan de nuestros antepasados. Únicamente el Movimiento Antorchista Nacional, con sus propios recursos, promueve el arte entre los niños, los jóvenes y los adultos, como puede constatarlo muchísima gente. Relativamente librados de la pandemia de covid-19, las muestras artísticas organizadas por el MAN han regresado a los escenarios públicos sin haber perdido ni un ápice de su calidad, entre las que no faltan la poesía, el canto y la oratoria, el cultivo de nuestro idioma, pues, que ha llenado de ternura, de sensibilidad y de emociones diversas los oídos y los corazones de miles de mexicanos. En tanto que, prácticamente todos los gobiernos y en sus distintos niveles, no sólo las han arrojado al bote de la basura, sino que hasta se dan el lujo de molestarse con quienes se atreven a pedirles espacios culturales y deportivos. Parece cosa de locos, pero así es. No conocen la historia de nuestros antepasados y, si la conocen, no tienen el menor interés por formar hombres y mujeres sanos, cultos, honrados y orgullosos de su pasado, que tanta falta hacen al país.

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