Democracia quiere decir “el poder del pueblo”, pero llevamos siglos de democracia y el pueblo es el único que, en realidad, no ejerce el poder, pero ni de broma. Debemos admitir que el engaño es sutil, que ha funcionado y que cada elección se renueva adquiriendo nuevas formas, siempre aparentando que, ahora sí, ya llegó el bueno y ahora todo será miel sobre hojuelas para el pueblo.
Con esto se ha conformado el mexicano, en eso ha creído y con su verdadero poder, el que le permite ejercer la democracia parlamentaria que domina la vida política actual, que es su número a la hora de las votaciones, sigue entregando a sus enemigos los instrumentos del estado para que con ellos hagan lo que les plazca, sin que haya posibilidad de que, entre una y otra elección, pueda de algún modo intervenir de manera efectiva en el ejercicio del poder.
La democracia en serio o, más precisamente, la posibilidad de que sea el pueblo el que decida las cosas importantes en la política de estado y así ejecutar su decisión en los destinos del país, en México, es no solo un sueño guajiro, sino un completo engaño en el que han contribuido quienes han tenido y tienen el poder, así como todas las fuerzas mayores o menores que no intenten decirle la verdad, educarlo y organizarlo para abordar este sistema y usarlo para sí ejercer el poder. La verdad es que el problema no está en las formas concretas que ha tenido en la historia esa democracia, en ninguna de las democracias del mundo occidental el pueblo ha ejercido realmente el poder.
En México, tenemos una constitución muy avanzada, que estipula en sí misma una democracia que, si se ejerciera tal y como ella lo indica, el pueblo pudiera muy bien hacer efectiva su voluntad en los asuntos de estado, pero el problema es que ese mismo pueblo no puede ejercer su poder, ni siquiera como se lo permite la ley, porque no se ha convertido aún en un poder real, efectivo y legítimo para entrar al juego democrático, con las reglas de este, para acceder realmente al poder y ejercerlo. No se trata pues de elegir a quienes van a ejercer el poder, sino de ejercerlo él mismo, de ponerse él en el poder, de ponerse al frente del proceso social.
Ahora, preguntémonos, con Morena y con el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ¿está el pueblo ejerciendo su voluntad en los asuntos de estado?, los intereses generales de la nación y los particulares de las clases trabajadoras mexicanas, ¿los puede defender y ejecutar directamente el pueblo? No, ¿o sí?
Es claro, para quien no quiere cerrar intencionalmente los ojos, que la respuesta es no. Nunca lo ha hecho, ni antes ni ahora. Esto es un hecho, para vergüenza de los que salen al paso con el argumento de que antes se robaba más o antes se violaba la democracia más, ahora también, pero poquito; o para quienes se atreven a decir que los actuales mandatarios sí defienden al pueblo, eso no solo es una mentira descarada y ofensiva, sino un modo de darnos gato por liebre, cuántas de vidrio por oro; el pueblo no necesita quien lo defienda, necesita ejercer el poder.
La verdad es que, ni ahora ni antes, el pueblo ha ejercido el poder, pero eso es lo que se necesita, eso es lo que se requiere para poder decir que el poder lo tiene el pueblo; se necesita una democracia en la que sea el pueblo quien ejerza el poder.
No hay más, los mexicanos ya no deben conformarse con atole con el dedo, o el puro dedo sin atole, ya no debe permitir que lo defrauden con eso de la democracia, ya no debe aceptar demagogia cuando es él el depositario original del poder. Debe pelear por el poder.
Esa sería la democracia que realmente le serviría al pueblo. ¿La democracia en su forma actual le puede servir realmente al pueblo?, soy de los que piensa que sí, pero solamente si logra organizarse y educarse, crear su estructura nacional que le permita tomar las decisiones correctas, con conocimiento de causa y con responsabilidad, que le permita ejecutar esas decisiones, controlar el proceso y corregir errores, hacer valer sus acuerdos y contar con sus propias estructuras que garanticen que los órganos de su propio poder cumplan con sus obligaciones y respeten la decisión del colectivo.
Solo una estructura así podrá, también, elegir de manera certera a sus representantes que habrán de contender en las elecciones constitucionales, pelear por llevarlos a los poderes ejecutivo y legislativo, ganar en buena ley, sin trampas ni fraudes ni toda la cochinada que hoy vemos en los procesos electorales, elevarlos al poder y defender su triunfo, así como velar por que los electos hagan su tarea sin desviarse de los legítimos objetivos y se conviertan de manera infalible en los instrumentos del mismísimo pueblo en la construcción de una nación más poderosa, soberana, justa y generosa.
Ante todo esto, que yo aseguro que sí es posible, y que representa el objetivo real y último de nuestro movimiento, el Movimiento Antorchista Nacional, al cual me he sumado perfectamente sabido de que eso es lo que buscan todos los antorchistas del país, ¿Cómo suena la democracia participativa de AMLO y su rollo acerca de que el pueblo ya despertó?, ¿Cómo suena su discurso falaz y oportunista comparándolo con sus intentos de destruir las bases de la democracia para quedarse él y sus apoyadores en el poder en las elecciones de 2024?, ¿Cómo se ve su hipócrita demagogia de discurso populachero en contraste con su soberbia y actitud persecutoria y sectaria?, el solo contraste basta para confirmar que estamos en lo correcto y reforzar la voluntad de seguir educando y organizando al pueblo mexicano para que dé el salto y algún día, no tan lejano, ponga a todos en su lugar.
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