La izquierda en México ha sido históricamente un campo en disputa. Desde la segunda mitad del siglo XX, los grupos de izquierda en el país han estado inmersos en un constante tira y afloja entre aquellos que se autodenominan como parte de este espectro y aquellos que, ya inmersos en ese mundo, descalifican a otros por no pertenecer a él. De ahí las disputas entre los viejos comunistas, es decir, los comunistas oficiales, aquellos que pertenecieron al Partido Comunista Mexicano y que se enfrentaron a figuras que se asumían como tales pero que actuaban fuera de esa esfera, como Vicente Lombardo Toledano, o disidentes como José Revueltas.
Actualmente, esas disputas persisten, aunque bajo otras formas, pero lo hacen de manera más absurda. Antes, por ejemplo, se discutía entre la intelectualidad mexicana alineada con la izquierda cuál debería ser el proyecto político para la construcción de una nueva sociedad en México, así como las vías y los mecanismos para alcanzar dicho objetivo. Incluso entre los militantes de los diferentes grupos o partidos de la izquierda mexicana se dieron debates en torno a su posible unificación, como la Mesa Redonda de los Marxistas convocada por Lombardo Toledano a finales de los años cuarenta. Asimismo, se dieron desencuentros entre sindicalistas y miembros de diferentes agrupaciones comunistas en los años sesenta sobre si participar o no en movimientos sociales o en contiendas electorales.
Poco importa en este caso quién se considera más de izquierda si los resultados obtenidos en el gobierno de la Ciudad de México de una son reprochables …y los discursos de la otra están plagados por un clasismo desvergonzado
El recuento de los desencuentros entre los grupos de izquierda, como se observa en esta breve revisión, es histórico. Sin embargo, las disputas entre los grupos y personas que hoy se autodenominan de izquierda resultan risibles. Se ha convertido en una verdadera comedia. Si Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum se formaron en la tradición “marxista” de finales de los años sesenta, no es relevante para la coyuntura electoral actual, ya que la trayectoria de ambas habla por sí sola.
Poco importa en este caso quién se considera más de izquierda si los resultados obtenidos en el gobierno de la Ciudad de México de una son reprochables –basta señalar el trágico accidente de la línea 12 del metro– y los discursos de la otra están plagados por un clasismo desvergonzado. No cabe duda de que la “izquierda” mexicana reciente está viviendo uno de sus peores momentos, sino el peor.
Ante este panorama, ¿qué futuro les espera a las izquierdas mexicanas que escapan a este circo mediático y electorero? El problema radica en que el futuro de estas izquierdas depende del conocimiento científico y objetivo de la realidad. No deberían caer en aventuras como las que está llevando a cabo el resucitado Partido Comunista de México al lanzarse a la lucha electoral tanto a nivel local como federal. Eso es como jugar con Sansón a las patadas.
El verdadero futuro de la izquierda mexicana no se lo dará el juego electoral ni las luchas económicas por más que éstas beneficien a las grandes mayorías empobrecidas. El sindicalismo, por citar un ejemplo de lucha económica, es solo un recurso que el Estado capitalista ofrece como alternativa para garantizar los derechos de los trabajadores. El porvenir de las izquierdas, en cambio, se encuentra en primer lugar en la unión de intereses políticos y económicos de los líderes y el pueblo de a pie, en el conocimiento objetivo de la realidad concreta para actuar oportunamente sobre ésta. De otro modo la farsa de la “izquierda” mexicana continuará.
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