Durante la época colonial la principal fuente de mano de obra para toda índole de trabajos eran los antiguos pobladores del territorio mesoamericano, la población indígena. A partir de la caída de la triple alianza de señoríos indígenas, los españoles establecieron una forma de empleo de la fuerza de trabajo conocida como Encomienda. Esta consistía en un derecho que se concedieron los españoles para cobrar tributo, en especie y en trabajo, a los pobladores naturales de una determinada zona, poniendo de su parte el cuidado de la obediencia de la religión cristiana, la observación del respeto a las instancias civiles y la defensa de los territorios asignados. Así, los indios se vieron obligados a trabajar gratuitamente en favor de sus encomenderos durante varias décadas, hasta que en 1542 se expidieron una serie de legislaciones conocidas como “Leyes Nuevas” de la corona que suspendieron la Encomienda por los abusos que se cometían sobre los tributarios.
Pero los indios no abandonaron su situación de personajes principales en la producción colonial porque entonces se instituyó un segundo sistema para emplearlos: el Repartimiento. Éste consistía en que cada población indígena debía enviar a trabajar un cuatro por ciento de tributarios en épocas normales y 10 por ciento en los periodos de escarda y cosecha. Los enviados eran seleccionados en un rango de 15 a 60 años de edad; si eran casados trabajaban tres semanas al año y si eran solteros cuatro. Para la repartición existía un "juez repartidor" que asignaba a un patrón determinado un grupo de trabajadores, y pagaba a éstos un salario fijo y bajo. No obstante, el traslado de indios de su pueblo al empleo asignado hacía ineficiente el repartimiento; este régimen distributivo se deterioró y paulatinamente cayó en desuso.
Finalmente, fracasadas las formas anteriores, se elevó una nueva especie de explotación de los indios: el trabajo libre, o asalariado. Los empleados podían dejarse explotar libremente sin ser repartidos. Pero esto no garantizaba que se quedaran fijos con su empleador. Por ello los patrones pronto prefirieron un peonaje por endeudamiento. El trabajador llegaba libremente a su trabajo, pero su mezquino salario lo orillaba a pedir al patrón un adelanto de mercancía para sobrevivir; entonces adquiría una deuda y para pagarla únicamente le quedaba regresar a picar las propiedades de su acreedor. El mismo proceso se repetía desde ahí, eternamente.
La sobreexplotación de los indígenas, aunada con las extendidas epidemias, resultantes de un paupérrimo nivel de vida, debilitaba a los trabajadores y produjo, desde sus albores, un continuo descenso demográfico. Tenemos, por ejemplo, que de aproximadamente 10 millones de indios que había en la zona central en 1521, quedaron, para las últimas décadas del siglo XVII, menos de 2 millones. La población sólo comenzó a recuperarse entrado el siglo XVIII, y esto gracias a que se mezclaron con otros vasallos, como los negros, que se habían sumado ya al sostenimiento de la producción de bienes.
Tal vez podría suponerse que la participación generalizada y básica de los indios durante la guerra de Independencia les llevaría a una nueva vida, más justa. No. El dominio de la economía y la política quedó en las manos de quienes firmarían el “Acta de Independencia”, que no representaban más que a los antiguos empleadores. La fuerza de trabajo quedó sosteniendo el yugo añejo de condes mineros, pulqueros, de los hacendados, de los comerciantes y de la gran propietaria católica.
Los indios representaban a la mayoría de la población durante toda la época colonial y durante los años sucesivos, pero nunca lograron salir de su sometimiento como empleados de pocos y riquísimos propietarios de los medios de producción. Acontecieron varios conflictos civiles en los siglos posteriores a la colonia, pero nunca mejoró la situación de sojuzgamiento de la mayoría. Actualmente estamos en la misma situación, existe una ínfima minoría que domina las esferas política y económica y una mayoría que se encuentra llenando sus cuentas bancarias. Es evidentemente necesario que esto se transforme.
Con autorizacón del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales
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