El pasado 4 de octubre, los mexicanos nos enteramos por los medios de comunicación como la revista buzos, que en el mes de agosto se perdieron 468 mil 356 empleos informales, que como sabemos, son los que se generan cuando la gente, al no encontrar trabajo, busca la manera de autoemplearse vendiendo algo entre sus conocidos o familiares o poniendo un puesto de aguas frescas, alimentos preparados o prestando algún servicio.
Eso quiere decir que cerca de medio millón de personas tuvieron que abandonar sus ventas o dejaron de brindar un servicio, que era lo único que les daba de comer. ¿Cuánto tiempo lucharon de esa manera, solos y sin apoyo gubernamental contra la falta de trabajo? No se sabe; pero en total cerca de 700 mil mexicanos quedaron a la deriva, porque casi 200 mil empleos formales también se perdieron.
¿Qué va a pasar con los casi 3 millones y medio de mexicanos que no tienen trabajo? La organización y la unión de la clase trabajadora son esenciales para cambiar esta realidad.
Ni siquiera habíamos asimilado bien la noticia cuando, dos días después, el periódico El Financiero nos informó que también en septiembre de este año se “derrumbaron” los empleos formales, pues en dicho mes, sólo se crearon 90 mil 968 plazas que, de acuerdo con información del IMSS, la última vez que se generaron tan pocos empleos formales fue en septiembre de 2009, año en que el mundo entero atravesaba por una recesión económica; es decir, que nos encontramos ante la cifra más baja de creación de empleos de los últimos 15 años.
Para dimensionar mejor el problema, sigamos la misma fuente que más adelante nos dice que en el sexenio que acaba de concluir se crearon aproximadamente 2 millones 200 mil empleos formales, el problema es que la población económicamente activa (PEA), que es la gente que tiene edad de trabajar, creció en 5 millones 500 mil personas; eso quiere decir que 3 millones 300 mil mexicanos quedaron fuera y no pudieron trabajar porque no hubo fuentes de empleo para ellos; a menos que trabajaran por su propia cuenta; pero como ya vimos, esos empleos también están desapareciendo.
Pudiera decir, de acuerdo con la misma nota, que el desempeño de AMLO, con sus 2 millones 200 mil plazas de trabajo, quedó por debajo del de Felipe Calderón, porque en aquél sexenio se crearon 2 millones 313 mil 622 empleos; y todavía más abajo que el sexenio de Peña Nieto, donde se crearon 4 millones 162 mil 990 empleos formales, pero no se trata de cansar a mis posibles lectores con tantas cifras ni de decir quién creo más o menos empleos; aquí de lo que se trata es de saber, ¿qué va a pasar con los casi 3 millones y medio de mexicanos que no tienen trabajo? ¿Qué se está haciendo para remediar la situación?
Para completar el cuadro, voces autorizadas en el tema como Citibanamex, están pronosticado un crecimiento económico de 1.5 por ciento para este año y de 1.2 por ciento para el 2025. Lo que, lejos de darnos esperanza de mejoría, más bien nos indica que vamos para peor. ¿Qué debemos hacer en este caso?
Muchas veces se ha repetido en este mismo espacio que los intereses de la gente que vive de su trabajo, que sale todos los días, llueva, truene o relampaguee, a ganarse el pan, no siempre coinciden con quienes gobiernan y dirigen los destinos de la nación; y seguramente muchos no nos creen; pero estos números que aquí les presento y que están en los medios, como ya dije, a la vista de todos, no dejan lugar a dudas y puede servir para demostrar que siempre les hablamos con verdad.
Por esta razón, una y otra vez hemos llamado a sumarnos con el Movimiento Antorchista para formar esa fuerza social enorme e indestructible que es la unión de la clase trabajadora para mover el destino de México a donde mejor convenga a las grandes mayorías; que la organización tiene mujeres y hombres que son hijos del pueblo; que saben de economía, de ciencias sociales, de tecnología, de matemáticas y también de arte, cultura y deportes; y que cuando les ha tocado estar frente a una gran responsabilidad, han mostrado capacidad para salir avante.
Es cierto que hay momentos en que quisiéramos, como es natural en todo ser humano, que ya estuviera aquí el momento en que las cosas empezaran a cambiar para bien, pero nunca debemos olvidar que la única fuerza capaz de transformar esta sociedad es la fuerza organizada y educada del pueblo trabajador. Y si un día se nos olvida, ahí estarán los datos duros como los que citamos más arriba, que nos harán regresar a nuestra realidad y nos harán recordar esa gran verdad. El día que lo entendamos y nos pongamos manos a la obra, ese día empezaremos a transformar nuestro país.
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