Yucatán es cuna de grandes artistas. De esta tierra se han proyectado grandes compositores, poetas y cantantes; el talento yucateco es innegable. Sin embargo, la educación artística en la entidad (y también a nivel nacional) enfrenta grandes retos, pues las condiciones en las que se desarrolla el quehacer cultural en las instituciones educativas son precarias y en muchas ocasiones improvisadas.
En primer lugar, debemos visualizar el papel del arte en una sociedad fracturada como la nuestra. En palabras del ingeniero Aquiles Córdova Morán “el arte es un instrumento para conocer la verdad, es necesario para combatir al injusto sistema social y solamente puede lograrse cuando se hace por convencimiento propio, pues al ponerle empeño y dedicación a las actividades artísticas, el primer beneficiario y quien se estará transformando en un hombre integral será el propio artista”. Es por ello que el arte en la educción oficial debería tener un espacio más importante y no sólo como actividad recreativa. El estudio serio del arte puede transformar conciencias y sensibilizar a quien lo estudie.
La educación artística puede ayudar a construir una sociedad de ciudadanos integrales donde el bienestar sea un elemento clave en el desarrollo de la vida cotidiana. Cuando el arte se vincula a los ámbitos de desarrollo social en cualquiera de los niveles educativos, se convierte en una alternativa eficaz y sumamente relevante para contribuir a la atención de diversas demandas sociales, a través del arte es posible manifestar nuestras inconformidades para así estimular una mejora en el entorno social.
El rumbo de la política cultural y artística en el Gobierno de Morena ha resultado desconcertante para buena parte de artistas y profesionales del área cultural, pues no existen estrategias sólidas para amortiguar los golpes de la pandemia. Muchos de ellos se sumaron a las filas del desempleo y varios estudiantes de artes en todo el país tuvieron que dejar de practicar estas disciplinas por falta de incentivos económicos específicos para su área. Por ejemplo, en Mérida, capital de Yucatán, es común encontrar a decenas de jóvenes bailando en los semáforos, creando una atmósfera de júbilo, mientras sus espectadores los apoyan con algunas monedas. Este recurso recaudado muchas veces lo ocupan para desarrollar sus actividades artísticas, comprar accesorios o vestuario e incluso para completar sus gastos de educación, pues si las becas ordinarias son difíciles de conseguir, es aún más complicado solicitarlas para estudiantes de arte.
El Gobierno estatal que encabeza el gobernador Mauricio Vila Dosal, tampoco ha podido atender las demandas de los artistas populares yucatecos, sólo invirtiendo grandes recursos en programas culturales que atraen el turismo y le generan ingresos. En esta sociedad el arte se ve como una mercancía y no como herramienta transformadora de la sociedad. Ningún nivel de Gobierno le apuesta al arte popular. En este contexto podemos mencionar el trabajo cultural del Movimiento Antorchista, cuyo proyecto incluye la educación artística como prioritaria. En las escuelas antorchistas el arte no sólo es una actividad de esparcimiento, sino que a través de sus talleres se moldean hombres y mujeres que en cada una de sus estampas lanza un grito: ¡Los Grupos Culturales de la organización, muestra de avance y de superación!
Y en efecto, eso son los grupos culturales que ha formado durante los 47 años de existencia que tiene el antorchismo nacional, mismos que han llevado el arte a los pueblos más recónditos, a aquellas personas que no cuentan con el recurso para comprar un boleto e ir a ver los eventos, pero sobre todo en estos tiempos de pandemia los artistas del pueblo llevaron su cultura a todos los mexicanos, para olvidar por un momento la terrible situación por la que estamos pasando, culpa de un Gobierno que no tiene rumbo y sólo denosta a aquellos que buscamos el cambio. Por su importancia y necesidad, sigamos fomentando el arte y llevándolo al pueblo de México. ¡Enhorabuena!
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