La frase que me he permitido poner a la cabeza de mi trabajo del día de hoy, es de Georges-Jacques Danton, un importantísimo iniciador de la Gran Revolución Francesa de 1789, quien murió guillotinado a los 34 años de edad, y la coloca como epígrafe Stendhal en la primera parte de Rojo y negro. La expresión me parece clara y contundente, reveladora de lo difícil que resulta muchas veces aceptar la realidad tal como se presenta y da una idea, sobre todo, de las resistencias que hay que vencer para enfrentarla.
Tiene que ver con el tema del día de hoy porque es público y notorio que, desde la más alta magistratura del país, la voz que muchos mexicanos escuchan y –aunque ya no tantos- creen, se le ha estado dando un tono frívolo, de chanza, al descubrimiento y atención de la verdad. México entero sabe que “tengo otros datos”, la frase que se ha hecho famosa para hacer a un lado con desprecio razones muy fundamentadas, se ha convertido en un chascarrillo nacional. No hay respeto a la demostración científica, a la práctica y, por tanto, a la vida cotidiana, que es el último criterio de la verdad.
Formo parte de la gran cantidad de mexicanos que insisten y seguirán insistiendo en que todos los que se ganan la vida con su trabajo conozcan y valoren los hechos y se convenzan plenamente de que la política de la llamada “Cuarta Transformación” es una máscara para enriquecer más a los más ricos y para mantener y hundir más en la pobreza a los trabajadores y que las diarias declaraciones desde la “mañanera”, no son más que un anestésico para conseguir estos fines.
En mi trabajo de la semana pasada escribí que México es uno de los países del mundo en que es más ancho y hondo el abismo entre los pobres y los ricos, en que es más injusta la distribución de la riqueza. Esto ya venía de los regímenes anteriores, es una consecuencia directa de la política económica que se le impuso al mundo desde los Estados Unidos en los años setenta del siglo pasado, pero la “Cuarta Transformación”, cubriendo sus hechos con un grueso manto de demagogia y falsedades pagadas con dinero del pueblo, la ha conservado y ampliado. Ahora se han ideado y publicitado más intensamente, nuevas modalidades de calmantes de la inconformidad e irritación social para proteger y sacar adelante el modelo económico neoliberal.
En días pasados, el 1 de julio, el periódico El Universal publicó una nota en la que la investigadora y académica del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), Claudia Maldonado, declaraba que en 2018, el año en que tomó posesión Andrés Manuel López Obrador, la población en pobreza ascendía a 52.4 millones de personas y que, en mayo de 2020, el consejo advertía que la cantidad de personas en situación de pobreza por ingreso podía aumentar hasta en 9.8 millones, producto de la pandemia de Covid.
Todo parece indicar que la proyección que hizo el Coneval en mayo de 2020, fue ampliamente rebasada por la realidad. En efecto, de acuerdo con cálculos más recientes, la población en pobreza habría llegado a 67 millones de personas en marzo de este 2021, es decir, 14.6 millones más que en 2018 y no solamente 9.8 millones como se había previsto. Eso, en el caso de lo que se clasifica como “pobreza” a secas, pero si hablamos de lo que se considera como “pobreza extrema”, nos encontramos con que investigadores del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo con Equidad (Equide) de la Ibero, calculan que prácticamente se ha duplicado, pues pasó de 9.3 millones, antes de la pandemia, a 18.3 millones de personas.
¿Y las ayudas para el bienestar? ¿Para qué sirvieron? Sirvieron y sirven como analgésicos para calmar la inconformidad de la población, para evitar que se organice, proteste y exija una auténtica vida mejor (¿por cuánto tiempo?), sirvieron, además, para empujar -por la buena o por la mala- a los electores a votar por los candidatos de Morena (¿seguirán sirviendo en el 2024?). No hay pues, bienestar para la población que sigue hundida en la pobreza y en la pobreza extrema.
¿Mucha inteligencia, mucha astucia de la 4T? Sólo cabe recordar que hasta en la república de Weimar que nació después de la Primera Guerra Mundial como un intento de evitar el proceso revolucionario, precisamente gracias a un pacto que habían hecho el ejército y los “socialistas” (Friedrich Ebert odiaba la revolución como el pecado), los propios industriales alemanes eran partidarios de un entendimiento con los sindicatos (en 1926 un gran empresario, Paul Silverberg, dijo ante la Liga de la industria alemana que gobernar sin la clase obrera era indeseable e imposible).
Pero hay más datos. Señaladamente, datos sobre los que están “mejor”, es decir, en el trabajo denominado formal. Según información oficial del Infonavit hecha pública recientemente, de las 16.5 millones de relaciones laborales activas al cierre de diciembre del año pasado, 4.1 millones tuvieron una disminución de su salario diario integrado, al pasar de 502.4 pesos a 392.2 pesos. No obstante, las personas que se incorporaron al mercado laboral durante los últimos dos meses de 2020, entraron con un salario medio integrado de 233.9 pesos por debajo del salario medio de los que dejaron de cotizar cuando empezó la pandemia. Todo eso, repito, en el empleo formal.
A la pobreza y la miseria hay que agregar finalmente (por hoy), la violencia que está matando al pueblo trabajador. Durante los primeros 30 meses de la presente administración se han iniciado en el país 72 mil 892 expedientes por homicidio doloso, con 86 mil 370 víctimas. Esto equivale a un promedio mensual de 2 mil 429 expedientes (81 al día) y 2 mil 879 víctimas (96 al día). Y debe quedar claro que es información pública oficial proporcionada por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). La cifra es muy superior a la registrada en los primeros 30 meses de las dos administraciones anteriores: los números de la presente administración son 138 por ciento mayores a los que registró el gobierno de Felipe Calderón y 74 por ciento superiores a los datos de la administración de Enrique Peña Nieto.
Esta es la verdad. La áspera, dijo Danton. Y todavía se repite con sorna que vamos requetebién, que la patria está en paz y que el pueblo está feliz, feliz, feliz. Se trata de una burla sangrienta que se puede proclamar, no porque el pueblo esté informado y consciente, sino precisamente, gracias a que se le miente y se le manipula. Es, pues, muy importante que se contribuya a la difusión de la verdad. Decisivo, diría yo.
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