He escuchado decir la frase de “pueblo que no conoce su historia, está condenando a repetirla”, (desconozco el autor, pero es un dicho muy popular), y esta frase viene a mi pensamiento porque el pasado 20 de noviembre se conmemoraron 112 años del inicio de la Revolución Mexicana, parteaguas en la historia de nuestra patria, como lo fue también el movimiento de independencia.
Los historiadores nos han compartido que este movimiento social, surgió como una rebelión contra las condiciones de precariedad, de autoritarismo y de injusticias que se vivían a causa del porfiriato. Periodo donde gobernó de manera autoritaria Porfirio Díaz por 35 años consecutivos (1876 a 1911), y, aunque fue una época de progreso económico e industrial, lo fue, pero en perjuicio de los menos favorecidos, pues la explotación humana fue bastante marcada.
Hartos del mal gobierno, y de manera simultánea en varias partes del país, se iniciaron huelgas y manifestaciones de los campesinos, los obreros y de manera muy importante y casi nunca dicha, de los estudiantes; que denunciaban los abusos del poder y el maltrato laboral exagerado, la discriminación y exclusión. Se dice que lo que debilitó al porfiriato y lo llevó al exterminio, fue la concentración del poder, y el envejecimiento del presidente y su camarilla, además de la exclusión de todas las opiniones, incluso de grupos importantes de la sociedad como científicos y estudiosos, es decir todo lo que fuera contrario al pensamiento de Porfirio Díaz, era considerado enemigo de la patria y era relegado.
Bajo condiciones muy adversas, donde a los trabajadores solo les alcanzaba para comer muy modestamente para seguir laborando, las mujeres eran terriblemente discriminadas, las tierras de los campesinos eran prácticamente robadas y el gobierno no tenía la enmienda de defenderlos sino todo lo contrario, fue inevitable la indignación de toda la clase proletaria. Y surgieron los líderes que encabezaron al pueblo, como Emiliano Zapata, Venustiano Carranza, Francisco I. Madero y el famoso Pancho Villa, pero también otros personajes que poco de mencionan, pero tuvieron una participación determinante en la revolución, como los hermanos Flores Magón.
Fue pues un periodo en el que el pueblo pobre de México, en concreto la clase trabajadora, representada por campesinos y obreros, se unió y organizó para levantar la voz en contra de un gobierno opresor, sin temor a nada, aun sabiendo que las desventajas eran muchas; pero dispuestos a dejar la vida en la batalla. Mucha sangre costó esa lucha, “Javier Garciadiego, investigador de El Colegio de México, …el costo social de la Revolución Mexicana fue de 2.1 millones de personas fallecidas, 1.4 millones por muertes extras (violencia y epidemias -500 mil fue por causas de la influenza española-), de las cuales 900 mil fueron hombres por estar más cercanos al movimiento armado y 500 mil mujeres; además 550 mil no nacidos y 200 mil personas emigraron”. (https://www.eluniversal.com.
Pero la pregunta del millón es: ¿valió la pena, la sangre? ¿Se consiguió el objetivo? ¿Hemos logrado ser un país verdaderamente libre y verdaderamente soberano? ¿Ya se erradicaron los problemas sociales de aquellos tiempos como: la pobreza, el maltrato laboral, la salud pública, la educación?
Desde mi perspectiva como activista, madre, profesora, estudiante, creo que no, para empezar, mucho nos falta por conocer lo que verdaderamente pasó en aquellos años, y sobre todo el por qué. Pues todo hecho histórico tiene un antes y un después, causas y consecuencias, que también es necesario conocer para tener la versión completa.
Es evidente que la conmemoración de este suceso se ha convertido en una tradición más de las que tenemos, pero hueca y sin sentido, pues muy a propósito, se ha falseado su objetivo. Que, desde mi punto de vista, es resaltar la importancia de la unión y organización popular, pues, así como en otros sucesos históricos parecidos, es el pueblo el que hace la labor más importante, pues representa la fuerza del movimiento. De tal manera que cada 20 de noviembre, tendríamos que recordar la lucha que dieron miles y miles de mexicanos organizados y unidos bajo un mismo objetivo, derrocar al mal gobierno, terminar con el autoritarismo, con el centralismo del poder; y cuando menos entender que la única manera que la historia de la humanidad ha demostrado infalible, es justo la lucha organizada.
Hoy vemos que el cuento se repite, el gobierno actual, tiene características y pretensiones parecidas a aquel mal gobierno, el centralismo del poder es lo de hoy, la radicalización del pensamiento político, las políticas públicas que favorecen solo a unos cuantos y no a las mayorías, también hoy nuestra gente muere de hambre, también hoy nuestra gente muere de enfermedades mal atendidas, también hoy nuestra gente muere a mano armada y víctimas de homicidios dolosos cada vez más barbaros. También hoy se estila la traición y la corrupción en la política, aunque digan que ya se acabó, la realidad dice otra cosa. ¿Y qué hemos de esperar, si probado está que solo la lucha organizada nos traerá cambios significativos? Como dice la canción de Ignacio López Tarso:
“Despierten ya, mexicanos
Los que no han podido ver
Que andan derramando sangre por subir a otro al poder”
Así pues, el hecho no está concretado, la deuda sigue, la justicia social está cada vez más lejos y es necesario volver a defender las causas nobles, pero esta vez ni con armas, ni con guerra, sino con la razón y la fuerza, de un pueblo que sigue padeciendo y sufriendo. La tarea no es sencilla, pero sí muy necesaria. ¡Nos vemos en la lucha!
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