En el concierto de las naciones, la nuestra ha sido, en los últimos 500 años, apetecible botín de distintas potencias que nos han saqueado hasta reducirnos al papel de un país dependiente y empobrecido. El nacionalismo mexicano promovido por las clases en el poder, ha sido solo una indentidad idealizada que hoy se hace pasar por un remedo de transformación, que emula nuestras luchas históricas encajonadas en una libertad llena de abstracciones y de frases vacías. Ese nacionalismo, hoy disfrazado de izquierdismo, se corresponde con nuestro papel en el modelo capitalista mundial, papel que determina el tipo de sociedad que más conviene a la burguesía mexicana.
El capitalismo en su etapa neoliberal se sostiene gracias al férreo control ideólogico que mantiene sobre las clases trabajadoras, pero sus contradicciones son irreconciliables y ofrecen ya un escenario casi predecible. Los yerros de los oportunistas en el poder, que desde la izquierda aceleran la obtención de la máxima plusvalía de la sociedad en su conjunto, hacen ya insostenible su gobierno, por lo que recurrirán a la represión social con el aparato jurídico y policial del Estado. Acto seguido, hará su aparición la derecha, con la cual la burguesía intenta detener el proceso natural de la sociedad que, acorde con las leyes del desarrallo, pugna siempre y a pesar de todo, por instaurar una sociedad más justa y equitativa.
La derechización de la política es un hecho entendible y necesario para la burguesía, que encuentra el pretexto perfecto para pulir sus armas, sacando la lucha del terreno de las declaraciones demagógicas con que Morena viste su neoliberal naturaleza, para llevarla al de la cruenta lucha por repartirse la plusvalía, apretando desmedidamente el cinturón explotador en las clases trabajadoras y, sobre todo, combatiendo sus mecanismos de organización, para evitar que luchen por su derecho a una porción más justa de la riqueza que producen y que debe regresar a ellos, mediante un salario bien retribuido; la burguesía ha ganado esa lucha con relativa facilidad, por lo que se lanza cada vez más, con descarada exigencia, para adueñarse también de los recursos del erario que se deben destinar a las obras y servicios, con que el Estado está obligado a proveer a la sociedad, puesto que es el mecanismo de distribución de la riqueza social que se capta a través del sistema de tributación que rige en nuestro país.
Los argumentos para demostrar este fenómeno en puerta abundan en el fracaso de las políticas públicas de corte neoliberal instrumentadas por el gobierno morenista, aplicadas con un servilismo más ruín que el de los gobiernos panistas y priistas, como puede verse cuando confrontamos los resultados de Prospera con los programas del “Bienestar”, pues antes se cubría el 52% de hogares pobres, con 11,640 pesos anuales, otorgando servicios de salud y alimentación y, ahora, solo son programas de becas que entregan 8,400 pesos, atendiendo a 20% de hogares pobres y a 17% de no pobres; con el INSABI que sustituyó al Seguro Popular, provocando el aumento de 20 a 50 millones de personas sin cobertura médica; con el supuesto combate a la corrupción por el que se crearon dependencias como SEGALMEX, donde se cometió un fraude por 15 mil millones de pesos; o con el fracaso de la política de “abrazos no balazos”, y que ha permitido que se desborde la violencia a grado tal, que en este gobierno van más de 160 mil muertos y más de 40 mil desaparecidos.
El fracaso rotundo de estas medidas instrumentadas por la supuesta izquierda, brindan el escenario perfecto para el combate que librará la burguesía desde la derecha más recalcitrante, para hacerse del poder, a pesar de que fueron pensadas con el planeado objetivo de acrecentar las ganancias del capital nacional y extranjero.
Pero la historia enseña, y esta enseñanza nos permite ver a nuestro país y su desarrollo, como parte de un proceso y no como algo aislado. Vladímir Ilich Ulianov, en su obra El Imperialismo, fase superior del Capitalismo, con base en un estudio serio y disciplinado del materialismo dialéctico e histórico y de su aplicación rigurosa, señaló, entre otras cosas, que el modo capitalista de producción había alcanzado ya, a principios del siglo XX, su etapa de máximo desarrollo, y que, por tanto, a partir de ese momento empezaría fatalmente una etapa de decandencia de la cual las masas trabajadoras solo podían esperar un empeoramiento progresivo de sus condiciones materiales de existencia y una mayor opresión político-social por parte de la clase dominante. El capitalismo pues, ya se había desarrollado a escala planetaria, ya no era un sistema distinto en cada país, sino un solo fenómeno a manera de los eslabones de una gran cadena, y resultaba por tanto, obligado estudiar la cadena imperialista completa para poder determinar cuál era su eslabón más débil y combatirlo para instaurar una sociedad más justa y equitativa.
Por tanto, para comprender el desarrollo capitalista de México, debemos ver la evolución del modelo mundial a la luz de la tesis de Lenin. Al hacerlo, comprenderemos que siempre ha estado sujeto a las directrices y políticas hegemónicas del imperio, que cuando no necesita imponerse por las armas, promueve alternativamente gobiernos izquierdistas y de derecha, para que la burguesía local y la norteamericana puedan aplicar sus proyectos económicos, según se lo indiquen sus intereses.
Hay casos de países donde la derecha ha aprovechado el discurso de supuestos izquierdistas, en favor del pueblo, que al no concretarse en hechos palpables que cumplan las expectativas generadas, le dan la oportunidad a este sector extremista de representar a esas masas defraudadas, asumiéndose como los verdaderos líderes populares que, combatiendo los fallidos experimentos “comunistas”, impondrán gobiernos eficientes, a manera de las empresas exitosas que las clases “productivas” saben conducir, para lo cual se requiere austeridad y cero asistencialismo, que solo usan los “intermediarios” para aglutinar a las masas. A esto le suman, un estado policialmente fuerte para garantizar la seguridad, que no es otra cosa que la forma “legal” para inhibir la genuina lucha social por una vida digna.
Todo lo cual es, en los hechos, apretar aún más el cinturón a las masas populares, para lograr finalmente, que sean eliminados por completo los restos del “Estado de Bienestar”, para que la clase trabajadora viva unicamente del producto de su esfuerzo laboral, que la condena a la pobreza más descarnada, por los cada vez más bajos salarios que las empresas pagan por el abaratamiento continuo de la mano de obra.
Se va llegando la hora pues, de ajustar cuentas con la autodenominada izquierda, y exhibir el papel lamentable que ha decidido jugar en la historia de nuestro país, la del gazapo que prepara el terreno para el autoritarismo y la explotación más rapaz que pueda existir en la sociedad, la de la ultraderecha que en otros tiempos ha prohijado al nazismo de Hitler y a grupos radicales como los que encabeza Donald Trump en los Estados Unidos.
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