Estamos en el tercer año de la administración de Andrés López Obrador, su 4T yde todas las ilusiones y expectativas que generó en gran parte de los mexicanos durante su campaña. ¿Qué ha pasado?, ¿acaso con su sonado combate a la corrupción ha mejorado nuestra vida?, ¿tenemos empleo bien remunerado?, ¿tenemos más comida en nuestra mesa?, ¿logramos un buen servicio de salud para las grandes mayorias?, ¿nuestros hijos se están educando de acuerdo a las necesidades de nuestro pueblo? No, nada de eso ha ocurrido, por el contrario, las cosas van de mal en peor en todos los aspectos, pero en esta ocasión me referiré a la educación de nuestros hijos, que, como dijo el gran poeta y político cubano, José Martí, "La juventud es la edad del crecimiento y del desarrollo, de la actividad y de la viveza, de la imaginación y el ímpetu”; y por lo tanto la edad en la que pueden y deben absorver al máximo los conocimientos que les servirán para su vida fututa y la de su país.
Desde el 17 de marzo del año pasado, se decretó el cierre de las ecuelas debido a la pandemia y por falta de una política gubernamental efectiva para su combate, estamos a casi un año sin que se puedan tomar otro tipo de mediadas más efectivas, como en otros países, que permitan la apertura escalonada o total de las aulas; como en España, que desde mediados del año pasado se abrieron las escuelas garantizando la seguridad de los alumnos, padres y maestros, con protocolos y medidas higiénicas para prevenir el contagio mediante un plan entre el gobierno y las autoridades. O Canadá, donde se establecieron clases en subgrupos con un máximo de seis estudiantes y se asiste de manera alterna a tomar clases, bajo un plan muy bien estructurado. También en Cuba, un país más chico y mucho más pobre que México, abrió las puertas de las escuelas con estrictas medidas sanitarias coordinadas entre el Ministerio de educación y el de salud. Para todo esto se requiere voluntad y recursos, pero nuestro gobierno de la Cuarta Transformación o más bien de la trasformación de cuarta sólo se le ha limitado a encerrar a los estudiantes y maestros y conectarlos a un dispositivo electrónico que de ninguna manera podrá suplir la interacción alumno-maestro.
Los resultados están a la vista: el 48 por ciento de nuestra población oscila entre los cero y los 20 años, edad escolar en los diferentes niveles educativos, los cuales en su gran mayoría se han quedado sin posibilidades reales de continuar con sus estudios, ya sea por que no cuentan con las herramientas tecnológicas como una computadora, una tableta o un celular; ya porque no tienen acceso a los servicios de internet; ya porque no tienen una TV que agarre los canales para las clases. Lo cierto es que millones de estudiantes han desertado de las clases en línea por estas y otras razones, como la de ayudar a su familia económicamente en tan precaria situación, el cierre tan prolongado de las escuelas ha ocasionado no solo que vean truncados sus estudios, sino tambien han acarreado problemas emocionales y mentales, con lo que se han elevado alarmantemente los suicidios en jóvenes y niños, pues no encuentran una razón para vivir.
Estudios serios calculan que tardarán tres ciclos escolares en recuperarse los alumnos hoy afectados por la pandemia y el cierre de escuelas; todas las escuelas públicas y privadas y en todos los niveles están sufriendo grandes deserciones, doy datos reveladores. A inicios de la pandemia se calculaba que cerca de 800 mil alumnos no se inscribirían a bachillerato y a últimas fechas se ha revelado que el Instituto Politécnico Nacional ha perdido alrededor de 23 mil alumnos y la máxima casa de estudios de México, la Universidad Nacional Autónoma de México, alrededor de 72 mil. La Secretaría de Educación no toma en cuenta estos datos, se ha dedicado a hacer declaraciones tranquilizadoras y optimistas, como de que ha sido un éxito el programa "Aprende en casa” en sus diferentes versiones; que ya pronto se abrirán las escuelas, que el reporte que tiene la SE es que la mayoría de los alumnos acreditarán satisfactoriamente, etc., la integración de los jóvenes desde antes de la pandemia era difícil, y en las actuales circunstancias es aún más complicada, pero se nos quiere hacer creer que vamos bien, que no hay problema, que resuperaremos pronto la normalidad. Y son solo eso, fraces tranquilizadoras para el pueblo deseoso de ver la luz al final del tunel, pero de ninguna manera corresponden a la realidad que vivimos diariamente con nuestros hijos en casa.
La salida no es fácil, pero es posible, el problema educativo de nuestros hijos y del país se encuentra inmerso en la problemática nacional, por tanto, la solución es el cambio de gobierno, por gobernantes emanados auténticamente del pueblo trabajador que hayan demostrado con hechos y no sólo con palabras que realmente conocen a fondo nuestros problemas y estén dispuestos a llevar a cabo cambios estructurales radicales como los que requiere México, para lograr ser un país vigoroso, educado, culto y sano. Guiado por la juventud científicamente preparada y dispuesta a colocarnos en el lugar que merecemos, como una de las economías más grandes del mundo. A levantar la voz y defender nuestros derechos por los medios legales, los invito ahora, porque mañana será tarde.
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